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La Real Sociedad es un equipazo. Marcha líder de la Liga tras sumar cuatro victorias consecutivas, las cuatro por una diferencia de tres goles, con futbolistas de la talla de Oyarzabal, Portu, Silva o Mikel Merino rindiendo a un nivel excelso. Es probable que por ello se entienda como lógica y comprensible la última goleada en Anoeta. El cuadro de Alguacil marchaba 3-0 cuando no se había cumplido la hora de partido, que acabó 4-1 no solo por los méritos locales. Que los árboles no nos impidan ver el bosque: su rival, el Celta, tiene más de un problema serio y no se van a solucionar a base de autocompasión.

Si hay alguien que lo entiende de verdad ese es su buque insignia. “Si llevamos tres o cuatro entrenadores en dos temporadas, algo estaremos haciendo mal», criticó Iago Aspas al término de un encuentro donde volvió a marcar y se convirtió, ahora sí, en el máximo goleador de la historia del club tras superar a Hermidita. “Ahora mismo no me dice nada porque estoy jodido después de esta derrota”. Sus palabras, contundentes, reflejan el estado de un equipo que debe aspirar a más que a evitar el descenso. Por tercera campaña seguida, sufrirá para lograr la salvación incluso contando en sus filas con el tres veces ganador del trofeo Zarra.

Este miércoles se cumple exactamente un año de la llegada de Óscar García al banquillo vigués. Un técnico por el que suspiraba la dirección en su momento y que ahora tiene contra las cuerdas tras seis partidos sin ganar. Llegó la pasada campaña para lograr la salvación y la consiguió por réditos anteriores al confinamiento, que no sentó nada bien en la plantilla. El Celta acabó el torneo con la soga al cuello, sin una sola victoria en siete partidos, incluyendo un empate a cero ante un Espanyol ya descendido en la última jornada. Solo el gol de Brahim en Leganés permitió una permanencia que muchos catalogaron de ‘injusta’ viendo las sensaciones de uno y otro conjunto.

La continuidad de Óscar ahora pende de un hilo. Mucho ha cambiado la situación desde junio, cuando firmó una ¿precipitada? renovación antes de un descalabro que pudo costar el descenso. Tras un mercado de fichajes bastante paupérrimo, con las consecuentes críticas del propio técnico, el ‘reinicio’ con el que soñaba se cayó de bruces. Entró en conflicto con la dirección deportiva a raíz de sus palabras, y no hace mucho que confesó que si sigue en el Celta es porque los jugadores se lo pidieron. Ahora tira de la cantera (Fontán, Sergio Carreira, Gabri Veiga o Miguel Rodríguez) para demostrar que faltan refuerzos en cada zona del campo. Y quizá, si llegan en diciembre, él no estará para verlos. Marcelino ya suena con fuerza.

Mucho tiene que cambiar la imagen del Celta, que ha pasado de ser un equipo brillante y ofensivo con Berizzo a mantenerse replegado y salir al contragolpe primero con Escribá y ahora con Óscar, un entrenador curiosamente influenciado por Cruyff y que exportó el estilo del Barça de Guardiola a un Salzsburg con el que llegó a la plenitud. Apasionado del 4-3-3, tenía que esperar a contar con extremos para llevar a cabo su plan. Vadillo, Nolito, Emre Mor prometían verticalidad en ataque junto a Aspas, que parece haberse quedado completamente solo de un tiempo a esta parte. Denis Suárez, Brais Méndez o Fran Beltrán han bajado su rendimiento de forma evidente, y muchos culpan a Óscar, que no favorece un ecosistema para futbolistas de corte técnico.

Hoy el preparador catalán deambula entre el 4-4-2 y el 5-3-2, quizá para evitar una sangría en la que ya es la peor defensa de Liga junto a la del Huesca (14 goles encajados). Los tantos de la Real, sobre todo en el que Portu le roba la cartera a Murillo dejando vencido a Rubén Blanco, demuestran falta de concentración y contundencia en las áreas, también en la rival. “Estamos remando contracorriente, vamos con ansiedad y la portería se hace más pequeña”, recalcaba Aspas. El Celta necesita algo más que un toque de atención. Revisión de identidad, cambiar el chip, revolucionar el equipo. En Elche Óscar tiene la última oportunidad para conseguirlo.

Imagen de cabecera: Octavio Passos/Getty Images

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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