La película que podría escribirse este verano sobre Neymar parece no tener un final feliz. Invita a sacar palomitas. De esos cubos interminables que venden en los cines, invadiendo todos sus pasillos con su peculiar aroma. Sin embargo, el final dista de la mayoría de películas de Disney. Aquellas que enganchan al espectador con su guión, a pesar de saber con antelación que su final es el deseado.
El final de Neymar en Barcelona no puede describirse como dichoso. Todo apunta a que el casting le otorgó el papel de villano, dejando de ser héroe a medida que pasan los minutos, y sus acciones le han encasillado en esa representación.
Creemos que los jugadores son de nuestra propiedad. Nos invadimos de un sentimiento y una creencia que resulta dispar a la realidad. Neymar es el único dueño de su destino, y también el único responsable de sus hechos.
Estos días hemos podido leer diversas noticias y artículos sobre la cronología de un fichaje anunciado. Lo que empezó con la interpretación de humo, ha terminado por no ser ficción. Ya no sorprende a nadie que Neymar coja sus maletas para marcharse a otra liga. Incluso, parece que ya no duele tanto.
Los textos han estado ofreciendo un ultimátum al brasileño que, lejos de reaccionar, ha ido sumando gestos que le han puesto en contra de una afición que a primera instancia quiso defender su salida, con la intención de retrasar su vuelo y con el deseo de cancelarlo.
Los jugadores no nos pertenecen. Son libres de tomar el camino que consideran más adecuado para llegar a su meta.
¿Es solamente una cuestión de dinero? Tal vez sí, y esto dé una explicación a aquellos reticentes a la idea de que quiera triunfar en otra liga. Una competición que no tiene presencia en la batalla final europea desde hace 18 años. Quizá la fortuna haya cegado su destino, borrando sus sueños.
O tal vez no. Puede que el coqueteo del PSG haya realizado un acoso y derribo con la convicción más allá de los billetes. Puede que el club parisino pretenda echar toda la carne en el asador. O lo que es lo mismo, toda la inversión. Un todo o nada. Armar un proyecto que, por fin, les haga llegar más lejos para que, justamente el FC Barcelona, deje de ser el rival que les elimine de nuevo. Y puede que a Neymar le hayan puesto una alfombra roja para que sea el gran protagonista. Razón de peso para un alumno de Leo Messi. Porque Neymar, tras cuatro temporadas, también ha crecido.
El astro argentino ha cumplido 30 y, ¿cuántos años de trono le quedan en el FC Barcelona? A día de hoy, con un jugador que se reinventa y que sabe encontrar el recambio de aquellas cualidades que con los años empiezan a menguar, es difícil hallar una fecha para una nueva coronación. Messi sigue siendo el rey, y hay Messi para rato. Porque ya ha demostrado que cuando parecía haber destapado todos sus trucos, todavía esconde uno más en su chistera. Y así sucesivamente. Hinchados de magia, pero con la sensación de que nunca es suficiente, porque siempre quieres más de él.
Neymar tiene cinco años menos. Y seguramente se pregunte cuántos tendrá cuando su compañero deje de ser el número uno del vestuario azulgrana. El brasileño ansía ser el actor principal del cartel, y quizás aquello de jugar al lado del llamado mejor del mundo ya no sea suficiente para saciar el apetito de su proyección.
En ambos casos, nada puede ser reprochable, porque Neymar es solo suyo. Y evidentemente, también de su padre.
Se le puede perdonar hasta el silencio, porque a veces se nos escapan todos los factores que entran en acción, y la mudez es obligatoria. Sin embargo, no es tolerable hablar sin hacerlo. Y menos, cuando las palabras no pronunciadas se descifran a través de gestos que pecan de rozar lo irrespetuoso.
Hace más de diez días que el integrante de la MSN, que maravilló por su buen vínculo dentro y fuera del campo, tomó la decisión inequívoca de mostrarse pensativo en su Instagram. Y no creo que sea de buen gusto para los culés. La guasa de Neymar no empatiza con el sentir de la afición azulgrana.
No ha existido una rápida reacción para calmar las dudas.
Los días pasan y su actividad en redes no cesa. Su mítica sonrisa puede ser el disfraz de la inseguridad, o por el contrario, la prueba que le delata.
Las noticias se multiplican. Una extensa actualización de los movimientos y kilómetros que recorren padre e hijo. Desde los minutos en el vestuario del Real Madrid, hasta los destinos de sus vuelos tras su compromiso comercial en China.
Ante toda expectación, Neymar ha seguido deleitando, firmando grandes actuaciones en el terreno de juego.
Algo que también debe ser referencia en la posible partida del club azulgrana. Es el claro ejemplo de cómo los asuntos de despacho pueden tomar más peso que el de sus botas.
Neymar, en la pasada temporada, se echó a la espalda al equipo en momentos en que su credibilidad se evidenciaba por encima de la del resto del grupo. Estuvimos viendo al claro sucesor del trono, al futuro del FC Barcelona. Un jugador que posee en sus pies esa magia característica de su país natal.
LEER MÁS: El quinquenio de Neymar
Parece que el desenlace del filme se va acercando.
¿Cabe la posibilidad de que quien haya escrito esta historia esconda un as bajo la manga? Se antoja difícil. Porque aunque finalmente no hubiera partida, y el fútbol sea capaz de hacer olvidar, la sensación es que la afición ya no espera ni desea final feliz.
Los aficionados del Barça ya se han pronunciado para entonar las típicas expresiones de ofensa ante lo que sienten desleal.
Neymar ya ha sido acusado de actuar como un mercenario, lamentablemente algo habitual en el pesar que provocan las despedidas no deseadas en el fútbol.
Tal vez sólo se trate de la picardía de un niño que quiere ser mayor y quizás no está preparado. Pero hay grandes cantidades económicas, y la imagen dañada de una entidad deportiva de referencia. Esto no es un juego.
Lo que trasciende de tal forma en el mundo del fútbol no es sinónimo de juguetear. Ni la imagen que uno proyecta a la sociedad. Ni los niños que llevan su nombre en la espalda.
Sería interesante que en las carreras de los jugadores fuera relevante el aprendizaje de los valores, así como asimilar la magnitud de este deporte y mirarse en el espejo de futbolistas de referencia.
Porque al fin y al cabo, hay una verdad en el dolor de sentir una traición fantasiosa. Que Neymar debe ser feliz donde quiera serlo, y que el escudo y los colores atesoran tal significado como para exigir respeto, y concluir las historias de amor de la manera más correcta posible. Acertar para la película un final feliz donde no lo hay.
Editora en SpheraSports. Especialista en Scouting y análisis de juego por MBPSchool. Sport Social Media. Eventos Deportivos
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