Si hay algo que ya sabíamos respecto a Nabil Fekir desde su aterrizaje en el Benito Villamarín el pasado verano es que el Betis tiene entre manos a uno de los futbolistas más determinantes y decisivos por sí mismos de toda La Liga. Uno de esos escasos y preciados jugadores capaz de ganar partidos con una gran continuidad gracias exclusivamente a su calidad individual. Un contexto natural para su talento que, sin embargo, el sistema de su entrenador no estaba ayudando a provocar, aunque los cambios tácticos implementados por Rubi en el apartado ofensivo en las últimas semanas están corrigiendo sobre la marcha el deficiente aprovechamiento que estaba haciendo el colectivo de su estrella. Así, el francés tiene más fácil la tarea de elevar al Betis al escalón clasificatorio y competitivo que, casi por su sola presencia, debe necesariamente aspirar.
A través de un 3-1-4-2 con balón, con Canales como organizador bajo en la salida, y un 4-3-3 en fase defensiva, que lo libera frecuentemente de toda responsabilidad en la presión, llegando incluso a desplazar ocasionalmente a Loren a la izquierda para descargarlo de la tarea de tener que llevar a cabo la persecución del lateral, Fekir está abandonando zonas más propias de la gestación de la jugada para pasar a acumular más participaciones en su zona predilecta del campo, es decir, en el carril intermedio izquierdo en tres cuartos de campo. Su número de intervenciones no se ha visto prácticamente alterado. No obstante, la sensación que transmite su grado de participación parece ahora menor, ya que está recibiendo con mucha mayor frecuencia en claras zonas de aceleración, en lugar de hacerlo en parado y por delante de la línea de los mediocentros del rival, con un panorama demasiado minado de rivales como para poder avanzar.
Este nuevo hábitat es, obviamente, mucho más natural y propicio para desarrollar sus virtudes y, aunque le ha hecho disminuir el número de regates por partido que tenía que realizar para poder incidir y superar líneas y quizá también haya mermado una mayor vistosidad en su privilegiado manejo de pelota, está haciendo que su talento esté ahora mucho mejor aprovechado y sea mucho más funcional. Recibiendo en la zona y altura adecuadas, sin tener que bajar a pedirla al centro del campo en casi cada acción y a través de una fase de inicio, ahora sí, claramente rasa, cabal y progresiva, Fekir es un futbolista prácticamente imparable para la gran mayoría de los sistemas de La Liga, y más aún para aquellos balances defensivos más rígidos y de una calidad técnica y agilidad corporal menores. Además, Fekir está aumentando gradualmente su número de disparos por encuentro y también su porcentaje de acierto en pase, convirtiéndose en un futbolista más concreto y, sobre todo, mejor enfocado.
Esta renovada disposición, absolutamente crucial para el crecimiento futbolístico tanto del Betis como de su gran figura, quedó reflejada clara y recientemente ante el Mallorca, donde Nabil Fekir sacó de quicio y de sitio constantemente a Iddrisu Baba durante la primera parte y donde ni Martin Valjent, ni Antonio Raíllo, dos centrales bastantes pesados y no excesivamente rápidos, podían salir de sus respectivas zonas en su búsqueda sino querían quedar demasiado expuestos. Una circunstancia que conducía por fuerza al bloque bermellón contra su propia portería, como ya lo hizo el Valencia en Heliópolis en la jornada inminentemente anterior, generando alrededor del campeón del mundo un mayor espacio en el que actuar y en el que desenvolverse cada vez que recibía el cuero. En este sentido, el Betis está recuperando algunos preceptos del juego asociativo y de posición que le convierte en un equipo mucho más coherente, permitiéndole encontrar a su mejor futbolista en una mejor disposición para hacer daño.
De un mes a esta parte, casi todas las salidas desde atrás, sobre todo cuando el equipo no puede iniciar verticalmente hacia Canales y que este se gire e inicie la distribución del juego o filtre pases hacia adelante, involucran a tres jugadores de campo y se producen por medio de la asociación en corto entre el portero y uno de los centrales, que lateraliza su posición para recibir y apoyarse sucesivamente en el carrilero. Este, a su vez, traza normalmente una pared con uno de los centrocampistas, Sergio Canales o Andrés Guardado, para estirar al equipo por uno de los costados y desde ahí encontrar el espacio para coser la jugada hacia dentro apoyándose en Fekir o Joaquín, ya bastante adelantados y casi siempre entre líneas. En ese punto, el francés y el portuense son los encargados de incidir verticalmente, trazar la diagonal u orquestar microsociedades muy prometedoras, más aún si logran involucrar a Canales en ellas cuando el cántabro despega de la base de la jugada. Por fin la traslación exterior del balón ha encontrado un cariz colectivo en este Betis y un objetivo al que hacer llegar la pelota por dentro para generar ocasiones de gol a través de la elaboración.
Además, si el Betis logra ventaja en el marcador, Fekir es un futbolista que, actuando desde esas mismas posiciones o incluso retrasando su posición unos cuantos metros pero manteniéndose en el mismo carril, resulta tremendamente amenazante por su exquisito regate, su conducción afilada y con el esférico pegado al pie, su disparo desde lejos, su visión de juego, su determinación, su capacidad decisiva, su liderazgo para echarse la jugada a las espaldas y por su físico compacto, ese que lo convierte en un futbolista muy difícil de derribar una vez logra arrancar y directamente imposible de ser desposeído del cuero cuando mantiene el balón en corto. Rubi parece que ha encontrado el camino a través del cual competir con todas las letras, al menos en el apartado ofensivo. Y ese camino pasa por seguir siendo un equipo muy potente en la salida, como lo era el año pasado, ancho y con varias opciones de pase cuando cruza la medular y que sepa encontrar a su mejor hombre, a uno de los mejores futbolistas de La Liga por la dimensión de su talento, en una zona en la que pueda generar el pánico de una forma “mucho más sencilla”. El salto de calidad que todos esperábamos en el Betis con la llegada del reciente campeón del mundo parte de esta nueva concepción. Fekir es un generador de ocasiones mayúsculo, no un organizador, ni siquiera un creador de juego y no necesita estar estrechamente relacionado con la elaboración. De hecho, muchas veces es un verso libre posicionalmente, discontinuo en sus movimientos sin balón, pero igualmente, o quizá por eso mismo, determinante como pocos cuando se activa de la forma adecuada. Una solución en sí mismo, que gana partidos incluso cuando el equipo puede no merecerlo. Si Fekir espera en su escalón, si el Betis sabe hacerlo esperar porque le hace creer y sentir que esperar la jugada allí va a merecerle la pena más tarde, el cuadro de Rubi será capaz de comenzar a sumar puntos y victorias regularmente manteniendo estos mínimos estilísticos, pero sin la necesidad perentoria de ejecutar un juego excesivamente brillante en cada encuentro. Como los marineros en alta mar, el barco bético tiene que saber ir hacia la estrella del norte para terminar llegando a buen puerto aunque haya marejada, en lugar de, como sucedía antes, intentar en vano que fuese la propia estrella la que acudiese hacia él en su auxilio.
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