Ante la desmedida crítica que puede estar a punto de hacer un lector justo después de leer el título de este artículo, salgo al paso para pedirle que siga leyendo antes de lanzarla. Porque no, este artículo no hace ninguna referencia al peso corporal ni a la constitución física del delantero uruguayo del FC Barcelona.
Mi propósito es compartir una reflexión que está a la orden del dia entre la afición culé. Sin entrar en detalles acerca de las peculiaridades del entorno que conformamos, quiero aportar mi punto de vista en el debate sobre el peso de Luis Suárez… dentro del equipo. Y aquí sí quiero detenerme para reforzar un planteamiento que muchas veces genera confusión o, simplemente, es criticado por no ser leído con toda la atención que requiere. El hecho es bien simple: no creo que la postura de todas las personas que ponen en cuestión el estatus o papel de Suárez vaya acompañada del radical “hay que vender a Suárez sí o sí”. Aunque puede haber un sector que sí lo piense (algo totalmente lícito) y puede que de aquí a final de temporada acabe convenciéndome de ello, el enfoque con el que hoy quiero poner sobre la mesa el peso de Suárez en el equipo no va estrictamente ligado a una venta.
En cualquier equipo de fútbol hay diferentes roles y estatus. Se trata, de forma resumida, de la ascendencia que un jugador se ha ganado dentro del grupo gracias al elevado protagonismo que ha tenido en los éxitos de los últimos años. No cabe duda que el jugador uruguayo ha sido decisivo en un ciclo más ganador del que parece desde su aterrizaje en el club, ya que estamos hablando de nada más y nada menos que doce títulos en cuatro temporadas. En todas y cada una de ellas, Luis Suárez ha estado a un gran nivel en la faceta del juego a la que asociamos la figura del nueve: los goles.
Sin embargo, creo que no es ninguna exageración afirmar que estamos viendo a menudo a un Luis Suárez no del todo efectivo en el juego de combinación a alta velocidad que debería tener el Barça del centro del campo en adelante. También es sabido que la técnica no es uno de sus puntos fuertes, hecho que le convierte en un jugador mucho menos resolutivo en momentos en los que conviene intercambiar posiciones o dibujar nuevos escenarios a partir de los cambios que el entrenador introduce en un partido. En definitiva, hablamos de un jugador que está empezando a sufrir cuando tiene que jugar fuera del área, partiendo desde algún costado y teniendo que encarar al rival en el uno contra uno.
Volviendo a su puesta en escena como ‘nueve’ y analizando todos los recursos tácticos que puede aportar dicha figura, no descubro nada si digo que se están empezando a echar de menos algunas de las cualidades en las que era referencia absoluta. ¿Un ejemplo? El “apoyo y ruptura”, esa acción en la que ejercía de muelle de descarga y que le servía para proteger el balón y girar sobre sí mismo para ejecutar la acción que el equipo necesitaba en aquel momento, ya fuera para conducir él mismo y avanzar hacia portería o devolver el balón al compañero que venía tras desmarque, aumentado así la velocidad de circulación. Su destreza para el amarre ofrecía soluciones constantes al equipo a nivel ofensivo y (requisito ante cualquier apuesta por el juego posicional) generaba superioridad efectiva en zona de tres cuartos. Entonces, ¿cual es el problema ante el que se está encontrando Suárez? ¿Acaso se le ha olvidado todo esto?
Para nada. Simplemente, es un síntoma más de que algo está cambiando en él, de evolución física y futbolística. Un aviso que este deporte manda a todos los jugadores a medida que van cumpliendo años. Un aviso de que quizás aquello que hacías antes con una facilidad pasmosa ya no va a salirte igual. De que tienes que buscar en tus piernas, pero también en tu interior, la forma de seguir siendo útil al equipo. Un aviso de que quizás quien antes era insustituible ahora debe formar parte de la rotación que todo equipo debe tener (más si la experiencia nos dice que en los meses decisivos necesitamos piernas con menos carga de minutos). Un aviso de que aquel estatus del que antes hablábamos tiene fecha de caducidad. Un aviso de que el tiempo pasa para todos (menos para el diez) y que llegará el día de afrontar decisiones que no son las que desearías.
Considero que el ciclo de Suárez en el Barça no puede ir más allá de lo que conocemos como ‘corto plazo’. Pero no es una opinión hecha desde el punto de vista destructivo, ni mucho menos. Se trata de un planteamiento generado por simple naturaleza futbolística, que me lleva a aceptar que el período de mayor esplendor del uruguayo no solo ha pasado, sino que es remotamente complicado que pueda volver. Lo único que contemplo a corto plazo es empezar a preparar el terreno para una de las decisiones más complicadas que el cuerpo técnico deberá tomar en los próximos meses: la redefinición del peso que Luis Suárez debe tener en el FC Barcelona.
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