Entre tanta barahúnda de críticas hacia su estilo de juego, alguien tenía que pensar diferente. No son pocas las personas que en los últimos días han criticado duramente la forma de jugar de Neymar en ciertos momentos del partido. Para ser más exactos, la crítica normalmente está enfocada a su forma de “provocar” a los rivales en partidos ya resueltos. “En los minutos finales de un partido que ya está cerrado no se puede hacer ese tipo de regates. Eso es una provocación y una falta de respeto”, defienden muchos detractores del juego del astro brasileño.
A ellos, y a todos, planteo una pregunta: ¿acaso el fútbol no es un juego en el que uno de los mayores factores diferenciales durante un partido es la estrategia?
Luis Enrique: «El reglamento permite regatear con 4-0 y con 0-4»
Neymar es un jugador típicamente brasileño, de esos que aprendieron de pequeño jugando al fútbol sala el bonito arte del regateo. Como yo, todo el que haya seguido sus pasos desde sus inicios en el primer equipo del Santos, puede conocer de primera mano la forma de jugar de Neymar, la cual solo ha cambiado para mejorar. En su estilo de juego ha estado siempre muy presente el regate, pero no únicamente como adorno para algunas jugadas del partido, sino como un elemento estratégico condicionante en el devenir de los partidos.
¿Por qué es tan admirable mantener un resultado ya cerrado con un juego de posesión desesperante para el rival y tan criticable buscar esa desesperación con el regate, el mantener el balón pisado para que el rival se desquicie y no pueda hacer nada para robar la pelota?
No escribo para negar que Neymar haga uso de una forma de jugar provocadora, sino para defenderla siempre dentro de la legalidad. Y eso es lo curioso, que incluso a veces se defiende antes una entrada agresiva que el intentar sacar al rival del partido con regates y filigranas. Neymar, eso lo hace y es uno de los mejores del mundo. Tanto en el Santos como en el Barcelona y en su selección practica ese estilo de juego y hasta ahora no le ha ido nada mal. En más de una ocasión (y dos y tres y cuatro…) ha conseguido lo que buscaba: desesperar al rival, sacarlo del partido y que le muestren cartulina amarilla (a veces la segunda).
Puede gustar más o menos, nadie está obligado a admirar el juego de Neymar, pero el día que falten jugadores como él, el fútbol habrá perdido gran parte de su magia.