Ocurre bastante a menudo. Cuando un futbolista dice tajantemente quién era el ídolo de su infancia, si uno se fija con atención, seguramente podrá advertir al menos un gesto inequívoco que sea muy similar, casi idéntico incluso, a algún movimiento concreto del modelo original imitado. En el caso de Luis Muriel, salvando obviamente las siderales distancias de nivel y relevancia, ni siquiera haría falta escribir el nombre de su abiertamente declarado referente. Basta con verlo en carrera, con el balón controlado y en dirección a la portería mientras se sirve de sus amagos, de una finta corta demoledora y de un fantástico cambio de ritmo para comprobar que, justo en esa acción, es lo más parecido visualmente a Ronaldo Nazário de Lima que se haya visto por Italia desde 2008, el último curso de la carrera de R9 en Europa.
Más allá de la técnica increíble que siempre ha atesorado el colombiano, por fin su talento, que siempre anticipaba pero nunca eclosionaba, ha encontrado en la Atalanta el sitio de su recreo. Y con una peculiaridad que en parte también explica su mejor focalización y aprovechamiento sobre el terreno de juego: Muriel solo ha jugado el 42% de los minutos totales en la presente Serie A y apenas promedia 40 minutos por cada partido disputado. Además, ha tenido que pasar por cinco clubes del Calcio y transcurrir ocho campañas desde su debut en el Lecce junto a Juan Cuadrado para que se consagre en Serie A como lo que potencialmente siempre había sido: uno de los mejores futbolistas de la competición. Sin más.
Es curioso que, dentro de su encorsetado y organizado sistema, Gian Piero Gasperini sea capaz de elevar a la categoría de futbolistas de culto a jugadores tremendamente creativos pero que hasta entonces no habían encontrado el contexto ofensivo, vertical e intenso para llevar su calidad a la máxima expresión de sus trayectorias. Ya lo hizo con el ‘Papu’ Gómez, luego con Josip Ilicic y ahora ha sido y es el turno de Muriel, que además está desatando una condición de goleador implacable que nunca antes había tenido en su fútbol, debido al gran volumen de ocasiones que la Dea es capaz de generar en cada partido, a la idea que le rodea y a la exaltación concreta y precisa de su, en muchas ocasiones, muchas más que antes, deslumbrante talento.
Gasperini ha enfocado a Muriel exclusivamente a la banda izquierda para desatar su pólvora en ese 3-4-1-2 o 3-4-2-1 que ya es casi un mito, como el que da nombre al club. Sus desbordes tienen un objetivo palpable ahora: hacer gol o generar la jugada para hacer gol. Punto. Ni llegar al lateral del área, ni pase atrás, ni uno contra uno pegado a banda para demostrar lo bueno que es en esas situaciones pero sin obtener un beneficio nítido y real. Portería si está en el área, área si está en tres cuartos de campo, tres cuartos de campo si recibe cerca de la medular y con el gran disparo de media distancia que posee como recurso para el camino.
Un camino prácticamente recto y señalizado en su recorrido con los motivos luminiscentes de su desbordante calidad técnica y de una aleación perfecta entre levedad y potencia cuando coge vuelo con el balón pegado a la bota como con velcro, superglue o algún tipo de conjuro o pacto con el diablo que resulta imparable y que ha terminado por explotar en Bérgamo, donde ha conseguido dejar absolutamente a un lado la pereza y la abulia que parecía darle circunstancias como tener que guardar el balón con su cuerpo, trazar desmarques en profundidad para liberar espacios para otros y no para él, atacar el primer palo como un nueve exclusivamente de área cuando el balón va de dentro a fuera, jugar para el equipo y en equipo.
Habría sido muy injusto terminar la temporada calcistica sin dedicar un artículo al que ha sido libra por libra, como se decía de Allen Iverson en la NBA, minuto por minuto en su caso, uno de los mejores futbolistas del curso en todo el continente. Un caso excepcional en todos los sentidos. La media productiva de Muriel en esta Serie A es de un gol producido, es decir marcado o asistido, cada 46’, por los 77’ de Lionel Messi, los 87’ de Cristiano Ronaldo o los 51’ de Robert Lewandowski, flamante Bota de Oro y autor de 41 dianas y 7 asistencias. In-su-pe-ra-ble. Por poner en contexto la temporada de un Muriel en estado de gracia, con los niveles de inspiración individual muchas veces por las estratosfera y su demoledor impacto como suplente habitual: solo una vez en su carrera Messi y Cristiano Ronaldo superaron el dato de 1.82 goles más asistencias por cada 90 disputados que ha producido el delantero colombiano este curso: CR7 en la 2014/15 (48G, 16A) y Leo en la 2012/13 (46G, 11A). Auténtica locura.
Su anterior tendencia a sumar algunos kilos de más y a mostrar con demasiada frecuencia una intensidad mental quebradiza, desperdigada y difusa ha encontrado, activándose a poco más de un tercio de los minutos totales del partido, su dimensión idílica. Además, cuando el rival de la Atalanta debe alzar su bloque por ir por detrás en el marcador o buscar el empate durante los últimos minutos del encuentro, Muriel es casi imposible de defender. Bien suministrado de balones verticales en ese contexto tan particular y que le da metros de cara, incluso en situaciones de palmaria inferioridad numérica y puramente individuales, consigue desequilibrar al rival, desbordar, progresar, amenazar, golpear y seguir siendo un futbolista para maravillarse. Conducción cosida al pie, quiebro y pegada. Y luego está su acierto, su facilidad para el gol improbable, su talento como definidor. Ha generado 16.1xG y ha marcado realmente 22 dianas, es decir, +5.9 goles de lo que habría sido lo «normal» a nivel estadístico. Ya no es su pólvora, que también, es su facilidad para hacer gol desde situaciones a veces inverosímiles. Nadie se ha acercado a esos baremos en el Calcio (Mattia Destro es el 2º en esa particular clasificación con un valor de +4.2 entre expected goals y goles realizados).
Con la calidad de los mejores que siempre ha atesorado y con una mentalidad remachada y blindada, un estado físico mejorado y mejor enfocado y aprovechado, un contexto táctico ideal, una mejora evidente para lograr ser un atacante más completo y una confianza por las nubes en sus posibilidades, que siempre habían estado ahí, Muriel se ha convertido en un futbolista imparable en muchísimas situaciones. Como si fuese capaz de reencarnarse en Ronaldo Nazário de Lima, en Ronaldo el auténtico, durante unas pocas acciones y unos pocos minutos y desatar el pánico ante defensas ya cansadas, lo cual ya lo querrían para sí, para su condición de delanteros centro el 99% de los nueves titulares del Viejo Continente. Eso es precisamente este Muriel, el mejor suplente del mundo, puede que incluso el mejor de cuantos hayamos conocido hasta ahora. Un futbolista entre cien, la excepcionalidad misma.
Imagen de cabecera: Imago
Sevilla. Periodista | #FVCG | Calcio en @SpheraSports | @ug_football | De portero melenudo, defensa leñero, trequartista de clase y delantero canchero
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