Cuando Weston McKennie aterrizó el pasado verano en Turín, la tendencia por parte de la mayor parte de la opinión mediática y del entorno bianconero, guiada como suele pasar por el más puro desconocimiento, fue la de infravalorar al estadounidense y tildarlo de fondo de armario para la medular y de futbolista eminentemente físico. Un recuperador de toda la vida. Y nada más lejos de la realidad, ya que, con apenas unos meses en el Calcio y en su nuevo equipo, McKennie es la llave maestra con la que Andrea Pirlo ocupa los espacios en ataque que liberan sus dinámicas piezas ofensivas y el que permite el cambio de estructura a nivel defensivo.
Lo demostró ante el Inter para mal y ante el Napoli en la Supercoppa para bien: la Juve no cambia piel en función del rival, es un equipo plenamente centrado en su propia evolución futbolística, en el desarrollo de sus ideas sobre el terreno de juego. Un equipo extremadamente joven como estructura, que aboga por conceptos poco habituales en el Calcio moderno, como el hecho de situar de forma sistemática hasta cinco o seis piezas ofensivas al unísono en el último tercio del campo, lo que le ha acarreado, en consecuencia, arrastrar algunos problemas a la espalda de su agresiva presión tras pérdida. Problemas especialmente graves cuando McKennie no está en el campo para cerrar la banda derecha en el paso al 4-4-2 defensivo de los bianconeri.
El retorno, la disciplina en el repliegue y las ayudas del ex del Schalke 04 son valiosísimas para que no haya agujeros en el sistema defensivo de la Juventus como el que, por ejemplo, sin McKennie ese día en el campo, causó el gol de Nicolò Barella en el último Derby d’Italia tras un pase kilométrico de Alessandro Bastoni que dividió por completo la transición defensiva de un bloque juventino totalmente partido. Una debilidad que, apenas unos días después ante el Napoli en la Supercoppa, a pesar de que los partenopeos se enfocaron también a transitar y contragolpear tras recuperarla en campo propio, no fue tal por la presencia del norteamericano, que además es muy hábil e inteligente a la hora de llevar a cabo las permutas en los marcajes con Juan Cuadrado, lo que permitió cubrir fantásticamente, con las ayudas puntuales de Dejan Kulusevski, la banda izquierda en la que se sitúa la cadena constructiva más peligrosa del Napoli.
Más allá de situarse en el carril intermedio en la salida para darle continuación a los inicios y dejar de cara a sus compañeros sin lujos pero con muchísima eficacia y de moverse de forma brillante entre líneas y en los pasillos interiores, la tendencia de McKennie para ocupar los espacios en el carril central, incluso como hombre más avanzado del equipo cuando Cristiano Ronaldo baja al apoyo para entrar en contacto con el balón o se acerca a uno de los dos costados, es cada vez más evidente. Tanto es así que Pirlo ha ido modificando el 3+1 con el que estructuraba sus primeros pases por un 4+2 con Cuadrado mucho más cerca de los centrales, desplazando ligeramente a Arthur de la zona más propia del mediocentro hacia la de interior izquierdo para protegerse mejor con un futbolista mucho más capacitado para las tareas defensivas y la protección del espacio como es Rodrigo Bentancur, aunque las posiciones fijas no existen para Pirlo en ese fluido sistema bisagra que va variando entre el 4-4-2 y un 3-2-5.
Esta posición más avanzada y centrada de McKennie y ese talento destacado que tiene para leer el juego sin pelota y para “quemar” el punto de penalti con su llegada continuada también redunda en una presión tras pérdida mejorada. En este sentido, no hay muchos centrocampistas ahora mismo entre la élite europea con la capacidad de llegada de McKennie. De hecho, en la Serie A es el futbolista que remata más veces desde dentro del área (18) entre los medios de la élite del Calcio sin contar los lanzamientos desde el punto de penalti. Pirlo le ha dado las bases para poder hacerlo con su idea y su dibujo, pero la interpretación del estadounidense es de matrícula de honor. Y con las piernas luego para volver desde el área rival a la propia en la transición defensiva o con la capacidad al alza de sumar en el balón parado. Jugador – sistema.
Su labor en la transición, en la ofensiva en este caso, también es primordial debido a su actividad y aptitud para detectar las líneas de pase rivales primero y para interceptar la pelota después. Un plan, el de ceder metros para poder correr y lanzar a Cristiano Ronaldo en su acción más tipológica hacia el área, que la Juventus plantea a menudo, toda vez que se haya adelantado en el marcador. Para encontrar remates de alta probabilidad de gol es crucial que haya desmarques hacia el portero que provoquen arrastres, que a su vez generen pasillos a través de los que enviar el balón o espacios liberados para armar la pierna. Y en ese sentido, el papel de McKennie está siendo de nuevo importantísimo. Los movimientos más típicos son el arrastre del central hacia fuera por parte de Kulusevski o de Álvaro Morata, la inserción de McKennie hacia el punto de penalti y si no existe la posibilidad de envío directo en ese momento hacia él, toda la banda derecha queda despejada para que Cuadrado llegue el pico del área, sirva el pase atrás o gane línea de fondo con cuatro o cinco opciones de remate dentro a las que enviar el cuero.
La Juve de Pirlo, por su propia concepción como equipo, algo que después de los éxitos continuados de Antonio Conte y Massimiliano Allegri puede ser difícil de asimilar para algunos futbolistas y sobre todo para el entorno del club bianconero, no opta por el control absoluto de los ritmos del partido, sino que es una estructura que pretende ser mucho más dinámica, provocar que sucedan cosas, con muchos movimientos por partes muy diferentes del campo y de muchos futbolistas. Un escenario ideal para que McKennie brille con y sin balón. Y en esa idea, cuando el estadounidense está en el once titular, la Juve hace mejor las cosas que mejor hace y sufre en menor medida las consecuencias tras pérdida o defendiendo en su campo.
McKennie es el jugador que más acerca a Pirlo al juego de presión y robos altos que propuso desde el principio. Llegó con la vitola de ser un futbolista muy adaptable al principio de juego más claro de la hasta entonces inexistente carrera de Pirlo como entrenador: la presión. Una especie de especialista defensivo-agresivo y, sin embargo, el estadounidense, que ataca y defiende hacia delante dotando de mucha verticalidad y profundidad a la Juventus, está demostrando ser una pieza de una dimensión mucho mayor, al menos en cuanto a la inteligencia de sus movimientos y a la complejidad de su rol por todo lo que le permite hacer al sistema y por todas las posibilidades que ofrece a sus compañeros para dotar de sentido colectivo al juego, aunque el poso con la pelota o la técnica más pura no formen parte de sus virtudes destacadas. Lo suyo consiste mucho más aparecer en el lugar y el momento justos, preparado para participar con acierto, concisión, agudeza y precisión, aunque la mayor parte de las veces no lo haga.
Estamos, sin duda, ante uno de los dos o tres futbolistas más primordiales para que la Juventus de Pirlo pueda ser lo que quiere ser desde su misma génesis y seguramente también el jugador preferido de su entrenador por su iniciativa y su lectura privilegiada de las situaciones sin balón, tan importantes para esta Juve. Un factor añadido decisivo en la presión tras pérdida y adelantada o en el intercambio de posiciones arriba y abajo. Un factor añadido decisivo con su entendimiento del tercer hombre, con su movilidad permanente sin balón, con su capacidad para rellenar los espacios previamente liberados, para cargar el área llegando y no estando, para dar punch y profundidad a las transiciones o para ejercer de bisagra del sistema entre sus dos versiones, con y sin la posesión. Un factor añadido decisivo para un equipo que está desarrollándose hacia su mejor versión, como él mismo, a medida que avanza la temporada.
Imagen de cabecera: Valerio Pennicino/Getty Images
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