El pasado domingo, en la jornada 19 de la Premier League, se enfrentaban dos de los equipos más en forma en toda la liga en White Hart Lane. Los locales, Tottenham, venían de 4 partidos sin perder, incluyendo 3 victorias consecutivas, mientras que el equipo visitante, Manchester United, llegaba con 8 partidos consecutivos sin perder, cosechando 7 victorias y 1 empate.
A pesar de estas rachas, ambos equipos han sufrido patrones irregulares, en sus respectivas condiciones, como local (Tottenham) y como visitante (Manchester United). Por parte de los Spurs, White Hart Lane no ha sido la fortaleza que muchos esperaban, ya que el equipo de Pochettino previo al partido del domingo, había jugado 9 partidos en casa, logrando ganar sólo 4, empatando 1 y perdiendo 4. A simple vista, haciendo balance en cuanto a puntos se refiere, el conjunto del Norte de Londres sólo había logrado 13 de sus 27 puntos disputados como local, dejando ir 14. Esta dinámica como locales ha hecho que el camino hacia Europa se convierta en una tarea muy complicada viendo, además, el gran nivel de la zona alta de la tabla.
Manchester United por su parte, como visitante, tenía cifras que de igual forma eran poco deslumbrantes, de 8 partidos a domicilio, lejos de Old Trafford, los de Louis van Gaal habían conseguido 2 victorias, 4 empates y 2 derrotas. Cabe destacar que las dos victorias conseguidas, ante Arsenal y Southampton, fueron lejos de ser convincentes, y se debieron más a los buenos planteamientos tácticos del técnico neerlandés, que a un rendimiento sólido del equipo.
Con este panorama, se enfrentaban estas dos potencias de Londres y Manchester respectivamente. Muchas bajas para los Red Devils, sin Fellaini, Blind, Di María, Ander Herrera, Januzaj y Rojo. Ante esta situación, van Gaal decidió usar el mismo once inicial que había sido titular ante Newcastle en el Boxing Day, con Rooney en el centro del campo, con Mata de enganche acompañado de Falcao y Van Persie arriba. Por los Spurs, Pochettino decidió dejar a Erik Lamela, Dembélé y Soldado en la banca, dándole oportunidad a Andros Townsend y Ryan Mason, los salvadores en las últimas jornadas Kane y Eriksen saldrían desde el inicio.
El primer tiempo fue dominado por los Red Devils, generando varias oportunidades de gol que acabaron por convertir a Hugo Lloris en protagonista. El portero francés tuvo hasta 5 paradas claves, negándole el gol a Falcao, Rooney, Van Persie y Ashley Young, en diferentes ocasiones claras. En la segunda parte, se vería un escenario distinto. El rendimiento físico del United se vino abajo, Eriksen se soltó un poco más y los Spurs empezaron a ganar la batalla del mediocampo, y a controlar más la posesión.
Sin generar mucha alerta en el arco de De Gea, los del Norte de Londres lograron equilibrar el partido en niveles de intensidad, donde fueron clave los ingresos de Dembélé y Lamela que le dieron mucho trabajo a un Carrick que se vio físicamente mermado en la segunda parte.
Al final, ninguno de los dos equipos pudo romper el cerrojo del cerocerismo en White Hart Lane. El Manchester United lamentaría no haber podido anotar en la primera parte, con todas las oportunidades que generó, y en el Tottenham se arrepentirán de no haber probado buscar más la portería rival en una segunda mitad en la que fueron dueños de la pelota, y se encontraban físicamente por encima del equipo de van Gaal.
Para ambos, la racha de partidos sin perder se mantiene, sigue vigente, como una fuerza incapaz de ser detenida, que ayuda a sumar puntos en su lucha por puestos de Champions League, pero las irregularidades tanto en casa para Tottenham como de visitante para el United, se siguen repitiendo como un objeto inamovible, que no les permite dar ese paso extra para meterse de manera sólida y contundente en la lucha por el título de la Premier League.