La historia de la carrera futbolística de Mbaye Niang es bastante atípica. Francés, nacido en las afueras de París de padres senegaleses, todavía no ha cumplido 21 años, pero ya lleva varios años en las conversaciones de los aficionados del Milan, a donde llegó en el verano de 2012 procedente del Caen.
Desde entonces, como suele ser habitual, muchas comparaciones. La mayoría exageradas. La más habitual, con su compañero y ahora amigo Mario Balotelli, un futbolista al que se parece más por estilismo y carácter que por características como delantero. Lujos, crestas y algún problemilla nada más llegar. La policía le detuvo por conducir sin carnet de conducir y Niang se excusó haciéndose pasar por su compañero Bakaye Traoré, de recordada trayectoria en el Milan.
Llegó a formar la ‘delantera de las crestas’ junto a Balotelli y El Shaarawy en su primera temporada. El futuro fue dispar luego para esta terna, el egipcio terminó vendido al Monaco y SuperMario ha vuelto al Milan -donde apenas ha disputado un par de partidos y ahora está lesionado- tras una nueva decepcionante estancia en Inglaterra.
Volviendo a Niang, el atípico delantero obtuvo su momento de mayor gloria con un error: un disparo al palo en el Camp Nou en los octavos de final de Champions League en 2013. El equipo rossonero había ganado 2-0 la ida y ese gol habría podido ser definitivo. Sin embargo, el destino fue caprichoso con Niang y tras este fallo el Barça se impuso por 4-0.
Niang ya ha comenzado su cuarta temporada en el lado rossonero de Milán. Curiosamente y pese a ser atacante, extremo o punta, a voluntad de los diferentes entrenadores y con un rendimiento muy parejo -por lo irregular-, Mbaye todavía no había anotado ningún gol con su equipo en 36 partidos y más de 1.000 minutos. Sí lo había conseguido en sus dos cesiones de medio año, primero a Montpellier y al Genoa la pasada temporada, donde hizo cinco goles.
Hasta este 28 de noviembre. Mihajlovic, al igual que con Romagnoli y Donnarumma, le dio la alternativa como titular, primero como extremo en un 4-3-3 y luego como delantero en 4-4-2, acompañando a Bacca. Y en esta última posición se salió en la goleada contra la Sampdoria. Actividad constante, peligro, una asistencia y dos goles: el primero de penalti -cedido por Bacca y Bonaventura, habituales lanzadores, para que anotara su primer tanto en el Milan- y luego aprovechando un error defensivo.
Superada esta barrera psicológica tres años después de su debut, quién sabe cuál puede ser el límite de Niang. Aunque lo demostrado hasta ahora es más bien poco y aislado, su edad, condiciones y potencial están a su favor. Su carácter, quizás menos. Al menos, entre los aficionados al Milan (y los niangers) siempre será un jugador que para bien o para mal, no pasa desapercibido.