Es pronto, sí. El Pipo solo lleva dos semanas entrenando. Que no se le escape a nadie. Pero tan cierto es eso como que el sábado ante la Real Sociedad se volvió a comienzos de siglo. El misticismo de Mestalla se recuperó. Desde el comienzo fue el de las noches históricas. Y no, no están los blanquinegros soñando en grande y pensando en levantar metal. Todo lo contrario. Se trata de saltar sin caer a un precipicio que te condenaría irremediablemente. Desde el saludo a su afición una vez ocupada la zona técnica todo fue diferente. Ver a Rubén Baraja y a Carlos Marchena liderando era recordar el doblete. Era sentir morriña y añoranza del mejor Valencia de la historia.
Y lo más importante fue comprobar cómo el equipo también voló a esa época ganadora. Recuperando las constantes y señas de identidad que siempre hicieron triunfante y distinguido a este club. Se fue intenso como nunca, vehemente en el esfuerzo y solidario de principio a fin. Se funcionó como un único cuerpo, sin puntos de fuga. Sin grietas. Las líneas siempre juntas y el equipo ordenado. Así comienzan a fraguarse los equipos competitivos: de atrás hacia delante. No le dejó pasillos interiores a un equipazo como la Real Sociedad, supo en cada momento qué necesitaba el partido y tuvo claro cómo y dónde hacer daño. Recuperar el vértigo de las contras es poner en borboteo y ebullición a Mestalla. Es porno de látigo y antifaz. Y hubo varias donde se pudo sentenciar.
El Valencia está inventado. Que se dejen ya los puristas de volantazos que me tienen hasta el moño. Lo de ‘bronco y copero’ no es algo que cae del cielo una mañana cualquiera mientras se moja una magdalena en una taza de café. Es un rasgo privativo y particular de un club con 104 años de historia. En todo caso, ser agresivos, compactos, intensos, seguros defensivamente y veloces al espacio son atributos que agitan el recuerdo, fenómenos neurológicos que asocian un estímulo sensorial con un recuerdo del pasado de forma automática e involuntaria. Como la magdalena de Marcel Proust en su obra cumbre de principios del siglo XX “En búsqueda del tiempo perdido”.
Durante la semana, Rubén Baraja -junto a Carlos Marchena y Toni Seligrat- fueron recuperando anímicamente a los futbolistas en los entrenamientos, pero la piedra de toque verdadera, la filosofal, iba a ser el partido. Y ahí actuaron de manera sobresaliente. La victoria, que no sacó al Valencia de pobre dado que se sigue en puestos de descenso, sí sirvió para desbloquear mentes (también en la grada), para romper la nefasta dinámica y para insuflar dignidad, orgullo y amor propio a unos futbolistas que vivían frustrados y aterrados tras conseguir una sola victoria en los últimos ocho encuentros. No se había ganado todavía en 2023 y se recordaba en la lejanía el sabor dulce de los tres puntos (10 de noviembre ante el Betis). Ojalá la imagen mostrada tenga continuidad porque si alguien merece triunfar en el banquillo che ese es Rubén Baraja.
Foto cabecera: Valencia Club de Fútbol