Dos meses. Ese fue el tiempo que necesitó el Racing de Santander para recuperar su sonrisa, pero lo hizo a lo grande. Un imponente 6-0 ante el Racing de Ferrol en El Sardinero reavivó las esperanzas de un club que siempre encuentra su fuerza en el corazón de Cantabria. No fue solo una victoria; fue un billete de ilusión con destino a los puestos de ascenso directo a Primera División.
José Alberto López supo interpretar el alma racinguista. Apostó por un 4-4-2, confiando en la conexión letal de Arana y Karrikaburu en la delantera. Desde el inicio, el equipo impuso un ritmo avasallador. Andrés Martín rompió el hielo desde el punto de penalti al cuarto de hora, y antes del descanso, Arana y Sangalli terminaron de sentenciar a un Ferrol que nunca pudo contener el vendaval verdiblanco. En la segunda mitad, Pablo Rodríguez firmó un doblete y Karrikaburu puso el broche final.
El resultado fue más que una goleada. Fue una liberación que recordó los mejores momentos de la historia racinguista, como aquel ascenso épico de 1992-93 con Quique Setién en el campo y Paquito en el banquillo, o las noches de gloria en Europa bajo el mando de Marcelino en 2007-08. Los racinguistas recuerdan con cariño estos triunfos, aunque este año parece que el equipo está decidido en seguir escribiendo nuevos y gloriosos capítulos en su historia. El carácter fuerte de Cantabria se ve reflejado en este Racing que, más allá de luchar en el campo, ha sabido sortear crisis, descensos y momentos de incertidumbre. Como en aquella temporada 2001-02, cuando Quique Setién y Nando Yosu devolvieron al equipo a Primera, o en los años duros en Segunda B, el club siempre ha encontrado en su gente una razón para seguir adelante.
Este Racing está haciendo algo más que ganar partidos: está reescribiendo su historia. La victoria en Zaragoza o los triunfos en Castellón y Tenerife son hitos de una campaña que promete emociones hasta el final. Anoche, bajo las luces de El Sardinero, quedó claro que cuando este equipo juega, no lo hace solo por tres puntos: lo hace por devolverle a su afición el orgullo de ser verdiblancos.