Si se caracteriza por algo el Barça esta temporada es por su productividad. No es un equipo inmensamente atractivo de ver, pero tiene una capacidad bárbara para competir con cualquier rival y bajo cualquier contexto. Carece de la diversión que te puede ofrecer un máster en artes escénicas, pero sabes que encontrarás curro en prácticamente la totalidad de las ocasiones. El Barça de Ernesto Valverde es estudiar empresariales.
Ante la ausencia de desequilibrio e imaginación individual, Messi aparte, no hay otro que haga las cosas que hace él, el técnico extremeño ha dotado al conjunto azulgrana de seguridad defensiva basada en la fiabilidad de Ter Stegen, el liderazgo de Piqué y la mejor versión de Jordi Alba. Junto con la polivalencia que te aporta siempre Sergi Roberto, ese alumno que todo profesor desea en su aula. Es muy complicado ganar a este Barça y buena prueba de ello son sus visitas al Juventus Stadium, Wanda Metropolitano, San Mamés y Estadio de la Cerámica. Solo un tanto encajado en estos cuatro duros exámenes.
Si bien la defensa está funcionando relativamente bien, en ataque hay varios jugadores capaces de aportar desde el banquillo con mayor asiduidad que en épocas pasadas. Denis Suárez, Paco Alcácer, Paulinho y, en menor medida, un Deulofeu que sigue buscándose pero lejos de encontrarse, secundan a un Leo estelar y una versión poco habitual de su inseparable pistolero uruguayo. A la espera de Dembélé, el alumno aventajado obligado a subir de curso, 23 partidos, 18 victorias, 5 empates, 55 goles a favor y 8 en contra sin contar la Supercopa de España. A todos se nos “olvida” estudiar algún día.
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La mayor virtud de Valverde ha sido hacer del equipo que maravilló a Europa por su juego colectivo, precisamente eso; un equipo. Una sociedad que funcione como un todo en lugar de una bestia anárquica con tres cabezas que te mataban en el área pero que ponían de manifiesto las carencias en la retaguardia del monstruo. Capaz de lo mejor o de lo peor. Pero, ¿será eso suficiente cuando lleguen los otros monstruos? La Supercopa de España lo pone en seria duda, aunque es cierto que siempre cuesta cambiar el ritmo del instituto a la universidad y que las notas se entregan a final de curso. Hay que apoyar al alumno.
A expensas de tramitar el Erasmus de algún chico con ganas de estudiar que aporte la fantasía que se llevaron a París, ante la oposición de la universidad de Liverpool, y algún otro compañero para ayudar a Samu y Gerard en la parte de atrás de la clase, la sensación es de que las lecciones de Valverde tal vez no sean tan divertidas como con algún viejo catedrático que actualmente imparte ahora las suyas en Manchester, pero siempre es mejor mantener un 8 en todos los exámenes que compaginar un excelso 10 con un decepcionante 4. No siempre gana el mejor, pero el más regular siempre compite y esa es pregunta de examen con Ernesto Valverde, licenciado en Administración y Dirección de Partidos.
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