Hay, a grandes rasgos, dos formas de correr. Se puede correr con la elegancia y el porte de Haile Gebreselassie, o como Cary Grant perseguido por el avión en «Con la muerte en los talones». Con la suficiencia de Forrest Gump o como Shaquille O’Neal o Roberto Dueñas cuando el juego se aceleraba y les tocaba hacer un coast to coast. Es decir, se puede correr disfrutando del momento o correr como huyendo, por obligación, porque la vida no te concede otra opción en ese momento.
Yo reconozco que soy del segundo grupo. Que cuando corro por por las calles de Barcelona, por la Via Verda en Benicàssim o por la costa de L’Escala lo hago por estar sano y lo que me motiva es la cervecita de después.
Pues bien, creo que Sergio Busquets es de este segundo grupo. A Sergio lo que le gusta es jugar a fútbol (y lo hace de vicio) pero me cuesta creer que hubiera destacado en el atletismo. Ésto, durante años, no ha sido un problema grande para él, que nació para la élite futbolística en el Barça de Guardiola, un conjunto que viajaba junto y que tenía como idea que se jugara en el último tercio del campo rival el 75% del tiempo del encuentro. Esa idea, al menos en parte, se mantenía en la selección española. Busquets era feliz, enseñándonos sus múltiples virtudes y, sobre todo, escondiendo sus carencias.
Pero el fútbol ha ido cambiando. Lo que hace unos años era una dicotomía entre intentar parecerse al equipo de Guardiola o tratar de competirle con las armas contrarias (cediendo la posesión y planteándose atrás para salir a la contra) se ha tornado un juego en el que casi todos los equipos tratan de ser potentes en todas las fases del juego (ataque estático, transición ofensiva, defensa estática y transición defensiva, además del balón parado). Pero, además, ante la mejora de los equipos en su organización defensiva, los ataques veloces han ganado terreno. Conclusión: vivimos en un fútbol de transiciones constantes. Y ahí la figura de Busquets queda bastante desdibujada
En este artículo, que es crítico y pretende dibujar el por qué le está costando a Busquets últimamente, me gustaría escribir que creo que los organizadores están infravalorados en el fútbol. Que valoramos mucho más al centrocampista que no para de robar balones, o al que llega mucho al área y marca goles, o al que da numerosas asistencias. Pero somos algo injustos con el que da fluidez al juego, al que su mayor virtud es empezar con criterio los ataques de su equipo. Es decir, sigo pensando que Busquets hace muchas cosas muy bien. Supongo que me hago mayor y me cuesta ser radical, veo matices en casi todo. Pero hay que ponerlo todo en la balanza y creo que al Busi le vemos más sufrir que disfrutar.
Estos próximos meses serán clave para Sergio. De su rendimiento dependerá mantener la vitola de 6 titular en la próxima Eurocopa con España y su consideración también en el Barça. Si me preguntan dentro de 15 o 20 años por el mejor mediocentro que vi, uno de los que me vendrá a la cabeza será Busquets. Pero siendo sincero, me cuesta vislumbrar a un gran Busi a partir de 2021. Más que corriendo, lo visualizo huyendo. Como a Cary Grant en «Con la muerte en los talones».