Nos pasamos la vida esperando. Esperando el momento perfecto, la oportunidad y el día indicado para empezar a vivir de verdad. Y mientras tanto, los días pasan y los abrazos que no damos se pierden en el tiempo. Pensamos demasiado en lo que nos falta y muy poco en lo que tenemos. Pero hay quienes, con la certeza de que cada día es un regalo, nos enseñan que la vida es ahora.
Juan Carlos Unzué ha convertido su historia en una lección para todos. No se aferra a lo que un día fue ni se lamenta por lo que pudo ser. Vive con intensidad, porque siente que cada instante cuenta. Porque el valor de la vida no está en los años que nos quedan, sino en la forma en la que decidimos habitarlos. No se trata de medir el tiempo, sino de llenarlo de momentos que merezcan ser recordados.
Recientemente, anunció su retirada como comentarista en DAZN debido a la progresión de la ELA. Pero su despedida no es una rendición, sino una adaptación. Unzué sigue manteniendo su ilusión para visibilizar la enfermedad y exigir un apoyo real para quienes la padecen.
Su mentalidad ganadora, la misma que lo llevó a defender la portería en equipos de élite y a dirigir desde el banquillo, hoy es su mayor fortaleza. “Yo no elegí la ELA, pero sí elegí cómo vivir con ella”, ha dicho en múltiples ocasiones. Y su elección ha sido clara: vivir cada día con intensidad, con gratitud y, sobre todo, con un compromiso inquebrantable hacia quienes también padecen esta enfermedad.
En un mundo donde el fútbol suele mirar hacia adelante sin detenerse, Unzué ha logrado algo excepcional: que su mensaje perdure. Su lucha no es solo por él, sino por todos aquellos que enfrentan la ELA en silencio. Ha liderado iniciativas, ha promovido la investigación y ha conseguido que su testimonio despierte conciencias.
Su historia no trata de la enfermedad, sino de la vida. De exprimir cada segundo, de agradecer lo que tenemos en lugar de lamentar lo que falta. No esperemos más. No esperemos a que algo nos sacuda para empezar a disfrutar lo que tenemos hoy.
