Le costó, pero con el cambio de la línea de cuatro por la actual defensa de tres centrales y dos carrileros que tuvo lugar un par de jornadas después de la reanudación del campeonato tras el confinamiento, Paulo Fonseca consiguió al fin dotar a la Roma de una identidad táctica y competitiva de la que carecía. El paso del 4-2-3-1 al vigente 3-4-2-1, excepción hecha del partido ante el Verona perdido en los despachos por un error en la inscripción de Amadou Diawara, ha llevado a los giallorossi a encadenar en el campo quince jornadas de Serie A sin perder. De hecho, serían segundos en la tabla de esta temporada con el punto del Bentegodi.
Unos resultados, una regularidad y un alto rendimiento colectivo ciertamente impensables al inicio de este mismo curso 2020/2021. Una campaña para la que la Roma parecía haberse reforzado en menor medida y contar con bastantes menos recursos en su plantilla que Juventus, Inter, Napoli, Milan, Atalanta y una Lazio que venía de pelear por el Scudetto hasta la última fecha, poniendo así en serio peligro su clasificación para las competiciones europeas.
Nueva identidad, nuevos protagonistas
La Roma se ha convertido en un equipo vertical, agresivo en su planteamiento defensivo y al que le gusta transitar hacia la portería en ataques rápidos. Su construcción ofensiva nace desde sus centrales (Gianluca Mancini, Chris Smalling y Roger Ibáñez), valientes para ganar metros individualmente, con buen desplazamiento largo para mezclar el juego y llegar también de forma directa hasta Edin Dzeko y pacientes a la hora de elaborar en corto desde atrás atrayendo la presión —un concepto donde el equipo cometió gran cantidad de errores y concedió muchas ventajas el curso pasado— para así encontrar a espaldas de la primera línea a un doble pivote extremadamente dinámico, conformado por dos trequartistas natos, como Lorenzo Pellegrini y Jordan Veretout, dueños de una gran facilidad para escalonarse, saltar la marca en conducción y soltarse sin la pelota hasta incluso pisar la frontal desde segunda línea.
La importancia de las dos primeras líneas en la gestión y gestación interior del juego es total, pero son sus dos mediapuntas verdaderos, Pedro Rodríguez y Henrik Mkhitaryan, los grandes protagonistas del sistema de Paulo Fonseca, los futbolistas a potenciar en mayor grado desde sus constantes apariciones a través de los carriles intermedios que tan bien explotan, los guardianes de la renovada esencia ofensiva y la vertiginosa manera de atacar del equipo. Y lo son incluso por encima de un Dzeko que venía personificando hasta este curso, con todos los honores y de forma prácticamente exclusiva, el papel de buque insignia de la Roma, tanto en la piel del regista adelantado con sus habituales caídas, apoyos, aperturas y descargas, como obviamente en el papel de primordial y casi única canalización definitiva hacia el gol.
Vértigo aprovechado y vértigo generado
Sin embargo, antes que erigir su fase ofensiva con progresiones pausadas o desde las segundas jugadas que Dzeko todavía “recicla” como pocos nueves en el mundo, la Roma prefiere atacar explotando las transiciones y sirviéndose de espacios amplios. De ese modo es como mejor exalta las virtudes de su nuevo núcleo de dos polos: Pedro y Mkhitaryan. El equipo de Fonseca aprovecha los contraataques o directamente provoca este tipo de ataques veloces con su construcción en corto por un lado de su sistema —normalmente el derecho, donde Pedro está bajando a zonas de interior para ayudar con su técnica de pase y apoyos de espalda— para encontrar a uno de los centrocampistas dentro y que sean estos, aún en campo propio, quienes encuentren fácilmente con un envío raso diagonal a uno de los mediapuntas, ya perfectamente orientados para controlar en décimas de segundo y con mucho espacio alrededor de su posición para enseguida verticalizar en conducción hacia la portería rival.
A partir de entonces llegan los desdoblamientos por dentro y por fuera, mientras Dzeko sujeta y hunde a los zagueros hacia su área, ya que la Roma logra llevar a muchos futbolistas a través de todos los pasillos verticales una vez ha cruzado la línea divisoria. Una tarea para lo que resultan absolutamente cruciales los comentados pases diagonales, esos cambios de juego hacia el sector débil de la acción que orientan de forma casi instantánea al mediapunta receptor hacia adelante, hacia la ocasión de gol, hacia una generación muy continuada de ataques ágiles, enérgicos, rápidos y al mismo tiempo muy precisos, con los que normalmente Pedro y sobre todo Mkhitaryan están logrando rajar y dividir al sistema defensivo oponente.
Tanto el armenio, que vive un renacer de las virtudes que le encumbraron en su época a las órdenes de Jürgen Klopp y que es el mejor asistente del Calcio actualmente con una producción de un gol por partido sumando asistencias y tantos marcados directamente; como el canario, que está teniendo un gran impacto en sus primeros partidos en Italia a sus 33 años y ya alejado de la banda pero igual de aplicado tácticamente que siempre; son dos futbolistas asociativos, inteligentes, incisivos, que saben ofrecerse y filtrar, mentalmente veloces y que conservan frescura en las piernas para carreras de 20 o 30 metros. Ambos tienen capacidad para intercambiar posiciones y grandes movimientos de ruptura, que se suman a los cortes de los carrileros —por ejemplo, Rick Karsdorp se lanza a menudo por el carril central precisamente cuando Pedro baja a zonas propias de centrocampista iniciador para ayudar al equipo a salir—, y por ello representan en tan alto grado a esta renovada Roma de Fonseca.
Salir por Dzeko, la principal alternativa
Una característica, esta última, que les permite a Pedro y a Mkhitaryan, más allá de ser los principales destinatarios de las construcciones vertiginosas del equipo, aprovecharse de los movimientos de Dzeko hacia el círculo central cuando la Roma no encuentra las condiciones para jugar en corto desde el portero en los saques de meta y, de este modo, ser ellos dos los encargados de ganar la segunda jugada y conducir como cuando reciben liberados en el lado débil o directamente esperar el pase filtrado de los centrocampistas, atacar la profundidad y las zonas de remate y convertirse, de paso y de facto, en los finalizadores del sistema. Sin ir más lejos, Mkhitaryan es el cuarto futbolista de la Serie A con más disparos totales realizados y tira casi el mismo número de veces por cada 90 minutos disputados que el propio Dzeko.
Por otra parte, en las ocasiones en las que el cuadro giallorosso sale igualmente en corto pero no consigue encontrar la recepción dentro de uno de sus “pivotes” para acto seguido cambiar rápidamente el juego al costado opuesto y así poder correr por medio de uno de sus dos mediapuntas, el carrilero de ese sector baja su posición para ofrecer una línea de pase al central de fuera y el trequartista contiguo abre su posición para ocupar la banda y crear el escenario para que Pellegrini o especialmente Veretout puedan ofrecerse a su vez por delante del balón, otorgando dos opciones de pase al carrilero después de que haya recibido la pelota.
En este sentido, la Roma traslada muy bien el cuero de un lado al otro, manteniéndose perfectamente ordenada a nivel posicional y es muy capaz de sumar tramos prolongados de posesión en la mitad de su adversario, con paciencia hasta encontrar el hueco para filtrar o acumulando antes de cambiar la orientación del juego y atacar llegando en carrera desde el sector opuesto en diagonal al arco. Un equipo que aprovecha de maravilla las deficiencias en la transición defensiva de su rival y los bloques demasiados largos que ella misma provoca.
Cerrar el centro sin balón
El 3-4-2-1 con la pelota pasa a 5-2-3 sin ella. La Roma no lleva a cabo una primera presión muy efusiva sobre el balón, aunque se disponga relativamente alta sobre la fase de inicio del rival, sino que cierra el centro con solidez y efectivos, libera las bandas y obliga descaradamente a su oponente a salir por uno de los costados, es decir, a través de zonas hacia donde logra bascular colectivamente de forma notable y donde resulta mucho más sencillo presionar y robar por la mera presencia de la línea lateral como aliada. Para tal propósito, involucra a uno de los centrocampistas sobre la marca del mediocentro rival y sitúa a Pedro y a Mkhitaryan a ambos lados y muy cerca de la posición de Dzeko sobre los centrales, pero defendiendo los dos primeros en intermedias, muy atentos al ofrecimiento de uno de los interiores o laterales.
Además, la altura de los centrales romanistas, la suya propia en centímetros y la de su disposición en el campo, ya que son zagueros agresivos, anticipadores, corpulentos, atléticos, proactivos, que saben meter el pie o ir al suelo y van muy bien por alto, permite cortar las alternativas por alto del rival sin dar lugar a segundas jugadas en su propia mitad y reiniciando el ataque más allá de la divisoria en repetidas ocasiones a través de transiciones fulgurantes y cortas. Un escenario que vuelve a beneficiar totalmente al juego de sus dos mediapuntas, más si cabe si pillan, como ocurre en estas acciones, a su oponente desordenado y en situaciones de estrés cuando está tratando de salir hacia campo contrario ante una Roma que normalmente está corta sobre el campo y llega con muchas opciones a zonas de finalización.
Virtudes y límites muy bien definidos
Los límites de la Roma de Fonseca también están bastante claros. Es cierto que su propuesta se ha cimentado alrededor de los principales atributos de sus mejores futbolistas y que ha sabido armar un equipo muy bien construido, amplio y dotado de muchas opciones entre líneas para progresar con brío y con colmillo y para atacar los carriles intermedios, pero no lo es menos que se sustenta en un once titular muy definido y que ya ha demostrado tener limitaciones cuando una de sus piezas más importantes se cae de la alineación titular. Algo que puede convertirse en un problema de difícil solución en una temporada con un calendario tan concentrado y con la permanente espada de Damocles de los positivos por COVID-19.
Sin ir más lejos, Fonseca está acabando muchos partidos regresando al 4-2-3-1 de la pasada temporada justo después de realizar el primer cambio, pasando así a defenderse con uno de sus centrales como lateral, liberado a Pellegrini hacia tres cuartos, su verdadera zona de actuación, e incluyendo a un centrocampista más, habitualmente Bryan Cristante, para defenderse mejor con la posesión y para que este active a los extremos y alimente al nueve con su excelente desplazamiento largo, actuando básicamente como lanzador. Una pista muy nítida y clara de que para mantener su plan principal, el técnico luso va justo de intérpretes.
También acostumbra a chirriar, sobre todo a nivel defensivo, la posición más débil del once, es decir, los carrileros, que tienen un amplio margen de mejora con Karsdorp y Bruno Peres en la derecha y la irregularidad en el rendimiento de un Leonardo Spinazzola que solo cuando está bien físicamente pasa por ser uno de los mejores de la Serie A en su puesto, con esa característica tan propia de ser diestro y de aprovecharse de ello para trazar diagonales muy peligrosas incluso dentro del área y profundizar por pasillos interiores de forma muy natural, sin dejar de ganar línea de fondo para centrar en carrera con la izquierda al punto de penalti.
En cuanto a los límites tácticos de la engrasada propuesta actual, estos están seguramente a la hora de enfrentar repliegues prolongados, ante los cuales su predilección por ataques veloces y a pocos toques puede sufrir para desactivarlos, ya que, aunque la Roma puede tocar en campo rival de forma prolongada, prefiere claramente golpear llevando a cabo ataques cercanos al área tras un robo o una anticipación o atrayendo la presión con sus inicios rasos desde atrás. Como añadido, a los giallorossi les está faltando un punto más de punch, de puntería, de monetizar mejor todo cuanto producen, algo que siempre se le ha achacado a Dzeko, por cierto, mejor generador y gestor ofensivo que killer como tal, por lo que la Roma deberá mejorar su pegada para cuando su nivel táctico deje de ser tan álgido como el actual.
No existen las medias tintas en una ciudad como Roma y Fonseca, que no termina de convencer a la exigente parroquia romanista, deberá extender el gran estado de forma y el excelente funcionamiento táctico en el que ha instalado a su equipo hasta el final de la temporada si quiere triunfar en lugar de “fracasar” en su periplo por la capital de Italia. Sin embargo, convertir a un equipo que parecía que podía quedarse fácilmente fuera de Europa ante la pujanza de sus rivales directos, en uno que hasta el momento está peleando en lo más alto de la tabla merece una justa alabanza. Que el gran nivel actual tenga continuidad en el tiempo dependerá de la salud y de la continuidad del once titular, como hemos dicho, y de que la fórmula del portugués conserve su vigor con el paso de las jornadas y la consiguiente mayor adaptación de sus rivales a su fórmula, pero su Roma está volando más alto de lo esperado.
Imagen de cabecera: Paolo Rattini/Getty Images
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