Decía Pedro Calderón de la Barca que la vida era sueño. La Atalanta, que sabe que la vida del futbolista es bien corta, y la de la Champions League todavía más, se ha visto durante todo el torneo ante la oportunidad de su vida. Ante su sueño. Cada porfía, cada control y cada remate debía ser sinónimo de celebración. Por ello, cuajaron en todo momento lo que sabían hacer: lo de siempre; sin importarle la entidad del rival y siendo ellos mismos, como te aconsejan en las primeras citas. Qué más da que delante suyo tuviera a un conjunto que triunfa gracias a sus individualidades y que precisamente marcar al hombre no debería ser la mejor idea. Y por eso marcamos en negrita “debería”. Porque casi sale bien. El cuadro de Bérgamo ha mirado al pasado y ha visto que hay cosas en el baúl de los recuerdos que aún puede utilizar para triunfar. La Atalanta, pese a su derrota en los cuartos de final de la Champions League, ha vuelto a demostrar que la Historia es cíclica. A veces las respuestas de todas nuestras cuestiones ya nos las han enseñado los tiempos pretéritos. Solo hay que mirar atrás para saber lo que pasará mañana.
Gian Piero Gasperini no entiende de formaciones. ¿Cómo juega la Atalanta? ¿5-3-2? ¿0-0-10? Ni idea. Para el analista, para el que los quiere dibujar en la pizarra, no es fácil. Todo, realmente, depende del contexto de la jugada porque este equipo no entiende de esquemas. Su formación es ese número de teléfono que ves que te llama por la noche y tú siempre decides no contestar. Todos sabemos que cuando llaman al fijo solo es para que te cuenten desgracias o para que te vendan algo. Mejor pasar y seguir con tu dosis de Netflix. Mejor no encorsetarse con mapas de calor. Eso sí, hay una premisa sempiterna en la aventura de Gasperini en la Atalanta: todos atacan y todos defienden. Aunque sea hombre por hombre, algo arriesgado ante talentos tan consagrados como los del PSG.
Es sencillo, pero el mejor ejemplo de lo que es el equipo italiano lo evidencia el primer gol de la noche lisboeta. Rafael Toloi, el central diestro, rompió en busca de una aventura ofensiva que parecía una locura: un movimiento imperceptible para el centro del campo parisino. Y para la defensa. Acabó en el área y Mario Pasalic, ante tal aglomeracion de futbolistas, se encontró con un balón que puso a la escuadra. Lo normal. Los rebotes, con tantos hombres al ataque, suelen ir para el que más gente tiene. Por eso marcaron tantos goles en Serie A. Tras un gran primer acto, los transalpinos tuvieron que tirar de épica tras el descanso para tratar de mantener una ventaja histórica. La defensa al hombre, con el transcurso de los minutos, dejó sin gasolina a los de Gasperini, una mala empresa en Europa.
Neymar no paró de intentarlo, demostrando que su fútbol no tiene corsé: regatea, imagina y crea. Parecido al otro 10 del encuentro. Los franceses tuvieron que llamar a filas a un Kylian Mbappé tocado y, claro, así cualquiera. Se veían tropezando de nuevo ante los mismos fantasmas que aparecieron frente a Barcelona, Manchester United o Chelsea. Esta vez, la suerte se alió con el conjunto de la capital de Francia. El cansancio había hecho mella. De hecho, los bergamascos defendían con 10 futbolistas tras la lesión de Freuler. Y cuando juegas ante un PSG repleto de talento puede suceder que caigan dos tantos en cuestión de tres minutos. Todo aquel trabajo y todo ese sueño se esfumó. El honor, sin embargo, siempre estará al lado de la Atalanta, que lo tendrá que volver a intentar el próximo curso. Y solo tendrán que mirar atrás para creer, de nuevo, en la utopía de levantar el trofeo más importante del viejo continente. ¿Por qué no?
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