
La colombiana Caterine Ibargüen y la venezolana Yulimar Rojas conquistaron hoy el triple salto para Sudamérica al proclamarse campeona y subcampeona, respectivamente, de la especialidad en los Juegos de Río de Janeiro 2016. Ibargüen, la hasta hoy subcampeona olímpica, registró su mejor marca de la temporada, 15,17 metros, para ascender hasta el primer cajón del podio que se le había resistido en Londres 2012. Rojas se colgó la plata con un brinco de 14,98, mientras que el bronce fue para la campeona destronada, la kazaja Olga Rypakova, con 14,74.
Oro en el último Mundial y también en los Panamericanos de Toronto 2015, a Ibargüen sólo le faltaba el título olímpico que rozó en Londres 2012 para confirmarse como la reina absoluta del triple. «Estoy súper contenta. Éste era mi sueño más anhelado. Sabía que había que esperar el momento preciso y ese momento se cumplió hoy», confesó Ibargüen, después de coronarse con absoluta suficiencia, frente a la rival que más batalla le había presentado en los últimos tiempos, la joven y prometedora Rojas.
«Trabajé mucho para esto y estoy feliz y muy orgullosa. Desde que comencé en la triple la miraba mucho (a Ibargüen), ella me inspira confianza a la hora de saltar», afirmó la joven triplista venezolana Yulimar Rojas, que buscó el oro, pero brincó de alegría una vez consumada la plata, la primera medalla de su país en Río 2016 y la primera presea en atletismo en 64 años.
La superioridad de la colombiana en la final fue incontestable. Con el claro respaldo del público, la risueña campeona panamericana inició la competición con un buen salto (14,65) y, en el segundo, ya superó la barrera de los 15 metros: 15,03, a tan sólo un centímetro de su mejor marca de este año. «La marca no era lo importante hoy. El objetivo era conseguir el oro, aunque una siempre busca seguir saltando más y fue tomando importancia cuando marqué un 15,17. Ahí me di cuenta de que estaba haciendo las cosas bien», explicó Ibargüen con una sonrisa de oreja a oreja.
Con ese solo salto, toda la presión se trasladó ya a sus rivales, especialmente a Rojas, que estrenó en una final olímpica con un nulo. No pareció, sin embargo, afectarle demasiado el errático debut a la joven campeona venezolana, pues en su siguiente salto se fue hasta los 14,87, el segundo mejor de todas las finalistas hasta ese momento. En lo que va de temporada, sólo Ibargüen y Rojas habían saltado más allá de los 15 metros. Ibargüen, 15,04 en Doha, en mayo. Rojas, dos centímetros menos, 15,02, el pasado mes de junio en Madrid. «Lo de hoy es el resultado de un gran trabajo de muchos años, hecho en buena parte en Cuba, con los tres entrenadores cubanos que tuve», resaltó Ibargüen, con manifiesto apego a la isla caribeña.
El duelo entre las dos sudamericanas entrenadas por cubanos se anunciaba feroz, pero fue menos de lo esperado. Después de tomarse un respiro en su tercer salto (14,38), Ibargüen se fue hasta los 15,17 en el siguiente, el que le dio el título. Autoanimándose y buscando el respaldo del público, Rojas brincó hasta los 14,98 de la plata en su tercer intento. Ya no pudo ir más allá la pupila del mítico saltador cubano Iván Pedroso. «Es un orgullo que las dos mejores saltadoras del mundo ahora mismo sean sudamericanas», había dicho la veinteañera Rojas, después de su clasificación para la final. «El atletismo sudamericano está muy fuerte en esta prueba y esperamos seguir compartiendo ese podio en las próximas competiciones», añadió Ibargüen tras haberse asegurado el primer lugar.
Las urgencias de Rojas eran, sin duda, menores que las de Ibargüen que, a sus 32 años, y después de haberse subido al segundo cajón del podio en Londres 2012, se había propuesto repetir en los Juegos de Río el oro que ya conquistó en 2015 en el Mundial de Pekín. No decepcionó. Con una serie impecable, la reina colombiana del triple conquistó el único título que le faltaba para cerrar la discusión sobre quién es la mejor. Con él en el bosillo, Ibargüen levantó su dedo indicando el número uno, agarró la bandera colombiana y dio la vuelta de honor a la pista del Estadio Olímpico de Río de Janeiro, a la espera de que llegase el rey, Usain Bolt.
Luego, ya como nueva reina olímpica del triple salto, plenamente satisfecha al fin, disfrutó del espectáculo del «Rayo» en su tercera conquista consecutiva de los 100 metros. Ella ya tenía su corona. La del rey le daba igual.
(DPA)
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