Ni el inhóspito Círculo Polar Ártico ni ese trámite necesario llamado preliminares de Europa League se antojan, a priori, terreno fértil para alcanzar el estrellato. Y sin embargo ha ocurrido. La historia del classe 1999 Jens Petter Hauge fascina porque desprende inevitabilidad y azar a partes iguales. Su fichaje low cost por el Milan grita aquello de ‘cuidado con lo que deseas’. Y es que antes del partido de los rossoneri frente al Bodø/Glimt noruego, el extremo confesó a sus entonces compañeros que el de Pioli le parecía un buen equipo lleno talento joven y que “en el futuro sería bonito jugar allí». Dicho y hecho. Su formidable actuación quemó etapas y los ojeadores milanistas, que llevaban tiempo siguiendo al chico, no dejaron para mañana su incorporación.
De puertas afuera y en la época del big data, contratar a un jugador al que acabas de enfrentarte puede resultar anticuado o ser tildado de perezoso. La sospecha es lícita y existen datos que confirman una tendencia al lazy recruitment en Italia. Como ilustra este interesante informe, los delanteros que fichan por un club italiano promedian 0.57 goles y asistencias por partido ante el club comprador. Esta cifra supera de forma significativa la media del jugador en cuestión en el resto de la temporada, situada en 0.45. ¿Comodidad o intuición in situ? ¿Olfato en el mercado o falta de tacto creativo? Es curioso que en las grandes ligas europeas el ‘rendimiento directo’ previo a un fichaje importe menos que en Serie A. Consciente de que el choque tenía aroma a casting, Hauge brilló ante el Milan.
El joven extremo escandinavo ha caído de pie en un equipo sólido y renovado por Stefano Pioli que lidera la tabla con un cuarto de competición disputado. Pese a su demarcación, Jens Petter no destaca tanto por su repertorio de regates como por una madurez inusitada, una notable velocidad punta, un motor diésel envidiable y una inteligencia táctica ideal para las transiciones ofensivas de los rossoneri. Verticalidad, potencia y cambio de ritmo son las especialidades de la casa de un futbolista compacto y a la vez creativo que, para seguir jugando al despiste con el espectador, ha confesado que sus ídolos de infancia eran Drogba o Hazard. A propósito de referentes, Hauge ensalza la figura de Ibra en el vestuario: “Aprender de él es una oportunidad increíble”.
Un aspecto estético de su juego que captura al aficionado tiene que ver con la formación en el futsal como ocurre con otros finos futbolistas escandinavos como el juventino Kulusevski. Lo siento por los detractores del uso de la suela, recurso técnico que puede aunar vistosidad y eficacia cuando está ‘en buenos pies’. Preguntado por sus características, el ‘15’ rossonero subraya la posesión o el regate y no esconde que disfruta “entreteniendo a la afición, algo típico del fútbol sala”. Hauge se mueve con ligereza por el césped y exhibe el descaro de quien tiene toda una vida por delante, así como una compostura impropia de su edad. Su fortaleza mental y su exuberancia física ya marcan la diferencia en Italia, donde la aceleración es uno de los tres deseos de todo entrenador.
Pioli ha concebido un engrasado ecosistema ofensivo compuesto por jugadores versátiles —huelga decir que Zlatan se sienta a otra mesa— en el que Jens Petter ha sabido desempeñar ya varios roles. Siguiendo con las aparentes contradicciones de su peculiar trayectoria, el noruego es un extremo moderno a pie cambiado capaz de combinar capacidad asociativa con amplitud y de mezclar ‘buen pie’ por dentro con agresión de espacios al contragolpe por fuera. Su camino hacia la élite desde el Círculo Polar Ártico hasta Milanello parece escrito en las estrellas y uno no se atreve a separar la causalidad de la casualidad. Azar y destino, ambas respuestas son correctas. Hauge está donde debe.