Es un cohete. Aunque no obtiene su empuje por la reacción de la expulsión de gases desde un motor, José Luis Gayà es un misil. Un futbolista recién estrenado y creado por la propia compañía que lo utiliza. Máquina de última generación -la de 1995- que apenas sin despegar está dejando al resto de la competencia sin argumentos. 19 años y valencianista desde la cuna. Todo lo hace bien. Se trata de ese tipo de fenómenos que aparecen una vez cada veinte años o en camadas para la historia. Punteaba en este mismo ordenador a finales del mes de septiembre, cuando el Valencia se vistió con la toga de líder y dejó de sentirse extranjero, que Gayà pertenece a la siempre admirada generación JASP (jóvenes aunque sobradamente preparados) y que, a pesar de ser aventurada la afirmación porque corría la quinta jornada, tenía el convencimiento pleno que se iba a convertir en el mejor lateral izquierdo del continente. Bien, pues ni una coma quito.
Son demasiados argumentos para que el Valencia ate con nudo de pescador al jugador hasta el fin de los siglos. Al interés del Real Madrid se le suma el del Manchester City, Arsenal o cualquiera que tenga ojos encajados en las órbitas. Si Peter Lim quiere demostrar al mundo futbolístico su plan trazado para levantar un Valencia campeón, tiene ahora la posibilidad de enfriar de golpe su primera patata caliente, pues es igual de importante alcanzar acuerdos con grandes fichajes como blindar a tus piedras angulares. Sin concesiones. Y Gayà es la joya de la corona.
No ha de importar la edad ni el corto recorrido que tenga en primera división. Se ha de ser consciente del rendimiento que está ofreciendo y de lo que significa para su gente pegar el primer portazo de la era Lim al resto. Me consta que lo está siendo para todos los estamentos, pero la renovación del expreso de Pedreguer ha de ser obligación para un club que quiere competir con los mejores a corto plazo. Se habla de cantidades fijas con aumento paulatino según vayan transcurriendo los años. Es una buena fórmula. Pero yo iría con menos rodeos. Canterano, valencianista, jugador de 12 temporadas, joya de la corona… “pídame lo que quiera que se lo doy”. Y este nuevo contrato, acompañado por una puerta blindada o acorazada en forma de cláusula. Prohibitiva para el resto. Si estuviese en dicha negociación intentaría convencer a su agencia de representación para que no bajara de 80 millones de euros.
Lo más emocionante de toda esta historia es que el propio futbolista quiere quedarse en el Valencia. Otro factor más para ponerle el club a su disposición y premiarle con un nuevo contrato que se asemeje a su rol en el equipo. Es de los tres mejores y más importantes jugadores de la plantilla. Como tal, ha de colectar. Ni más ni menos. Dentro de esta partida de ajedrez que se está llevando en la sombra no me cabe la menor duda que acabará donde quieren todas las partes, culminando su renovación hasta 2020, dos años más de lo que tiene ahora mismo estipulado por contrato. Aunque sería altamente recomendable para menguar las taquicardias que se produjese lo antes posible. La ampliación de Gayà se ha convertido en una cuestión de estado blanquinegro y hasta que no se oficialice, su gente no descansará.
El domingo en el Power8 volvió a ser el mejor de su equipo. Disciplinado atrás y fastuoso en ataque. Arrancó las cadenas de orden mandadas desde el banquillo e irrumpió con determinación cada vez que el Valencia encontraba el camino de asalto. Puso un centro caramelizado para que Piatti desviara a gol y evitó de forma milagrosa con el pie que Stuani empatara el partido cuando el balón ya se colaba. Gayà es un artefacto competitivo. Su banda siempre es el jardín que todo hijo de vecino sueña con adherirlo a su casa. Donde brilla más el sol, donde menos escarcha cae y donde todo huele a flores. Y no es un encuentro rescatado. Es la norma habitual en un ‘xiquet’ que ha nacido para hacer historia en el Valencia. Háganlo como quieran pero renuévenlo. Mañana mejor que pasado. La joya de la corona no puede salir de su casa.