Llegó. Como el rocío en abril, la caída de los peciolos en otoño o el caloret en verano. Gerland fue la primera conquista del Valencia en la Champions League. Necesaria. Sufrida. Competida. Con mejor etiqueta de la llevada hasta la fecha. Aunque no fuese la de un traje a medida de Armani, dejó fuera los trapos de un euro de los mercados y, al menos en la primera parte, supo envolverse con muda de Inditex. Tras el descanso volvió a oler fuerte, a recorrer esos metros donde te invade la gente a voces buscando sacar algo de parné. Pero de la mano de un superhéroe poco esperado hace unas semanas. Jaume Domenech se salió literalmente del mapa. Por arriba demostrando sus instintos, por abajo ambicionando esclarecer a los anfibios que el primer vertebrado terrestre nació en Almenara. Y todo con el temperamento y raza que le caracteriza. El Valencia ha encontrado de forma fortuita e inopinada un portero que la gozaría siendo el sustituto de Christian Bale. Más madera que Ben Affleck tiene seguro. Si hay un hombre murciélago en la actualidad cuidando de los suyos, no es otro que Jaume. Vigila con destreza, ordena con criterio y para a los malvados. Batman está en Valencia.
La exhibición del portero solapó la actuación de alguno de sus compañeros pero no quiero que se evada el llamado ‘momento Sosó’. Dícese de aquél donde Feghouli congrega todas las condiciones futbolísticas y las pone a disposición del equipo. Un extraordinario malabar que nos lo viene mostrando desde el comienzo de temporada. Ante el Lyon, aprovechó una contra ágilmente interpretada por Negredo y Piatti para explicarle a Anthony Lopes qué es un golpeo de derechas. Un golazo bellísimo que a la postre valdría como primera descarga emocional en Europa. Su entendimiento con un Cancelo, que parece haber ganado el sprint a Barragán para la titularidad, fue bárbaro. Principalmente cuando el Valencia aún no tenía el botín del gol. En esa búsqueda armonizaron de primeras, desarmando todo el carril zurdo de los franceses. Fueron un auténtico dolor de muelas.
Mustafi siguió en esa línea de capitán sin brazalete. De seguridad y fiabilidad alemana. Aunque el bicho que tuvo a su lado demostró con suficiencia por qué fue el elegido para sustituir a Otamendi. Abdennour, que es más Rami que Nico pero con la cabeza siempre encajada, completó sus mejores minutos con la camiseta blanquinegra. Poderoso en los fuegos de artificio disparados en las alturas, rápido al corte y contundente en la marca. Hasta que un pinchazo en los isquiotibiales frenó su escalada. Enzo Pérez, que sigue dando pasos al frente esta temporada, encontró en Parejo el escudero perfecto para malversar el balón al Olympique. Era uno de los objetivos de Nuno. Sólo Negredo parecía un borrón en una carta escrita con pluma y a buena letra. Aunque el manchurrón, tras vestuarios, acabó bordeando toda la página. Volcó el bote de tinta. El Valencia dejó los bártulos en el alambre y estuvo a punto de perderlos. El empuje de los franceses era de esperar pero no la pérdida de identidad con el balón. Lo logrado al comienzo se fue diluyendo como un azucarillo. Menos mal que en Gerland se rodaba la tercera parte de “El caballero oscuro” y Jaume codició tomas, algunas repetidas, para llenar las salas de cine. Sólo se tenía un objetivo: que la película de Lyon fuese la más taquillera de los próximos meses. Deseo que, creo, acabará por cumplirse. Y eso que no necesitó Batimovil para expandir su leyenda.