Aunque no es recomendable extraer conclusiones en noviembre, no parece arriesgado asegurar que el Barcelona afronta de una u otra manera los partidos dependiendo de la competición a la que se enfrente. Si repasamos los partidos de lo que llevamos de temporada comprobaremos como los que mejores sensaciones han transmitido han sido los de la Champions.
A base de solidez el equipo ha conseguido tener a mano la clasificación como primero pese a la dificultad del grupo. De los cuatro partidos, dos tuvieron especial repercusión en la trayectoria del equipo. La victoria en Wembley, con la inesperada titularidad de Arthur, devolvió al Barcelona la confianza perdida tras una serie de resultados adversos. Semanas después el equipo ha reconducido su situación hasta tal punto de tener la primera plaza a tiro y abrir una pequeña brecha al frente de la Liga. El segundo punto de inflexión fue contra el Inter en el Camp Nou. Aquel día, los jugadores dieron un paso al frente en su conjunto. Ante la ausencia de Messi, el Barcelona fue más equipo que nunca para conseguir un triunfo clave.
No obstante, las constantes buenas sensaciones en Champions contrastan con la irregularidad mostrada en el campeonato liguero. Un día se gana y se convence contra el Sevilla o el Madrid y otra se sufre contra todo pronóstico contra el Rayo. Uno no sabe qué versión esperar. Es cierto que con Messi la brecha entre ambas caras se reduce, pero también lo es que el astro argentino, por más que esté empeñado en hacerlo, no siempre puede sacar las castañas del fuego.
Tras tres fracasos consecutivos en Europa es evidente que el Barcelona tiene entre ceja y ceja ganar la Champions. Ahora bien, el camino para lograrlo es hacer las cosas bien en la Liga. La competición doméstica debe ser la base que conduzca a los jugadores a rendir bien en Europa.
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