Las despedidas siempre duelen. Y no, no nos enseñan a gestionarlas. Por lo menos a mí, y es de lo que menos me gusta. Tengo la suerte de rodearme de gente que me hace mejor persona, me ayuda, me aconseja, me enseña, me cuida, pero en estos días hay una parte de mí que no se siente completa. Tener que despedir a gente de tú círculo cercano duele. Y no es que sea yo una persona abierta para expresar mis sentimientos. Todo lo contrario, me cierro en mí e intento no mostrarme vulnerable; pero en este caso lo siento inevitable.
En el mundo del fútbol estamos acostumbradas a despedirnos muy frecuentemente de gente que durante un periodo de tiempo forma parte de nuestra vida, que ves más que a tú familia y se convierten en personas muy importantes. Pero no nos enseñan a cómo despedirnos de ellas. ¿Cómo te separas de alguien con la que has pasado los últimos dos años? Sinceramente, no lo sé. No creo que haya una solución, ni una única forma de hacerlo, simplemente te agarras a que son cosas de la vida y que con el tiempo dolerá menos. El fútbol es lo menos importante de las cosas importantes de la vida, pero está claro que te da una de las mejores cosas que hay: las personas.
Ya lo sufrí cuando me tuve que ir del Oviedo. Lo hice también cuando cambié A coruña por Donosti. Sigo echando de menos a Cristina cada día, a Jone, Laura, Patri, Andrea… y ahora lo sufriré con Gaby y Gemma; dos personas que me han ayudado a crecer personalmente, a abrirme, que me han apoyado en los malos momentos y no me han dejado caer. Si lo hacía, me levantaban cada día. Me han ayudado, me han brindado su confianza, me han enseñado sus costumbres, sus anécdotas, sus historias, su familia, sus sitios favoritos, Castellón, sus mejores recetas, su fanatismo por el buen fútbol, las cenas improvisadas, charlas interminables, lugares especiales. Agradezco a la vida por ponerme en vuestros caminos, me siento afortunada de teneros en mí vida, y agradecida por poder contar historias que nos han pasado juntas. A las buenas personas solo le pueden pasar cosas buenas, y a vosotras os espera lo mejor.
Y cómo no a Iñigo. Caballero es su apellido, le queda que ni pintado. Una persona que trabaja a la sombra pero que siempre, siempre, siempre me recibía con una sonrisa. Cuando algo no iba bien, sólo tenía que ir a la sala de fisio para hablar con Ane y con él, y el día despejaba esas nubes que estaban apareciendo. Estoy feliz porque sé que viene algo en lo que has trabajado mucho y que mereces. También porque nos veremos y vendrás a apoyarnos, pero el día a día sin ti no va a ser el mismo. No habrá «banboleiros», no habrá más chistes, ni meternos los unos con los otros para picarnos un poco. Eskerrik asko Caba, te deseo todo lo mejor. Nos tendremos que ver con Pelayu y un sobao pasiego.
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