Hay frases lapidarias. ‘Tenemos que hablar’ es una de las más manidas. La cosa no va a acabar bien después de eso; es un preliminar sin final feliz. Lo sabemos todos porque probablemente la hayamos usado o escuchado, posiblemente ambas. Incluso lo canta Bad Bunny en los tiempos de ahora. Por mucho peinado extravagante, se ve que hay cosas que nunca pasan de moda. Lo conocen también en Can Barça y en el Metropolitano. En una noche donde se pronunciaba el desamor, las pérdidas de balón sentenciaron a los de Simeone y la falta de efectividad del conjunto culé le pudo costar demasiado cara a los locales.
Era toda una evidencia que Joao Félix quería destacar frente al Atleti. Al portugués le dijeron ‘vamos a darnos un tiempo’. Y eso ya sabemos qué significa. Xavi también, así que no dudó en incluirle en el once para que su ego y amor propio recorriera la zona de tres cuartos. El jugador no se cortó lo más mínimo delante de su ex: fanfarroneó de su nueva relación y celebró su gol decisivo a lo grande. Todo indica que estaba deseando que llegara ese momento. Joao se aferra a demostrarle al Barça que es capaz de mantener un idilio.
Hay otros, como Griezmann, que ya no sienten la necesidad de tirarle nada en cara a su antiguo amorío, a pesar de que algún domingo nostálgico aún pueda tener un vago pensamiento sobre qué hubiera sido de esa relación en otras circunstancias. El Principito se metió en un noviazgo de exigencia mientras el Barça todavía coqueteaba con demasiadas piezas. El francés no terminó de encajar y le soltaron aquello de ‘no es por ti, es por mí’. Antoine vive esos reencuentros desprevenido, sin arrebatos, sin emperifollarse, sin brillar excesivamente. Sin embargo, sus números, su clase y su estabilidad acreditan que lo tiene superado. Nadie se siente más amado con el Cholo, capaz de recuperar su mejor versión.
Y luego está Memphis, buscando acumular más minutos. A él se lo dijeron bien claro, sin tapujos: ‘he conocido a alguien’. Las llegadas de Lewandowski y Raphinha le dejaron en un segundo plano. En el banquillo, se gestó la separación y se marchitaron por completo sus últimos sentimientos. Anoche llegó tarde a la fiesta, pero estuvo a punto de poner el colofón. Sin embargo, siempre hay un colega dispuesto a poner paz en las peleas de desengaños. Iñaki Peña lo tuvo claro, salió al rescate con una parada que evidenció su solvencia. Evitó que las botas del neerlandés pudieran herir a los blaugrana. El guardameta estuvo atento, ya intuía que del amor al odio hay sólo un paso.