El músico italiano Giorgio Moroder y el letrista estadounidense Tom Whitlock, armaron la canción del Mundial de Italia 90. Un’Estate Italiana, fue una canción pegadiza que aún recordamos los que fuimos niños hace ahora 30 años. Cuatro antes, Diego Armando Maradona asombró al mundo en junio de 1986, regalando a los hinchas del fútbol un mes de junio inolvidable. La mayor exhibición individual de un jugador al servicio de un equipo, se vio bajo el incesante y húmedo calor mexicano de un lejano verano de hace ya 34 años.
4 años más tarde, en el Mundial de Italia 90, Maradona ya era un jugador distinto. Llegó a Nápoles en 1984 en olor de multitudes y esos 6 años en la vida napolitana de Maradona, no se pueden describir con palabras. Llegó bien al Mundial, tras dos meses durísimos de preparación con su adorado Fernando Signorini. Maradona y los retos siempre fueron de la mano y nada le motivó más en su carrera que su presencia en un Campeonato del Mundo.
En el Mundial de Italia hay un día y una fecha señalada, el martes 3 de julio de 1990. Ese día, en su adorado San Paolo, se enfrentaron Italia y Argentina por un puesto en la final del Mundial. Los días previos transcurrieron en un ambiente prebélico. Maradona se marchó de Nápoles una noche de marzo del 91 para no volver en mucho tiempo, pero se llevó en la maleta el corazón de los napolitanos.
Han pasado 29 años desde que se fue y sigue presente en todos y cada uno de los rincones de la ciudad. En los días previos a la primera semifinal del Mundial de Italia, decidió iniciar un pulso que tendría consecuencias irreversibles. Maradona recordó a la ciudad de Nápoles los agravios permanentes que sufrían desde otros puntos de Italia y solicitó el aliento de los hinchas para Argentina. Eso no se lo perdonaron jamás en Italia.
La personalidad volcánica de Maradona encontró su morada ideal a las faldas del Vesubio, hasta el punto que se vio con fuerzas para pensar que los napolitanos serían más argentinos que italianos aquella noche en San Paolo. Pero se equivocó. Luego matizó sus palabras, diciendo que nunca pretendió decir que los napolitanos no se sintieran italianos, pero el resto del país ya le había juzgado.
Argentina derrotó a Italia en la tanda de penaltis tras un partido heroico. Cuando Goycoechea detuvo el penalti a Aldo Serena, Maradona, sin saberlo aún, inició un calvario que terminaría con él abandonando Nápoles 8 meses después. Dio positivo por cocaína tras un partido de Liga ante el Bari.
Argentina jugó la final del Mundial con un reguero de bajas. Caniggia, Giusti y Olarticoechea se perdieron la final por acumulación de amarillas, Ruggeri jugó lesionado y Maradona con el tobillo del tamaño de la bota. El resto de los mortales no podríamos caminar así y él jugó la final de un Mundial, aunque lo notó y pasó casi inadvertido.
La pitada al himno argentino por parte de todo el estadio Olímpico de Roma, en los instantes previos a la final ante Alemania, le dolió. Él respondió profiriendo insultos confirmando que su romance con Nápoles seguía vigente al tiempo que su divorcio con Italia era un hecho.
Maradona siempre fue un superviviente y el Mundial del 90 lo demuestra. Sufrió patadas terribles ante Camerún, sacó a pasear la segunda Mano de Dios ante la Unión Soviética, y depositó el balón en la cabeza de Monzón, ante Rumanía, para sellar el pase agónico a los octavos. Allí vacunó a Brasil junto al Cani, para dar nombre a una canción eterna, superó el fallo de un penalti ante Ivkovic en cuartos, marcándole otro a Zenga en semifinales, y solo claudicó en la final. Cuando Codesal vio penalti de Sensini a Völler. 30 años después el mundo aún no sabe si fue penalti.
Diego no anda bien estos días, pero su vida es un constante desafío, como aquel de una calurosa noche napolitana de julio del 90, y Diego los desafíos los gana, por difícil que parezca.