Mira que me llega a gustar escribir sobre un partido, sobre lo que pasa dentro de un terreno de juego o detenerme en la actuación de uno de nuestros jugadores. Me gusta aportar mi punto de vista, analizar lo que sucede y hacerlo llegar al lector. Aun así (y pese al contundente arranque del equipo en Liga) lo dejo para otro momento, ya que a medida que avance la temporada tendré muchas oportunidades para hacerlo. ¿Por qué hoy no? Pues porque hace poco me percaté que la semana de publicación de este artículo coincide con una cariñosa efeméride de la que me apetece hablar, que no quiero pasar por alto y que creo que sirve para darle un buen pistoletazo de salida a esta columna, que tendré el placer de haceros llegar cada lunes.
Quizás muchos ya os habíais percatado de ello, pero este año se cumple el décimo aniversario del nacimiento del ‘Pep Team’. Una temporada que a mis (benditos) veintiún años supuso, además de muchas alegrías, toparme con el mayor aprendizaje futbolístico que he adquirido jamás. Una constante explosión táctica comandada por un genio nacido en Santpedor, con el juego de ataque como apuesta capital e innegociable, que nos hizo descubrir una forma de hacer las cosas que además de ser la más bella era también la más eficaz. Vimos con orgullo como un entrenador añadía retoques y juntaba los engranajes para que un grupo de jóvenes se pusieran en marcha, haciendo funcionar la más perfecta máquina futbolística que jamás hemos visto. Una forma de funcionar que, a pesar de no ofrecer las mismas prestaciones del pasado, aún perdura en la idea de juego de algunos de nuestros jugadores, convertidos en supervivientes futbolísticos al paso de esta década.
Si abarcáramos de forma más concreta dicha efeméride y retrocediéramos exactamente diez años en el tiempo, nos encontraríamos en una de las semanas más complicadas para el Barça de Pep Guardiola. Aquel equipo afrontó los primeros días de septiembre con más dificultades de las esperadas tras perder el primer partido de Liga contra el Numancia (1-0). Un inicio inesperado y que aún fue más doloroso tras el empate contra el Racing de Santander en el siguiente partido, disputado en el Camp Nou, que sirvió para firmar el peor arranque liguero en 35 años. ¿La sensación en aquel momento? La fácil, la de dejarnos llevar por lo que veíamos y olíamos en el ambiente: que esto iba a ser muy complicado. Las referencias que teníamos en la prensa tampoco ayudaba a levantar el ánimo. Titulares como ‘Pañuelos y pitos en el Camp Nou’ o ‘Barça: Ni suerte ni pegada’ copaban las crónicas tras los primeros partidos de esta nueva era que habíamos iniciado, con una plantilla que no sabíamos de lo que era capaz y un entrenador que venía del filial.
¿Era el sentimiento generalizado? Probablemente. Pero los que ya sabían de esto tenían claro que algo bueno estaba por llegar. Para ello, quiero acordarme del mayor ‘influencer’ que ha habido en el fútbol. El único que dijo que el nivel de juego en aquel partido contra el Racing fue “el mejor que el Barça había ofrecido en muchas temporadas”, que el equipo había estado sobresaliente en el juego de posición y en ritmo de circulación del balón, que Busquets (que debutaba aquel día) era técnicamente superior a otros jugadores de la plantilla ya consolidados y más útil para abrir el campo cuando el rival montaba el autobús. Todos estos conceptos resumió Johan Cruyff en un artículo titulado “Este Barça pinta muy, muy bien” que da gusto volver a leer diez años después.
A lo largo de los exitosos meses que vinieron a continuación, experimenté parte de este aprendizaje al que me he referido anteriormente. Apercibí que aún sabíamos muy poco de fútbol. Me di cuenta que la mente de un aficionado debe aprender a visualizar este deporte de forma menos simplista. Que la impresión que ofreces y el resultado no siempre van de la mano. Que para valorar una etapa, hay que tener en cuenta la eclosión o nacimiento, pero es vital no olvidarse de cómo ha sido su desarrollo y crecimiento. Que quienes hablamos de fútbol (en un medio de comunicación, en un canal, en un blog…) tenemos el deber y la obligación de contar lo que sucede yendo más allá de esas dos cifras del videomarcador que aunque a veces dicen mucho, no siempre lo dicen todo. Que quizás el mensaje que más ayuda a un lector no sea el habitual, sino aquel que va a contracorriente, que es más impopular que de costumbre y que no todo el mundo está dispuesto a oír, ver o creer.
Con este planteamiento que os invito a interiorizar, advirtiendo que no será la última efemérides y con más ganas que nunca de seguir aprendiendo, empieza otra temporada apasionante. O como viene siendo habitual, todo lo apasionante que D10S quiera. ¡Força Barça!
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