Es muy fácil sonreír cuando todo va bien, sacar pecho es algo que se nos da bien a todos cuando las cosas marchan como la seda, pasa en todos los ámbitos de la vida. En la política, en la economía, en la sociedad, te pasa a ti, le pasa a tu madre y le pasa a tu perros, nos pasa a todos y cómo no, también pasa en el fútbol. Cuando las cosas van de cara a tu equipo es muy fácil ahondar en una herida ya hecha, cuando tu equipo es superior, golea, domina y disfruta es fácil aprovechar para marcar goles y lucirte, cuando las cosas van al revés, todo se complica.
Precisamente en ese contexto se mueven Cristiano Ronaldo y Leo Messi cada partido que juegan. Hay rivales que le ponen facilidades a sus equipos y rivales que no, rivales que les permiten que les goleen y rivales con un entramado defensivo impenetrable. Cristiano y Messi son las estrellas de sus equipos y por ende la afición espera que tiren del carro siempre, vaya el partido como vaya y jueguen contra el rival que jueguen, porque ambos se llevan repartiendo el Balón de Oro, máximo galardón individual del fútbol desde el año 2008, y siempre se espera lo máximo de ellos.
La gran diferencia que hay a día de hoy entre uno y otro es que cuando el Real Madrid está sufriendo, las cosas se le ponen en contra, encajan un gol, pierden la posesión, reciben ocasiones y el rival pone las cosas difíciles, la figura del astro portugués desaparece con la misma facilidad con la que ha aparecido cuando el Espanyol o el Malmö le ponían mil y una facilidades para aumentar sus registros goleadores. Lo fácil es estar cuando todo va bien, lo difícil y para lo que su afición le quiere y su presidente le paga, es para tirar del carro en los otros momentos, cuando la cosa no marcha, y es algo que esta temporada no está haciendo y el Real Madrid echa en falta.
En el caso opuesto tenemos a Leo Messi, el cual, cuanto más difícil está el partido y peor van las cosas, es más fácil que aparezca para avivar el fuego de su equipo, para que sus compañeros no bajen los brazos y sobre todo confíen en que son capaces de cualquier cosa. Ese espíritu de Messi es el que el Barça lleva utilizando desde el pasado 3 de octubre, último día en el que cayeron derrotados, para no conceder nada al rival. Cuando las cosas se ponen en contra, cuando la superioridad rival parece insalvable, cuando el equipo no está jugando bien, aparece la estrella, aparece Leo Messi para igualar la situación para acortar distancias o simplemente para generar juego, ocasiones y goles, que es precisamente para lo que más vale en esto del fútbol.
Florentino Pérez y Josep María Bartomeu no pagan a Cristiano y Messi para que cuando las cosas se les pongan en contra critiquen a sus compañeros, se quejen del árbitro, malmetan contra su entrenador, desprecien a los servicios médicos del club o simplemente desaparezcan del terreno de juego. A Cristiano y a Messi se les paga para tirar del carro, para ser ejemplares y enseñar el camino al resto del equipo, para correr como los que más, para ayudar, para generar fútbol, para crear juego, para marcar goles, para provocar ocasiones y por encima de todo, para liderar al equipo cuando la cosa va mal. Porque lo fácil es destacar en las buenas, pero lo difícil es hacerlo en las malas. Por eso mismo el aficionado al fútbol debate sobre si Messi es el mejor jugador de la historia del fútbol y no sobre si Cristiano Ronaldo lo es. Porque el portugués donde más aparece es en las buenas y donde más desaparece es en la malas, mientras que el argentino prefiere tirar del carro cuando la cosa va mal y cederle el testigo a sus compañeros cuando las cosas van bien. Esa diferencia entre ambas estrellas es lo que hace que el Barça vaya camino de ganar un nuevo triplete y el Real Madrid vaya camino de otro año en blanco, porque hay que estar más en las malas que en las buenas.