Una delgada línea separa los equipos ‘de moda’ de aquellos que deberíamos considerar más bien ‘de culto’. Bélgica, Islandia, Croacia; Ajax, Leipzig, Atalanta. En fútbol, si parpadeas lo mainstream puede volverse hipster y viceversa, pero las etiquetas están para ser cortadas cuando molestan. El aficionado dispone cada vez de más estímulos e información a la hora de localizar propuestas atractivas. El Sassuolo de Zerbi es sin duda una de ellas. Toda Italia empieza a tomar en serio a los neroverdi, que en el último año han logrado la siempre difícil convivencia entre buen juego y resultados gracias a dos factores que tienen más que ver con lo mental que con lo físico: concentración a lo largo y ancho de 90’ y plena convicción de una idea de juego tan sólida como estimulante.
En el libro de estilo del entrenador moderno aparece subrayada la palabra adaptabilidad. El Sassuolo es un conjunto camaleónico porque míster De Zerbi ha inculcado en los suyos una serie de nociones identitarias —construcción de la jugada dal basso con participación del portero, ocupación simétrica de espacios, presión alta e inmediata reagresión tras pérdida, intercambio veloz de pases para detectar al compañero mejor situado— así como una envidiable ductilidad táctica. Parafraseando a Groucho, De Zerbi ha logrado que sus pupilos tengan unos principios y sean también capaces de cambiar de registro si no le gustan al rival. No en vano, seguir los partidos del Sassuolo requiere atención máxima dados los constantes cambios de disposición de los jugadores.
El analista táctico Miquel Villarroya desgrana las claves que convierten al Sassuolo en —palabras mayores— uno de los equipos más atractivos de Europa: “Por cada pregunta del rival, cada ficha que mueve, los de Zerbi tienen una respuesta que ejecutan de manera coral”. El fútbol evoluciona hacia un juego de estímulos donde el más listo de la clase es quien sabe captarlos y reaccionar a ellos rápidamente. Un ejemplo emblemático de esta tendencia es el esfuerzo explosivo en la presión con el que algunos entrenadores convencen a los suyos. Miquel explica que “se generan ventajas por mérito propio o demérito del rival: es clave reconocerlas y no tardar en llegar a ellas. Muchas son fugaces, existen durante unos segundos hasta que el adversario compensa la fisura”.
Una de las últimas pelis de culto del Sassuolo fue la prestigiosa victoria a domicilio contra el Nápoles de Gattuso. Es chocante e hipnótico comprobar cómo en los 90’ de juego, el habitual 4-2-3-1 neroverde fluctuó a menudo hacia un 3-4-2-1, que a su vez se convertía en un 3-2-4-1 cuando el balón jugado desde atrás alcanzaba la altura del centro del campo. Por momentos, además, la defensa posicional del Sassuolo se parecía a un 4-1-4-1 más tradicional. Como apunta Dario Pergolizzi en Ultimo Uomo, “De Zerbi es un técnico que optimiza sus ideas en lugar de ceñirse a un único esquema”, por lo que a menudo se adapta al estado de forma de sus jugadores, a los recursos disponibles en plantilla o a los adversarios. Un concepto de moda para un equipo de moda: resiliencia.
Como todo fenómeno social que habita en ese limbo entre moda y culto, los neroverdi cuentan con su rasgo distintivo: el recurso táctico del tercer hombre al construir desde la base. “Mirar lejos y luego ver cerca”, en palabras de Cruyff. Atraer al rival, enseñar las cartas con falsa fragilidad para batir inmediatamente líneas con estudiada astucia. No todo es lo que parece con el camaleónico De Zerbi al mando: es bonito descifrar, por ejemplo, cuándo un futbolista no se desmarca para recibir el balón del actual poseedor sino del siguiente. Los suyos no son equipos para poner de fondo mientras se hacen las tareas del hogar, pero el esfuerzo mental merece la pena. Asomarse al Sassuoloball resulta una experiencia refrescante para el aficionado e implica ver fútbol con otros ojos.
Imagen de cabecera: Alessandro Sabattini/Getty Images