El Barcelona anunció hace unas semanas su presupuesto y lo presentará a su asamblea de compromisarios en pocos días. En un inexorable camino hacia los 1.000 millones de euros de ingresos, el equilibrio en la presente temporada se producirá en torno a los 897 millones, muy por encima de sus dos grandes rivales en el campeonato doméstico, Real Madrid (unos 690 millones de euros) y Atlético de Madrid (sobre los 343 millones de euros).
Pese a contar con una entrada inesperada de capital, la cláusula de rescisión de Neymar, de más de 200 millones, el club tiene en mente alcanzar en uno o dos ejercicios esa cifra redonda de los 1.000. Para dar una idea de la magnitud de esta cifra, a la comparación con su competencia puede añadirse el presupuesto de Mercedes o Ferrari en la Fórmula 1, rozando sin llegar a los 500 millones de euros, y el de la escudería más modesta, Sauber, que con sus 90 millones de euros no podría componérselas para pagar los salarios de un cuarto de la plantilla en el Camp Nou.
La cantidad es enorme y da unas pistas sobre quién manda en la sociedad. Los políticos de todos los colores están atravesando una etapa en la que se arrogan más importancia de la que pueden tener y olvidan en qué parte se encuentra el verdadero poder. La actualidad lanza titulares sobre la mudanza de la sede social de algunas empresas lejos de Catalunya, con lo que los temblores en la mal nombrada clase política y también en la económica no han tardado en producirse, conscientes con retraso de la influencia del capital en la mayoría de acontecimientos cotidianos.
Existen diversas formas de medir la riqueza y el Producto Interior Bruto (PIB) es una de ellas, aunque se trata de un sistema cada vez más cuestionado. Como la intención de esta comparativa permite cierta lasitud en el análisis, consideraré este indicador, por otra parte no descartado en todos los círculos. En el caso de Catalunya, el municipio con el mayor PIB es la ciudad de Barcelona, con más de 64.000 millones, muy alejada de la segunda localidad de la tabla, L’Hospitalet de Llobregat, con 5.700 millones. Pero con el presupuesto azulgrana, el club convertido en población ocuparía el lugar 37 de toda la comunidad autónoma, entre los 909 millones de Tortosa y los 879 de Sant Adrià del Besòs. Ayuntamientos como Sant Just Desvern, Blanes, Olot, Sitges, Cambrils, El Masnou o Banyoles estarían por detrás del Barça, convertido en la empresa número 28 de toda Catalunya con esas cifras en cuanto a facturación y la 167 del estado español.
(Getty)
Al subir la escala pierde poder el Barça pero aún así es capaz de tener un presupuesto superior al de los cinco países con un PIB más bajo del mundo juntos (Tuvalu, Nauru, Kiribati, Islas Marshall y Palau), desconocidos en su mayoría pero naciones oceánicas independientes y todas ellas participantes habituales en los Juegos Olímpicos. En la circunstancia de que el Barcelona fuera un hipotético estado, su ubicación en la relación del PIB estaría entre Samoa y St. Kitts & Nevis, y cerca del país africano de Gambia, cuyas cifras se hallan alrededor de los 960 millones de euros.
Hasta ese punto llega la dominancia del mundo empresarial y, en este caso, deportivo. Sin embargo, la cantidad divulgada por la entidad barcelonista se queda en nada si la comparación se realiza con las grandes multinacionales. La empresa que mayor facturación presentó el año pasado en todo el mundo lo hizo con unos 485.000 millones de euros, lo que la situaría como el país número 24 del planeta, entre Suecia y Nigeria. La suma de las cinco compañías que más facturan supera al conjunto de los cien países más pobres y la agregación de las diez mayores empresas deja pequeña la de los 34 países más ricos de la OCDE, a excepción de los Estados Unidos.
Este es el mundo que hemos heredado y el que estamos construyendo, por llamarlo de algún modo. Las desigualdades sociales se extienden al deporte y cada vez resulta menos frecuente encontrarse sorpresas agradables como la clasificación de Islandia para la Copa del Mundo de fútbol o la supervivencia en la élite de equipos como el Leganés. Mientras la sociedad y la política circulan en direcciones opuestas, el negocio, con algunos deportes incluidos, es el que asfalta sus caminos.
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