Con más dificultades de las que se vio obligado a hacer frente en la lucha por el título de la pasada campaña, el Chelsea revalidó su cetro de campeón de la UEFA Youth League ante el PSG. Un gol que exhibió las virtudes de Palmer, con una potente conducción y un buen disparo desde fuera del área, decantó la balanza a favor de un conjunto londinense que encontró en Brad Collins, un sobrio y espigado guardameta, a su cerrojo. El meta nacido en Southampton apenas encajó tres goles a lo largo de la competición, detuvo un penalti clave en el devenir de la final y volvió a inscribir su nombre en el historial de ganadores en Nyon.
Un doblete que también logró Clarke-Salter, líder de la zaga del equipo dirigido por Adi Viveash y el último canterano en debutar a las órdenes de Hiddink. Central zurdo de gran presencia física y potente zancada que se emplea de manera agresiva, en ocasiones demasiado, para frenar a los atacantes. En su contundencia se gestaba la solidez de un campeón capitaneado por la zurda de Colkett, un mediocentro de fino golpeo de balón con su pierna izquierda, frecuente lanzador de unos contragolpes que fomentaron la zancada de Tammy Abraham, un cazagoles que en el primer título vivía a la sombra de Solanke y esta temporada ha asumido el mando de las operaciones ofensivas. Muy oportunista, buen cabeceador, aunque no es un dechado de técnica, ataca bien los espacios y finalizó el torneo como máximo artillero del campeón con ocho dianas a pesar de tener un papel discreto en la final.
El encargado de frenar al ariete inglés en ese duelo por el título fue Mamadou Doucuré, central de gran presencia física y expeditivo al cruce. Aunque en ocasiones pecó de precipitación en la salida de balón, capitaneó hasta el subcampeonato a un cuadro parisino en el que el principal enlace entre la medular y la delantera fue N’Kunku, centrocampista de vocación ofensiva, sedoso golpeo y buena visión de juego mermada por la intermitencia en su juego. Todo lo contrario a una versión discontinua mostró su compañero Ikone, que agitó la final saliendo desde el banquillo con su capacidad para buscar el uno contra uno desde ambas bandas y su velocidad, tanto para desafiar a su par como para armar el golpeo con su zurda. Una determinación que también le acompañó en los partidos decisivos a Yakou Meité, extremo de incisiva diagonal, buen cambio de ritmo y potente disparo desde media distancia con su pierna izquierda, que dio esperanzas a los franceses al neutralizar parcialmente el gol londinense y ejerció como uno de los verdugos del Real Madrid en la final a cuatro disputada en Nyon.
El equipo dirigido por Santiago Solari se quedó a las puertas de final pese a contar con un elemento diferencial como Borja Mayoral, clave para desatascar varios encuentros con sus desmarques de ruptura, sus recortes en el balcón del área y su pólvora, mojada de manera inoportuna ante el PSG. El principal socio del ‘killer’ de Parla, autor de ocho goles en siete partidos, fue Aleix Febas, mediocentro que aporta fluidez en la distribución e inteligencia para sorprender con sus llegadas desde segunda línea. Irrupciones ofensivas que protagonizó desde el costado diestro Achraf Hakimi, un lateral de largo recorrido que dobló con elevada frecuencia tanto por fuera como por dentro a su compañero de banda, aunque eso supusiese descuidar las vigilancias defensivas. Un perfil de zaguero muy distinto a otro de los laterales que también brilló en la capital española, el ‘colchonero’ Theo Hernández.
El internacional sub 19 francés se mostró como un lateral zurdo sólido en labores defensivas, con vehemencia para llevarse los balones divididos e inteligencia para generar peligro en sus apariciones en campo contrario dentro de los automatismos de un equipo en el que el gol llevaba la firma de Roberto Núñez. Su perspicacia dentro del área rival y su potencia le permitieron lograr nueve tantos y coronarse como máximo artillero del torneo a pesar de caer eliminado en deiciseisavos de final ante el equipo revelación, el Midtjylland. Lideró a los daneses Duelund, un centrocampista de excelente golpeo tanto a balón parado como en movimiento, inteligente para leer el juego y pieza clave en el buen funcionamiento colectivo de un equipo que estuvo a minutos de eliminar al Barcelona.
Evitaron la derrota sobre la bocina los pupilos de Gabri, conducidos en la medular por Aleñà, un interior siempre dispuesto a ofrecer una línea de pase. De excelsa visión de juego, atesora un buen golpeo y es preciso en el desplazamiento de balón corto y largo, empleado como recurso para habilitar las cabalgadas de su compañero Cucurella, un lateral izquierdo infatigable, correoso en el marcaje y capacitada para ofrecer profundidad al juego de su equipo. La bravura del defensor catalán fue clave para frenar en el duelo de la fase de grupos disputado en el Mini Estadi a la gran estrella del Bayer Leverkusen, Henrichs, un mediocampista muy completo, de potente zancada, bien dotado técnicamente y poseedor de un gran disparo desde media distancia.
Con el equipo alemán y el catalán fue emparejada a las primeras de cambio la Roma, equipo en el que Lorenzo Di Livio demostró estar en el camino correcto para seguir la estela de su padre Angelo y tener la oportunidad de llegar a la élite del fútbol italiano. Ya fuese a la derecha de un pivote posicional o en la mediapunta, se asomó al balcón del área rival gracias a su zancada y demostró agudeza para nutrir a sus compañeros de ataque, como Sadiq Umar, espigado delantero con carencias en el apartado técnico, pero bregador y dinámico.
Los españoles imponen su ley bajo palos
El Sevilla tuvo que despedirse del torneo en octavos de final, pero plasmó el buen nivel de su cantera tanto a nivel colectivo como individual. Su guardameta Juan Soriano exhibió agilidad, confianza y mucha valentía en las salidas, aunque errase a la hora de atajar balones aéreos, para ofrecer a una seguridad a una zaga que tuvo como principal baluarte a José María Amo. Jerárquico y preciso en el pase largo, la defensa de los envíos aéreos cruzados es una de las áreas a mejorar en esta central, compañero de generación del valencianista Fran Villalba, un talentoso mediapunta lúcido entre líneas y difícil de frenar por su hábil giro de tobillo, lastrado por la intermitencia a la hora de explotar sus excelentes condiciones técnicas. Atributos naturales que explota el guardameta de su equipo, Sivera, un cancerbero sobrio y difícil de batir en el uno contra uno.
Si el de Jávea era el guardián del conjunto ‘ché’, Carles Solor era la brújula. Pivote elegante, cerebral para discernir la opción más adecuada y ejecutor de las jugadas de estrategia en un conjunto que cayó de forma cruel, con una escandalosa tanda de penaltis, ante el equipo que después se coronó campeón en octavos de final. En esa ronda, en los despachos debido a una sanción por alineación indebida, también dijo adiós al torneo la estrella del Dinamo de Zagreb, Brekalo, un extremo de poderoso tren inferior que le permite cambiar de ritmo con facilidad para sortear rivales y mostrar su sangre fría en la definición de las jugadas.
El encargado de poner fin al camino del croata fue el Anderlecht, que después se hizo un hueco en la final a cuatro gracias a su rigor defensivo, construido en torno a Wout Faes, un central de poderosa zancada, autoritario en el juego aéreo, que necesita medir mejor la vehemencia de sus entradas. Junto a él, componían la columna vertebral del cuadro belga, Oriel Mangala, un centrocampista de potente arrancada y hambre para pisar el área rival, y Vancamp, un fornido ariete alejado de la finura en sus movimientos, pero siempre con la portería entre ceja y ceja.
Compartió verdugo con el conjunto malva el Ajax, al que el Chelsea superó en cuartos de final con un solitario gol de Kyle Scott. El triunfo londinense precipitó el adiós de una reputada cantera que continúa dando sus frutos, como Van de Beek y Cerny, que ya han debutado en la primera plantilla. El primero es un centrocampista ofensivo, ágil mentalmente para dinamizar los ataques de su equipo pese a que su envergadura le resta velocidad en sus movimientos e intuitivo en los metros finales, zona en la que Cerny explota su punzante conducción y la osadía en el regate de su pierna izquierda para sembrar pánico por todo el frente de ataque. Una idea motriz en su juego que comparte con el atacante del Middlesbrough Harry Chapman, un extremo escurridizo, osado, endeble físicamente, pero con una facilidad asombrosa para driblar.
Del brillo juvenil al primer equipo
La UEFA Youth League volvió a demostrar que las distancias entre las categorías formativas y la élite del fútbol continental son más cortas de lo que muchos piensan. Lo comprobó Alex Iwobi, un atacante forjado en Inglaterra pero alejado de los cánones tradicionales de la demarcación en territorio británico, que pasó de liderar al Arsenal en la competición juvenil a estrenarse en la máxima competición continental. Algo similar a lo experimentado por Marcus Rashford, referente ofensivo del conjunto dirigido por Nicky Butt que pasó a desempeñar un papel protagonista a las órdenes de Van Gaal. Impertérrito en la finalización de las jugadas, su capacidad asociativa, versatilidad táctica y ramillete de desmarques le convierten en una de las grandes esperanzas del fútbol inglés. La otra viste la camiseta del rival ciudadano y se llama Patrick Roberts, extremo zurdo que expresa su arte escorado al costado diestro, punto de partida de una endiablada diagonal que sufrió en esta competición la Juventus y comienzan a venerar en Celtic Park.
Siguen la estela de esa progresión Manu García, un centrocampista de brillante visión de juego que esta temporada se ha estrenado con gol incluido en la disciplina de Manuel Pellegrini, y Fosu-Mensah, un vigoroso comodín que empieza a asomar por Old Trafford. Vehemente hasta sobrepasar los límites, puede ocupar todos los puestos de la zaga y las posiciones de contención de la medular. Un rol que no desempeña la perla polaca del Arsenal Bielik, de imponente talla, capacitado también para desenvolverse en el eje de la zaga gracias a su rigor táctico y pausado para asear el inicio de las jugadas de su equipo. Calma que no casa con el juego de Renato Sanches, un mediocentro de arrollador despliegue físico que le permite exhibir un constante ida y vuelta que acompaña con un fortísimo disparo desde media y larga distancia. Disputó los primeros duelos de la fase de grupos y dio el salto hasta la medular del primer equipo para convertirse en un referente más de una competición que adquiere prestigio de forma paulatina, al ritmo que pasan las ediciones y el dominio del Chelsea permanece.
Orgulloso asturiano que observa con pasión el fútbol en cualquier parte del planeta. De los que intentan quedarse boquiabiertos con un jugador antes de que lo haga el resto del mundo. El éxito sin honor es el mayor de los fracasos.
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