Es un huracán que arrasa con todo. Un torbellino sin freno que embiste de forma desbocada cualquier estructura temporal que uno puede tener en mente. Hablo del fútbol moderno, un concepto ya conocido por todos los aficionados. Agitado, supersónico, capaz de adelantarnos sin poner el intermitente y que nos tiene en continuo estado de alerta o excitación ante todo lo que rodea a nuestro equipo.
En una época en que tan pronto te comunican que vas a disputar un partido de Liga en Estados Unidos como que van a desaparecer unas siglas que llevan instauradas más de cien años en tu escudo, hemos conseguido digerir sin problema las a veces muy puntuales novedades que club y patrocinadores tratan de avanzar en relación a la temporada siguiente. Un ejemplo de este frenesí comercial lo encontramos (sin haber llegado al tercer mes del curso futbolístico actual) en lo que el FC Barcelona y Nike han filtrado en relación a las camisetas que los jugadores van a vestir a partir de la próxima temporada.
No se ha filtrado todo al mismo tiempo, claro. Como marcan los cánones de toda estrategia de marketing, se han introducido las novedades con cuentagotas y con algunas semanas de ‘descanso’ de por medio. La carta con la famosa cita de Salvador Dalí “que hablen bien o mal; lo importante es que hablen de mí” ha sido una pieza perfectamente jugada para los interesados, generando un debate entre los aficionados que ha eclipsado por momentos a lo puramente futbolístico.
Nike ha dado, en mi opinión y a la espera de una confirmación oficial, una de cal y otra de arena. Ha hecho algo tan inusual como jugar con los sentimientos del aficionado en positivo y en negativo en una misma campaña. Por un lado, y siempre respetando la presunción de inocencia, parece dispuesto a cargarse las franjas azulgranas que han acompañado a nuestro equipo a lo largo de toda la historia, cambiándolas por unos cuadros al (para entendernos) estilo croata que, pudiendo gustar más o menos, no dejan indiferente a nadie y pueden haber causado un severo dolor ocular a más de un culé que se definiría como “romántico del fútbol”.
Y cuando más revueltas parecían estar las aguas azulgranas, descubrimos que la idea que Nike ha tenido para la segunda equipación, como deferencia/correspondencia hacia el dolor causado, es nada más y nada menos que un precioso homenaje a una mítica camiseta amarilla que en los años 70 llevó el equipo liderado por Johan Cruyff, y que fue utilizada para disputar partidos internacionales. Dicha camiseta parece querer dar valor a la cultura ‘retro’ sin dejar de mantener la conexión con los principales colores del club, ya que como en los años setenta, una franja azulgrana recorrerá toda la prenda de arriba abajo en dirección diagonal.
Aquí es donde quiero detenerme, partiendo del desconcierto que me ha producido una contradicción de este calibre. ¿Por qué por un lado se le da valor a los orígenes y a la memoria histórica mientras por el otro se dinamita un patrón de diseño a franjas que es centenario? ¿Cómo es posible que unos mismos diseñadores cuiden estos detalles tan románticos y a la vez rompan con todo lo establecido? ¿Cómo se puede tener tanta consideración y desconsideración a la vez? Supongo que son preguntas que, como aficionados con nulos conocimientos sobre marketing, serán muy complicadas de responder. Pero sí somos expertos en saber cuidar. En darle valor al sitio de dónde vienes, a aquello que te ha llevado hacia donde estás ahora. Somos expertos en cuidar nuestro pasado, en conservar las huellas de nuestros orígenes. En los valores, en las raíces. En lo pasional, en lo emocional.
Sí, somos tan expertos en lo emocional y tan poco en lo comercial que, estando en octubre y desde hace una semana, los del ‘Just do it’ solo me tienen pensando en qué momento saldrá y a dónde deberé dirigirme para adquirir la segunda equipación de la próxima temporada.
I hate you, modern football.
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