Fracontiradores en la azotea. El Madrid empezó señalado y acabó muerto y humillado. Desde Florentino hasta al speaker pasando por el respetado, todos tuvieron parte de culpa de la masacre vivida en el Bernabéu. El equipo de Luis Enrique se apoderó del silencio previo al encuentro para extenderlo durante el partido tras una ligera avalancha de pitos y rugidos de un gato que quería ser león y acabó muriendo siendo gato. Luis Enrique y los suyos profanaron campo e historia del rival y los blancos, por decir algo, dieron gracias de que Munir disparará alto y no fuera Piqué quien atestara el 0-5.
No fue sorpresa, fue la siguiente parada de un camino lleno de piedras. José Sámano así lo describe en El País: «Un desengaño colosal, mareado por el PSG, fulminado en Sevilla y atropellado por el Barça». El Madrid no tuvo pregunta ni respuesta. Lo que nos ha costado de llegar y lo fácil que parece marchar. Superados el 2-6 y el 5-0 con Guardiola en Munich, Xavi en Doha y Messi en el banquillo, a nadie se le pasaba por la cabeza un resultado tan abultado.
La exhibición fue de barra americana, poca lencería y mucho Macallan. El Barcelona fue la idea, el baile, las piernas por delante y por detrás, siempre un paso por delante, entrecruzadas, deseadas y que Florentino quiso haber pagado y solo pudo contemplar. El Madrid acabó desnudo. Benítez fue presa fácil, solo una palabra, una fuerza coral le vendió ante sus ideales, sentó a Casemiro, alineó al forofismo y se arrepintió de su decisión. Danilo es carne de cañón, Varane fue titular por un Pepe que se hubiera ganado en anticipación, a Ramos le dolía el hombro y el corazón. Kroos y Modric no generaron a falta de espacios y de balón. Cristiano, peinado y aposentado en su posición estaba listo para la actuación. Y el pobre de Karim, asustado, pensando si tal desnudo y violación eran causa de imputación.
Y el balón… ¡Ay, el balón! dueño de uno, deseo de todos, fue el Macallan con hielo que quería beber Benítez y el mismo que a la mañana siguiente no quería volver a ver más. Regurgitando debe estar. No volveré a beber, pensará Benítez. Macabro en su idea y juego, el Madrid salió con lo de Ancelotti, sin Ancelotti. El Madrid se presentó a la ceremonia con la ex y olvidó a la nueva en casa. No reforzó el medio del campo, no confió en las virtudes de la nueva, decidió apostar por las virtudes y defectos de la vieja, de la conocida, de la que se lo había dado todo pero que ya no funcionaba. No había amor y amor me explico en el día a día, el Madrid no alineaba esto desde hace muchas jornadas. El Barcelona, en cambio, sí. Messi descansó y Sergi Roberto inició. Fue el valiente que dio un pase adelante, que rompió la linea de presión y asistió a un Suárez depredador.
El Madrid tuvo muchos fallos, fuera del resultado y del balón, la acción de Isco culmina una noche idílica entre jugadores, entrenador, presidente y afición. El no saber perder hizo mella, Isco por segunda vez en menos de un año salió aplaudido y expulsado por el señorío malentendido, el mismo que aplaude Iniesta minutos antes. No me cuadra, me causa confusión. La misma que a Florentino parece, cuando levanta los brazos y se pregunta: ¿Que queréis que haga yo? El problema no erradica en la actuación y si en la presentación. Lo de anoche es culpa de Benítez y sus jugadores, desde mayo hasta noche, es culpa de la confusión, del presidente y su decisión. Del quita y pon, del dinero sin idea, y de la ruleta de entrenadores que se desnudan ante su poder y beben Macallan sin cesión. Y luego el Madrid, regurgita.