La pasión por unos colores, la pulsión genética que te motiva y que a veces te nubla. ¡Qué buena y qué traicionera es al mismo tiempo! Es la que mueve el fútbol. Sin la emoción de los hinchas, el juego está capado. Lo vimos en la pandemia. Ojalá no falte nunca esa locura del aficionado que mueve las emociones. Otra cosa es que provoque ceguera o que se piense que, cuanto más minusvalores al rival, más puntos tienes para ser el ‘aficionado del año’.
Vivo esta realidad cotidiana de quien discute con su igual sobre ‘el manual del buen seguidor’. Asistía a debates permanentes entre partidarios y detractores de Mourinho. Los primeros pedían máxima fidelidad a quien ‘defendía’ al Real Madrid de su gran rival. Los segundos aseguraban que no era más del Madrid el que jaleaba el enfrentamiento permanente. Es una discusión interesante y yo me reconozco entre los segundos. Quizá por vecindad (de barrio) con Vicente del Bosque. Su manera de respetar al contrario hace más madridismo que lo contrario, al menos así lo veo yo. Una idea de afirmar los valores propios en la sana rivalidad contra el Barça, una suerte de ‘seny merengue’ de un tipo que dedicó toda su vida al Real Madrid, desde la cantera hasta la élite. No necesitó declaraciones grandilocuentes contra el opuesto para demostrar su sentido de pertenencia.
Quizá llevados por la inercia de que la afirmación propia es la subestimación del contrario, son recurrentes los comentarios desairados sobre el ‘efecto Pedri’, también entre profesionales del gremio. Puede haber una cierta mimetización con el hincha, tendencia tristemente creciente en los tiempos que corren, para asegurar que ‘Pedri no es para tanto’. Cuanto más crece la figura del canario, más voces atenúan la emoción de quien dice (no sé si piensa) que está inflado.
El enfoque podría ser el contrario. Reconocer la grandeza del rival hace más meritorio lo propio. Ese chico es diferente, es un talento que se ve y se huele en cuanto le ves juguetear con el balón. Nadie sabe hasta dónde va a llegar, eso es cierto, pero ‘Pedri sí es para tanto’ y para mucho más. Es un goce para el aficionado al fútbol, quien ama este juego no puede sino admirarlo. Lleva en sus genes la esencia canaria de agua y arena, ese manejo costero y desgarbado de la pelota que lleva como si tuviera velcro en los dedos. Medias bajadas de jugón, piernas de alfiler y arqueo para bailar con el cuero sin saber qué será lo próximo que inventará. Ni Gavi ni Nico, este chico es diferente y la selección y Luis Enrique lo saben. 18 años para liderar el juego en la Eurocopa sin complejo alguno. La sencillez, la naturalidad con el balón, un ser diferente del que sentirnos orgullosos porque no es francés, ni inglés, ni italiano, es canario y español.
Siento alivio. Solo una lesión le puede apartar de su destino. Estuvo mucho tiempo fuera y España no se puede permitir que una joya así no pueda ser lucida. Ahora le vemos disfrutar otra vez partido tras partido y con él debemos disfrutar todos, también los rivales. Uno se siente mucho mejor cuando deja que las cosas fluyan y admira un talento único, aunque juegue en el gran rival. Se asume y se reconoce porque los mejores tienen que estar aquí, porque Iniesta era de nuestra vida y Pedri va camino de serlo. No será como Andrés, pero será único y diferente porque es para mucho, ha nacido para hacernos disfrutar.
Imagen de cabecera: Pedri González