La llegada de Xavi Hernández fue un antídoto ante almas pusilánimes. Despertó en la grada aquella ilusión que provoca el efecto romántico de encontrarse de nuevo con quien tanto le dio. Volver a casa y sentirse amado una vez más. Esta vez sí, la paciencia iba a agrandarse. La corta experiencia del de Terrassa como técnico y la esencia de su fútbol requerían que la calma se estirara como un chicle, extenso y flexible. Se había ganado un crédito para que la esperanza tuviera un tiempo de vida más largo de lo que últimamente se permite en la agotadora tarea de los banquillos. Si alguien podía intentar recuperar ese llamado estilo que resulta innegociable en la parroquia culé, Xavi era uno de los candidatos con más argumentos. La afición era la primera prueba de fuego. Y esa la tenía ganada antes de poner un pie en el Camp Nou.
Sin embargo, que las gradas sigan llenas y con voz es causa de lo que sucede en el terreno de juego. Los resultados y el juego mandan y Xavi ha impregnado su sello para que la unión de todos los factores esté a pleno rendimiento. En estos casi cinco meses, su libreto se ha hecho notar. Y llegados a este punto, la Supercopa y la Champions parecen agua pasada. La afición del Barça quería disfrutar otra vez y sabía que para ello debía pasar por asumir derrotas dolorosas. Necesitaba empezar de cero para construir de nuevo. En el juego, en la mentalidad y en los efectivos. Xavi ha sido clave en las tres.
En un plazo muy corto se observaron mecanismos colectivos en las distintas fases del juego que evidenciaban su labor. Pasado este tiempo, este equipo no se asemeja en nada a lo que era meses atrás. El orden y el posicionamiento, líneas más adelantadas, el tercer hombre, las triangulaciones, la velocidad en la circulación o una presión tras pérdida innegociable. Reafirmando aquella estética tan anhelada; ya sea para bailar con el balón pegado en una coreografía donde a nadie se le olvida ni un paso o, si le presionan alto, recurrir al pase largo donde siempre encuentra una pieza capaz de acompañar su movimiento.
Xavi ha contagiado de credibilidad a sus pupilos. Un Barça que era medroso e incapaz, viviendo una metamorfosis que ha provocado un cambio en su autoestima. Se gusta cuando juega. Y es un síntoma común. Desde los veteranos que saben lo que es ganarlo todo y pasaban por la frustración de no hallar nuevos estímulos para darle un giro a la situación, pasando por los jóvenes con los que no era suficiente a pesar de sus infinitas ganas, y terminando por los recién llegados, que están resultando efectivos desde el primer momento.
Significativa revelación del trabajo de Xavi es que, con la alta exigencia que están manifestando todas las piezas del mediocampo, Frenkie de Jong esté respondiendo a su confianza y empiece a asemejarse un poco a lo que puede ser con todas sus cualidades y virtudes, tras pasar un periodo de tiempo irreconocible. Como lo resulta la expresión de Aubameyang, reencontrándose de nuevo con ese goleador infalible que disfruta como un niño travieso con cada balón que recibe al espacio para cometer la trastada de encajarla en la red. El gabonés no deja de presumir una vivaracha sonrisa. Así como la gestión de un futbolista con las maletas cerradas y con la guía turística de otro destino en el cajón, diligenciando sobre la situación y aprovechando sus diferenciales recursos, como sus brillantes conducciones por dentro y su desequilibrio, para que Dembélé lleve en sus cuentas 9 asistencias y hacer que los pitos se enmudezcan.
Los antiguos griegos llamaron kairós a ese momento adecuado de tiempo cualitativo en que sucede algo especial. El Clásico fue esa oportunidad en el tiempo para poner en escena el protagonismo de la gran labor que viene desarrollando el técnico catalán, que supo ganarle el pulso a un Ancelotti que resultó tan fallido como honesto. Los propósitos del conjunto blaugrana, superiores en todas las facetas, evidenciaron las debilidades de los argumentos competitivos de los blancos. Sin Karim Benzema, el Real Madrid quiso encontrar soluciones que hicieron que el problema fuera desmesurado. Lo sucedido en el Bernabéu ocasionó la convicción y el reconocimiento a ese efecto que su entrenador está provocando. Una victoria en mayúsculas. Un golpe moral, un momento oportuno para tomar un impulso alimentado de confianza y seguridad para seguir creando una línea ascendente. Una fecha que ya se ha escrito en la historia del Barça y, por supuesto, en la de Xavi Hernández.
Imagen de cabecera: FC Barcelona
Editora en SpheraSports. Especialista en Scouting y análisis de juego por MBPSchool. Sport Social Media. Eventos Deportivos
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