San Siro fue escenario de una noche de Champions que rozó la épica y el drama, un partido que no fue solo fútbol, sino una batalla de nervios, fe y supervivencia. El Inter, con la ventaja mínima de la ida, recibía a un Bayern que llegaba herido, pero nunca resignado. El guion no defraudó: intensidad, remontadas fugaces y un final de infarto que dejó a los italianos celebrando y a los alemanes lamentando su falta de pegada en el momento clave.
El primer acto fue de tanteo, con ambos equipos midiendo fuerzas y sin arriesgar demasiado. Çalhanoglu avisó con un disparo lejano, mientras que Olise y Müller inquietaban a Sommer, pero los goles se reservaron para la segunda parte. Tras el descanso, el Bayern salió en tromba y Harry Kane, en modo depredador, igualó la eliminatoria con su primer remate claro. Parecía que los bávaros impondrían su ley, pero el Inter respondió con carácter: dos saques de esquina, dos goles en apenas cuatro minutos. Lautaro empató el partido y Pavard, con un cabezazo, puso de nuevo a los de Inzaghi por delante en la eliminatoria.
El Bayern, lejos de rendirse, se volcó sobre la portería italiana. Dier, casi sin ángulo, logró el empate tras otro córner y los últimos minutos fueron un asedio alemán. Coman, Müller y Gnabry lo intentaron de todas las maneras, pero el Inter, parapetado y con el corazón en un puño, resistió hasta el pitido final. El empate a dos clasificó a los nerazzurri, que supieron sufrir y sobrevivir a un Bayern que murió de pie, pero sin premio.