Ya lo escribí el curso pasado cuando el Chelsea y el Manchester City se cruzaban en esa final extraña, con ya algunos aficionados en el campo tras el maldito coronavirus, que ganaron los londinenses: me preguntaba cómo se sentía el jugador que marcaba en una final de la Champions. La gran mayoría, ya sea en regionales o en el patio del colegio, habréis notado lo que pasa por el cuerpo cuando anotáis un tanto. Es una sensación única e inefable. Hay pocas cosas mejores que marcar. Palabra de honor.
El caso es que cuando marcas hay una respuesta. Acción-reacción, que decía Newton. Perforar las redes del guardameta lleva a tu rival, normalmente, a la rabia más extrema. Una de las reacciones más míticas, más repetidas, cuando celebras ese tanto con pasión es cuando te dicen: “Parece que habéis ganado la Champions”. Cuánta rabia y envidia esconde ese comentario. Tengo un mensaje claro para los irascibles que no aguantan las celebraciones: amigos, os entiendo perfectamente ya que todos sabemos que vosotros, de estar en el otro lado, haríais lo mismo. Es universal.
Madrid y Liverpool viven días de nervios. Es cierto que la gran mayoría de estos futbolistas ya saben lo que es levantar una orejona. Ya han tocado el cielo. Sin embargo, no tiene pinta de que los triunfadores se cansen de levantar títulos. Lo digo, por supuesto, desde el sótano del fracaso, deseando levantar la copa del pueblo este verano. Los dos finalistas llevan un año casi perfecto. Lo de los ingleses es especialmente increíble: se han quedado a un punto del Manchester City en Premier League y han ganado las dos copas domésticas que han disputado. Los blancos, por su parte, siguen enfrentándose a su propia historia. Han sido muy inferiores en gran parte de todas las eliminatorias que han jugado, pero están en la final de París. Ahora queda saber quién es el que lo celebrará como un loco y quién es el que se quedará sentado pensando: “Parece que han ganado la…” Vaya, en estos casos no sé qué se dice.
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