El fútbol belga, ahora
de moda gracias a la mejor generación de su historia, tiene orígenes
legendarios. En realidad, el primer partido que disputó su selección fue en
1904. Fue uno de los primeros países de Europa en disputar partidos
internacionales, se erigió como uno de los padrinos de la FIFA, y fue uno de
los primeros campeones olímpicos.
El oro conseguido en
Amberes en 1920, con el goleador Robert Coppée como máxima estrella, ha sido
hasta ahora el único título importante en su palmarés. Los diablos rojos
fueron, además, los primeros en no perder ante los inventores del fútbol, la
imbatible Inglaterra.
Pero la grandeza les fue
esquiva en los Mundiales, a pesar de formar parte de ellos desde el primer día.
Diez años después del éxito en los Juegos, Bélgica debutó en la Copa del Mundo
de 1930 con un fútbol que había retrocedido considerablemente. En un grupo con
Estados Unidos y Paraguay se marcharon con dos derrotas, cuatro goles en contra
y ninguno a favor.
Para superar la primera
fase tuvieron que esperar nada menos que 52 años. En el partido inaugural del
Mundial de España, Bélgica debutó en el Camp Nou ante la vigente campeona, una
Argentina donde ya asomaba un tal Diego Armando Maradona, recién fichado por el
Barça a cambio de 800 millones de pesetas. Contra todo pronóstico, los belgas
ganaron 1-0 y se clasificaron como líderes con apenas tres goles a favor en
tres partidos. Después llegó Boniek y les ajustició con un hat-trick en la
segunda fase.
Pero su mayor logro en
un Mundial ocurrió en la siguiente edición, en México. Tras superar de
puntillas la primera fase, sorprendió a propios y extraños derrotando a la URSS
(4-3) en octavos y a España (1-1, penaltis 5-4) en cuartos. Se trataba de un
equipo que sabía encerrarse atrás, que se posicionaba bien tácticamente y que
causaba daño al contraataque. Dirigidos durante 13 años por Guy Thys, lograron
ser subcampeones de Europa en 1980 y poco a poco recuperaban prestigio a los
ojos del resto. Contaban, además, con estrellas como Jan Ceulemans (para Pelé,
uno de los 100 mejores de la historia) y Enzo Scifo, que a sus 20 años fue
elegido mejor jugador joven de aquel Mundial, lo que le llevó a fichar por el
Inter en 1987.
Sin embargo, el fútbol
belga volvió a atascarse en las siguientes décadas, hasta el punto de no
disputar las ediciones de 2006 y 2010. En el último partido de la fase de
clasificación para Sudáfrica, Bélgica cayó 2-0 ante Estonia con Jan Vertonghen
como titular (entonces en el Ajax con 21 años), Alderweireld entrando tras el
descanso y Eden Hazard en el banquillo sin posibilidad de debutar cuando apenas
había cumplido la mayoría de edad. Bélgica se quedó también fuera de la
Eurocopa 2012, al caer ante Alemania en el último partido. Entonces Courtois
(19 años) todavía era el suplente de Mignolet y Lukaku (18) entraba como
revulsivo. De Bruyne, aún en el Genk, ni siquiera era convocado. A aquella
selección plagada de jóvenes talentos lo único que le faltaba era tiempo. Se
clasificó a los tres siguientes torneos como líder, con 24 victorias, cinco
empates y una sola derrota. En el camino a Rusia, hizo 43 goles (más de cuatro
por encuentro) y logró una diferencia de +37.
Las decepciones en
Brasil y Francia, donde cayó en cuartos de final ante Argentina y Gales
respectivamente, dieron paso a una revolución en el banquillo, con Roberto
Martínez (con escaso bagaje internacional y sin mucho rédito tras su paso por
el Everton) y Thierry Henry como ayudante.
El cambio no ha sido
drástico en cuanto a los futbolistas (ocho de los titulares que cayeron ante
Gales todavía son titulares), pero sí en identidad. Bélgica sabe a lo que juega
y lo hace a la perfección. No es casualidad que enlacen 24 partidos sin perder
o que hayan ganado sus cinco partidos en Rusia. Ni mucho menos que hayan
eliminado a la Brasil de Tite, especuladora a más no poder. Bélgica ha repetido
el éxito de 1986 con un equipo bastante superior y que aspira, ya se puede
decir, a ganar su primera Copa del Mundo.
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