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Personal e intransferible

Tú eres Oro

“Qué carrera la tuya, medalla de oro Olímpico y del Mundo…” mucha gente se refiere con estos términos al conocerme. Para un exdeportista el recuerdo de lo que fuiste puede ser una trampa del presente por la falsa sensación de seguir alimentando a nuestro ego. 

El ego es parte esencial en el crecimiento de un deportista de élite. Sin grandes dosis de él, difícil es el viaje hacia las puertas del Olimpo. Sin duda que esa “bestia” interior debe tener su contrapeso con la humildad, sino se multiplicarían los deportistas desdeñables por su personalidad arrogante y altiva. 

Estoy profundamente agradecido a este compañero de viaje por ayudarme a traspasar mis propios límites, aunque siempre hay un principio y un final para todo en la vida. El final de mi ego llegó pasado un tiempo de mi retirada y sin saber qué camino tomar. 

Un día cualquiera, al llegar a casa, me asaltó la incomodidad de ver todos mis trofeos y fotografías esparcidos por todo el comedor de mi casa, como si de un museo se tratara. Ese recordatorio alimentaba a mi ego de exdeportista, una figura que nunca más volvería al agua. Así que decidí acabar con ello. Lo metí todo en cajas de cartón y hasta el día de hoy, no las he vuelto a abrir. Como si fuesen las cajas de Pandora… y ya han pasado dieciséis años. Lo justifiqué como si hubiese escrito el final de mi libro como jugador, con la necesidad de escribir uno nuevo después de colgar el gorro. 

Una mañana tomando café con mi madre, me preguntó “¿Qué te pasa Dani?”. El ego salió en defensa mía para responder “nada, todo va bien. Estoy tranquilo”. 

“Dani, por favor… soy tu madre. ¿Qué te pasa?”

“¿Qué quieres que me pase?…lo mejor de mi vida ya ha pasado. Nunca más volverán esos momentos de adrenalina, de competición, de vestuario con mis compañeros, de ganar… No me apetece hacer nada. No sé qué hacer…”

Saltaron las alarmas. Sin darme cuenta demostré que estaba en depresión.

(Getty Images)

Los deportistas vivimos dos vidas. Una antes y otra después de la retirada. La primera vida es la fácil. La segunda es como si estuvieses en medio de la selva, de noche, sin saber qué ocurre y hacia dónde ir. Es ahí donde cobra importancia el entorno, cómo te llevas con la familia y las compañías forjadas con el tiempo. 

La vida de un deportista es admirada, pero no es tan diferente a la tuya. Ilusión, esfuerzo, trabajo, decepción, caer, levantar y volver a empezar… Un ciclo constante hecho para aprender… de nosotros mismos.

Me gusta explicar la importancia de abrazar los fracasos. Esos momentos duros. Nunca sabemos por qué nos pasó aquello pero el tiempo siempre nos dará la respuesta acertada. O por lo menos, lo ocurrido se hará más llevadero. Como dice mi madre, “el tiempo lo cura todo”

Hay una inminente necesidad en la sociedad actual de que todo ocurra en tiempo y forma cómo lo deseamos. Sólo nos centramos en lo maravilloso que será conseguirlo, pero con una resistencia enorme en pensar que lo normal es que no llegue. Así nos debatimos entre el éxito y el fracaso. Si pensáramos en el fracaso antes de iniciar un proyecto nuevo, posiblemente no iniciaríamos la mayoría de ellos pero es el deseo contrario que nos impulsa al riesgo de intentarlo. 

Aceptar el fracaso es el paso más cercano al éxito. Dejar que las semillas de esas experiencias florezcan dentro nuestro como parte esencial de nuestro crecimiento, es el camino hacia el triunfo. 

Pero el verdadero triunfo, la verdadera medalla, no está en lo conseguido a nivel material en el día a día. La gran medalla de oro está al alcance de todos y es por la cual deberíamos luchar sin cesar. Es una lucha mucho mayor, independientemente de las cosas realizadas en nuestro día a día, porque es una lucha contra nosotros mismos. Es un viaje interior muy complicado.

Pasan los años y cada día lo veo más claro. La mejor medalla conseguida en esta vida es la de la felicidad. Esta medalla nos otorga estar en paz con nosotros mismos y nuestro entorno. Es una medalla que nos acompañará cada maravilloso y nuevo día. Y esta medalla, nos la pone la vida delante de nuestro camino a cada uno. Reirás, llorarás pero intenta perseguirla, ¡consíguela! No es un camino fácil, pero todos llevamos un campeón dentro nuestro. 

Tú también eres de oro.

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