Cuando pronuncian San Siro te cambia la expresión. Suena a enormidad, respeto y valor cultural. Allí bailaron los de Simone Inzaghi, bajo los focos de la noche europea, ratificando que su equipo es de los conjuntos más sólidos de la candidatura. Para suerte del Atleti, anoche fue más preciso en la intensidad de su presión que en la contundencia de su acierto.
Parte de culpa la tuvo el guardameta rojiblanco y la identidad de un Atleti que se sabe todas las tablas de resistir. Y en eso Axel Witsel sacó la mejor nota. 1×1= aguantar. Porque el belga ya ha demostrado que se ha adaptado a las ecuaciones del Cholo y como central ejecutó su partido asemejado a una podadora. Allí donde crecía hierba, cortaba y rasuraba cada oportunidad de los interistas con una firme defensa del espacio.
El brillo relucía en las botas de Nicolò Barella, jugador de mocasín de firma, que brincó por diferentes zonas, filtró balones envenenados y fue diferencial con y sin balón. La tozudez de Lautaro se hizo presente en sus intenciones fallidas que no encontraron inspiración. Al otro lado del asunto, Samu Lino jugaba a hacer travesuras que pudieran cambiar un guion que no dominaban los suyos, intentando asustar a su rival cada vez que pisaba el último tercio.
La insistencia del Inter quebró la nueva versión del Atleti en la presente campaña que, siendo mejorada en muchos aspectos, pecó esta vez de irresoluta. El fallo de Reinildo y De Paul dejó a los del Cholo en paños menores. Por mucho que quisieran reiniciar el dispositivo, el marcador ya estaba en contra. Cómo jode no recuperar el archivo.
Con Griezmann y Giménez tocados, el Atleti sale herido, pero vivo, para afrontar la vuelta de la eliminatoria en casa. No existe un lugar en el que pueda sentirse más vital. El templo donde rezan sus devotos, donde el sufrimiento corre por sus venas, donde se rasgan la voz para contar que una gitana loca les tiró las cartas, donde un ejercicio coral puede borrar la credibilidad de su rival. Siempre nos quedará el Metropolitano.
