Iker HUARTE – “Mi carrera no ha sido fácil, más bien durilla, pero no sabía que lo más duro me lo aguardaba para el final”. Así de dolido se mostraba Patxi Puñal tras el partido que ponía fin a la temporada. El último encuentro en el que el capitán rojillo defendía los colores del equipo de su tierra no podía tener un final más cruel: Osasuna, tras 14 años consecutivos en Primera, descendía a la Liga Adelante.
Los aficionados rojillos no abandonaron a su club ni tan siquiera cuando el descenso fue una certeza. El Sadar se llenó para el partido contra el Betis y, tras el pitido final que conllevaba la condena, más del 70% de los espectadores permanecieron fieles en las gradas hasta que los jugadores regresaron al césped para recibir los aplausos de su público. Para muchos de ellos, fue la última ovación que recibieron vistiendo de rojo. Quienes se queden en Pamplona, saben qué se les exige: compromiso, trabajo y sudor.
Esas tres cosas han faltado esta temporada. La avalancha de Graderío Sur, en la que afortunadamente no pasó nada grave, es una acertada metáfora para explicar los últimos años de Osasuna. Se ha jugado con fuego, viviendo de las rentas, hasta que la situación ha sido insostenible. El descenso es consecuencia de la inoperancia sobre el campo y la mala gestión en la conducción de la nave.
Osasuna afronta ahora un futuro incierto. La importante deuda con Hacienda ha servido como excusa para salir al paso cada temporada, cuando la realidad es que la planificación deportiva ha sido un desastre. Un temprano cambio de entrenador, fichajes innecesarios, falta de pagos a los jugadores y, para colmo, un presidente que no sólo no está al pie del cañón, sino que acompaña su turbia gestión con declaraciones que únicamente avivan el fuego. Osasuna tiene una afición de Primera, un equipo de Segunda y una directiva de Tercera.
Ni siquiera los 13 goles de Oriol Riera o el prematuro debut de José García han servido para dignificar la temporada rojilla. La hazaña de ganar 3-0 al Atleti, campeón de Liga, solo fue un espejismo. 10 puntos en las últimas 13 jornadas es un bagaje muy pobre para un equipo que sobrevive siempre al límite.
Osasuna no solo ha perdido la categoría, también se queda sin su gran referente. 17 años vistiendo la camiseta rojilla han llevado a Patxi Puñal a tener un sitio de honor entre las leyendas de Osasuna. El gran capitán navarro no tuvo el final deseado, pero nunca será olvidado. Es el jugador que más partidos ha disputado en la historia del club (513) y, de alguna u otra manera que el tiempo dirá, seguirá ligado al equipo de sus amores.
Ahora se va Puñal, antes lo hicieron Cruchaga, Palacios y tantos otros. Lo grave no es eso, al fin y al cabo es ley de vida. Lo realmente duro es que Osasuna se queda sin buques insignia, sin gente de la casa. La cantera de Tajonar exporta talentos a nivel mundial (Azpilicueta, Javi Martínez, Monreal, Raúl García…), pero también son necesarios los currantes que, seguramente con menos calidad que los antes citados, suden la camiseta y peleen cada balón como si fuera el último. Solo así se gana el corazón de un osasunista. Y, cuando eso pasa, es un amor imperecedero. Que se lo pregunten a Patxi.
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