El arranque no está siendo el deseado. De hecho, hasta sorprende que la andadura en la competición que últimamente tan bien hemos sabido dominar (esa que, cuando se escapa, te machaca recordándote tus pinchazos a lo largo de la temporada) haya empezado con una sucesión de tropiezos tan sonados.
Vaya por delante que considero los goles como la esencia absoluta de este deporte, y que como dijo Johan Cruyff en una de sus frases más célebres, prefiero ganar 5-4 que 1-0 porque esto será un claro síntoma de que el partido ha sido un espectáculo para el aficionado. Sin ir más lejos, disfruté tanto con el Tottenham Hotspur – FC Barcelona que poco me importaron los dos goles recibidos en Wembley. Pero el problema que trato de advertir a continuación va más allá de las cifras de goles que podemos tener a favor o en contra. Va ligado a las sensaciones, estos pronósticos que nuestra mente elabora de forma subjetiva y que nos hacen creer capaces de vaticinar algo que está por suceder.
Considero que el equipo se encuentra en un momento de fragilidad defensiva preocupante. Pese a que el ya histórico problema de “hay que fichar a un central” parece por fin resuelto y que los cuatro centrales que tenemos forman un más que correcto elenco defensivo, creo que por una cuestión tan capital como ‘los picos de forma’ nos estamos encontrando con un escenario que no esperábamos a inicios de octubre.
Hay un dato numérico al que no voy a dedicar mucha atención, pero que creo que nos viene bien para refrendar lo expuesto. Tras ocho jornadas de Liga, el Barça ha encajado nueve goles. El año pasado, y tras las mismas jornadas, habíamos encajado solamente tres. Hablamos del triple de goles recibidos a estas alturas, con el agravante que en cinco de estos ocho partidos ligueros el equipo ha permitido que el rival se pusiera por delante en el marcador. Dudo que la repetición sistemática de esta situación desfavorable esté ligada únicamente a la mala suerte.
Un tema en el que sí quiero detenerme es en el momento que están atravesando los cuatro centrales del equipo. Al poner el foco de análisis sobre ellos vemos que, por un motivo y otro, ninguno ha podido desempeñar aún sus capacidades de manera efectiva. En otras palabras, ninguno ha podido convertir en excelente su contribución a la preservación de este muro defensivo que conforman. Samuel Umtiti, altamente solvente por costumbre, ha notado en este inicio de temporada el desgaste de un exigente Mundial y la cantidad de minutos disputados de forma ininterrumpida. Algo parecido sucede con Gerard Piqué, que al tener aún consolidado (¿y asegurado?) su puesto como titular, se ‘permite’ espacios de desconexión fuera y dentro del campo que están saliendo más caros de lo deseado. Clement Lenglet, notable en prestaciones y excelente en actitud, no goza de la consideración suficiente para acceder a más minutos de los que tiene (algo que no puedo entender) y acabar derribando el muro de la titularidad, que no tengo dudas que acabará llegando. Por último tenemos a Thomas Vermaelen, siempre aplicado y expeditivo, que sigue siendo una solución interesante para dar descanso a los tres anteriormente citados y un recurso en el que puedes seguir confiando. En definitiva: hablamos de cuatro piezas que, por una serie de razones, no han acabado de ser explotadas con toda la eficacia posible, alejándonos así de la estabilidad defensiva deseada por todos.
¿Hay que otorgar toda la responsabilidad a estos cuatro individuos? No. La estructura defensiva tiene infinitos matices, empezando por el trabajo de una línea atacante que es precisamente la encargada de incomodar la salida del balón del rival e imposibilitar su llegada a esos jugadores que pueden poner en apuros a nuestros centrales. Otro aspecto que refuerza cualquier estructura defensiva pasa por la apuesta firme que un equipo decide hacer por el juego de toque y por la priorización absoluta de la posesión del balón. La razón es tan obvia que no hace falta detenerse mucho en su justificación: mientras tú tengas el balón, el rival no lo tiene. Si el rival tiene el balón mucho menos tiempo, disminuye el número de acciones de peligro que puede crearte. Y si le concedes menos acciones de peligro, menos goles vas a recibir. Este simplísimo caso nos recuerda que el juego de posición y la apuesta por el control del juego no solo nos hace disponer de armas más eficaces en la faceta goleadora, sino que nos proporciona un escudo mucho más poderoso a nivel defensivo.
Tomando como referencia este último matiz, no conviene pasar por alto la introducción (ojalá definitiva) de un organizador y productor de juego como Arthur en el once. No solamente para ofrecer soluciones del centro del campo en adelante, sino para ser eficiente en una parcela a la que no prestamos tanta atención como deberíamos: oxigenación, ofrecimiento y salida al rescate de una línea defensiva que, en demasiadas ocasiones este inicio de temporada y ante la falta de un perfil como el del brasileño, ha tenido que desarrollar funciones que no forman parte de su ámbito de actuación. Y todos sabemos que en la vida, si pasas por un mal momento, necesitas de todo menos tenerte que ocupar de aquello que no te hace sentir del todo cómodo. Todos sabemos que, en momentos de fragilidad, no hay nada que agradezcas más que un cobijo o un acompañamiento que te haga el camino más fácil hasta que consigues recuperarte.
Y sí, estamos en un momento en que toca recuperarse antes de que sea demasiado tarde.
«Jugar al fútbol es muy simple, pero jugar un fútbol simple es la cosa más difícil que existe». #GràciesJohan
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