El sorteo de la Copa del Rey deparó uno de los duelos más nostálgicos que podía alcanzar a cualquier aficionado del Real Zaragoza: el enfrentamiento contra el Valencia evoca de manera inevitable un verano de 2004 en el que, lejano ya, el club maño consiguió su último título.
En Mestalla, un 24 de agosto, el Real Zaragoza venció con claridad 1-3 al Valencia para levantar la Supercopa de España. Los blanquillos tiraron de casta para remontar el 0-1 en contra de la ida en La Romareda para conseguir su primer triunfo en la Supercopa y el último de los nueve grandes títulos de su larga historia.
Luis García ocupaba por aquel entonces la portería; Gaby Milito y Álvaro Maior formaban una inexpugnable pareja defensiva, con el gran capitán Cuartero por la derecha, que poco a poco dejó su hueco a Leo Ponzio. Un joven Alberto Zapater, de apenas 19 años, comenzaba a hacerse hueco como futuro líder de la medular maña aprendiendo del veterano Movilla.
El ataque era sinónimo de creatividad y goles: Galletti y Cani ocupaban las bandas, Savio Bortolini encarnaba la magia con un bisoño David Villa como punta de lanza, junto al veterano Javi Moreno, que vivía una segunda juventud. El local Víctor Muñoz dirigía desde enero al equipo desde el banquillo.
Con unos excepcionales Savio y Villa, el Zaragoza acalló al contragolpe a la afición local: los goles de Álvaro, Galletti y Javi Moreno anularon completamente al nuevo proyecto del Valencia post-Benítez con el retorno de Claudio Ranieri y los italianos, que ni siquiera duraría toda la temporada.
El Real Zaragoza, unos meses antes, había ganado su sexta Copa del Rey tras vencer en una épica final en la prórroga al Real Madrid: los goles de Dani García Lara, David Villa y Luciano Galletti, dieron el merecido título a los zaragocistas.
Todavía le quedaban dos años al Zaragoza en la gran élite del fútbol español. Un ciclo que se cerró con la aun increíble goleada por 6-1 frente al Real Madrid en mayo 2016, con cuatro goles de Diego Milito y dos de Ewerthon.
Ese mismo verano, Agapito Iglesias compró el club y, tras el espejismo de la primera temporada con la última clasificación europea, lo destrozó. Aun pagan actualmente el Real Zaragoza y su afición aquella terrible decisión que llevó al club a la quiebra y todavía le obliga a vagar por la Segunda División.
En la memoria, más de una década después, aquellas grandes noches del Real Zaragoza. Ahora, más que nunca, con la esperanza de volver.
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