Sucede en todos los deportes, no sólo en el motociclismo. De vez en cuando, un hombre o una mujer alcanza tal grado de maestría en su deporte o especialidad que, inevitablemente, condena a todos sus contemporáneos a luchar por la segunda posición, y a esperar un fallo que rara vez se produce.
No hace falta viajar al pasado para encontrar casos muy evidentes: Usain Bolt, Laia Sanz, Michael Phelps, Lindsey Vonn, Leo Messi, Serena Williams, Toni Bou… y, por supuesto, Marc Márquez.
Más difícil resulta encontrar la coexistencia de dos deportistas con tal nivel de dominio sobre sus competidores. Y eso es precisamente lo que sucede en MotoGP, donde Márquez convive cada fin de semana con Valentino Rossi.
Se da entre ambos un fenómeno curioso, dada la diferencia de edad, que en este caso es de 14 años. Un relevo generacional totalmente natural, pero no siempre coincidente en tiempo y espacio. Sin ir mucho más lejos, Rossi no llegó a compartir asfalto con Mick Doohan, el dominador de la generación anterior.
Cuando sí coinciden, un buen número de variables influyen en el devenir de ambos sujetos. Una de ellas, quizás la más importante, es la actitud que adopte el más veterano ante la llegada del nuevo talento que cuestiona su soberanía. En este sentido, Rossi ha sido (y es) todo un ejemplo.
Con nueve títulos a cuestas, nadie le hubiera podido reprochar nada a ‘Il Dottore’ si hubiese optado por la retirada al concluir su contrato con Ducati. Sin embargo, Márquez supuso la dosis de motivación que Valentino necesitaba para demostrar que sigue siendo una gallina capaz de hacer un caldo exquisito.
También tiene su impacto la actitud del más joven, y la de Márquez también ha sido ejemplar. Lejos de exhibir un comportamiento arrogante, que hubiese resultado comprensible dada la mezcla de superioridad y bisoñez, Marc se muestra encantado de competir con Rossi y poder aprender de él. Y viceversa.
Entra entonces en vigor el concepto de retroalimentación. En las últimas temporadas, Rossi ha trabajado más que nunca para mantener la competitividad, y Márquez ha hecho exactamente lo mismo con el fin de no ver cuestionada su hegemonía. Ambos son muchísimo mejores ahora que hace apenas dos años, cuando se encontraron en pista por primera vez en Losail.
Márquez es el relevo de Rossi, pero el italiano se niega a soltar un testigo que él recogió del suelo, donde estaba cogiendo polvo desde la retirada de Doohan.
Esa es la grandeza del motociclismo actual. Esta vez, el testigo no ha rozado el suelo, no hay que esperar a que nadie se agache a recogerlo.
Siempre es mucho mejor ver a dos genios dando lo mejor de sí mismos: uno, para quedárselo en propiedad; el otro, para no soltarlo definitivamente.