Tres años después de su llegada al Calcio —nunca es tarde si la dicha es buena—, Hakan Çalhanoglu ha podido y ha sabido alcanzar al fin el nivel y la consistencia futbolística, más allá del exquisito golpeo de balón que siempre le ha acompañado, para ofrecer su mejor versión en pleno epicentro de la dinámica y vertical fase ofensiva del Milan de Stefano Pioli, un equipo que vive instalado en un estado de forma tan sobresaliente como el del propio centrocampista turco.
Desde la vuelta de la Serie A tras el parón que dividió en dos la pasada temporada, únicamente Cristiano Ronaldo (13 goles + 3 asistencias) y Francesco Caputo (11 goles + 5 asistencias) han producido más goles de forma directa que Çalhanoglu (6 goles + 9 asistencias), quien además ha registrado desde entonces una media asombrosa de un tanto generado cada 68 minutos contado solamente el campeonato liguero y es, hasta el momento, el futbolista de las grandes ligas que más dianas ha marcado desde fuera del área en lo que llevamos de 2020. Juego y cifras.
Çalhanoglu es actualmente la pieza más constante y determinante del Milan, donde ha pasado de ser un mero realizador de jugadas, un tirachinas desde la frontal, a un dinamizador del juego ofensivo por todo el frente de ataque. Ahora el turco puede acudir a la base a su antojo para desplegar su fantástico desplazamiento largo y amplísimo rango de pase y para inyectar su inherente aceleración y verticalidad a la posesión desde que esta sale de la propia mitad de campo milanista. Y lo hace sin dejar de lado su fuera – dentro desde el perfil izquierdo, su amenaza con el disparo exterior —uno de los más peligrosos del continente desde distancias medias— y sus milimétricos centros cerrados al corazón del área, donde la superioridad aérea de Ibra los convierte en envíos aún más valiosos, si cabe. Su salto de nivel ha sido espectacular y explica en gran parte el fenomenal estado competitivo que atraviesa el conjunto rossonero.
En este sentido, el otomano entiende la posición de mediapunta de un modo muy particular. Siempre lo ha hecho así. Siendo un jugador evidentemente técnico, Çalhanolgu no es un fantasista al uso, no se deja llevar por la genialidad, no le gusta retener el balón, ni sumar pases en la circulación del balón. Es más bien un obrero de la creatividad que ve como su mayor impacto, su calidad y su lectura del juego se difuminan si el ritmo del partido cae. Un futbolista muy trabajador en la contrapresión para reconquistar rápidamente el balón, un foco de luz que se genera a través de una dinamo, una rara avis como trequartista que necesita que las válvulas de su equipo funcionen a alta velocidad para poder encargarse personalmente de su engrasado.
Su agudeza e intrepidez desde el pase, su total despreocupación en mantener alto su porcentaje de acierto y su forma tan característica de ejercer de enganche entre el centro del campo y la delantera no han podido separarse nunca del fútbol aprendido y aprehendido en Leverkusen de la mano de Roger Schmidt y casan a la perfección con el libreto de Pioli, seguramente el más alemán entre los entrenadores italianos actuales en cuanto a su sensibilidad táctica y a su gusto por un juego rápido, intenso en su cadencia y repleto de transiciones ofensivas, ya sean estas más largas, después de bajar el bloque defensivo para contraatacar espacios grandes, o más cercanas a la portería rival, una vez ejercida una agresiva, elevada y efectiva presión tras pérdida.
Precisamente bajo la tutela de Pioli y con el mismo dibujo y el mismo rol que le dio Schmidt, el turco ha vuelto a ser el jugador que había maravillado en la Bundesliga. Después de que Montella intentase hacer de él un interior de posesión, de que Gattuso lo limitase en el extremo izquierdo y de que Giampaolo llegase incluso a probarlo como regista —evidenciando el desconocimiento de su esencia y de los conceptos que siempre lo han exaltado— ha quedado meridianamente claro que, la inmensa mayoría de las veces, el contexto táctico puede ser todo.
Por primera vez desde que llegó a Italia, Çalhanoglu ha encontrado la libertad de movimientos, los ritmos permanentemente altos, la intención vertical, el juego a pocos toques y el fútbol plagado de transiciones que tan bien se adaptan a su juego. Aspectos que le han permitido asentar en el tiempo esta nueva versión de sí mismo hasta convertirse, nada más y nada menos, en uno de los diez mejores futbolistas de la Serie A, de los más decisivos, de los más importantes para su equipo. En definitiva, en uno de los futbolistas más apasionantes del Calcio.
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