La mayoría de las veces se dice que las personas cargan con las consecuencias de sus errores, pero en este caso, en este caso especial, un jugador carga con las consecuencias de sus aciertos, de las expectativas –excesivas o no- que nos hicimos todos por culpa de su hipnotizante coqueteo con la pelota.
Él nunca prometió ser el mejor, ni tener una carrera llena de luces. Pero un 29 de diciembre del 2006, era elegido el mejor jugador de América y ese título quedo grabado para siempre, aunque las personas cambien, los técnicos cambien y hasta el fútbol cambie. Hoy, casi 10 años después, llega al club más importante de su carrera: el AC Milán. Matías Fernández recibe el premio a una carrera que dejó de lado las luces y los aplausos de la rebeldía, para dar paso a la indiferencia injusta de la madurez.
La historia de Matías no es sencilla de contar –digo contar aunque, tal vez, la palabra correcta es explicar-, hay muchas cosas que quedan a la subjetividad. Muchas otras que quedan al ojo crítico de cada persona. A su paladar futbolístico. Una gran carrera para unos, un fracaso para otros. Todo eso en menos de 10 años.
Fernández fue la rebeldía cuando esa palabra aún no estaba de moda en el fútbol. Sacó del letargo al espectador chileno y al sudamericano también. Remeció las canchas nacionales con gambetas, con velocidad, con descaro. Hizo que, con cada toque del balón, apareciera un murmullo en las tribunas, algo bueno venia. Se paseó por las canchas de Latinoamérica a punta de rabonas, caños, cambios de ritmo y tiros libres imposibles. Matías Fernández hizo que los relatores argentinos dejaran de lado su tedioso nacionalismo, para lanzar frases como: “Cuatro jugadores lo vinieron a marcar. Nunca visto esto, salvo cuando era la época de Maradona”. Matías hizo que viviéramos algo a lo que no estábamos acostumbrados y, quizás, la mochila fue demasiado pesada.
@SpheraVintage Mati Fernandez al Villarreal en la 06-07. Venia de ser mejor futbolista de América #mercadodeinvierno pic.twitter.com/Issnv6ZJrc
— Claudio (@cgaray7) 31 de enero de 2014
Se fue a España como el mejor, pero demasiado joven. Tal vez. En el Villarreal, con Manuel Pellegrini, no tenía las mismas libertades para jugar como con Claudio Borghi. El DT Argentino lo dejaba libre, que hiciera lo que sabía hacer, que se divirtiera. El DT chileno lo encasilló, lo usó de puntero y el experimento no resultó. La confianza –su principal combustible- se empezó a acabar. No logró lo que todo el medio chileno esperaba. No brilló, no la rompió, no fue el mismo muchacho insolente que jugaba en el Monumental de Colo-Colo. Puede ser injusto, pero Fernández era preso del mismo Fernández.
En Portugal, en el Sporting de Lisboa, el Matías rebelde dio algunas muestras de lo que alguna vez fue, pero ya no era lo mismo. Ahora ya no jugaba para divertirse y divertir al resto, ahora jugaba para que el equipo funcionara, para que el equipo avanzara como estaba planificado y ese trabajo lo hacía muy bien. Ese estilo laborioso le valió el cariño del hincha albiverde, sumado a la gran campaña que hicieron en la Europa League 2011/2012, donde llegaron a semifinales y en la cual Matias fue fundamental para que los lusitanos alcanzaran esas instancias. El cariño de la gente y buenas presentaciones, eso no era suficiente, no era el del 2006.
Ya en Italia, en la Fiorentina, la madurez fue completa. Bien posicionado en la zona de volantes, con las restricciones que el puesto requiere. Matias es un jugador de confianza, de sentirse importante. En ese punto es donde el técnico Vincenzo Montella logró que el chileno volviera a estar en la órbita de los buenos jugadores de Europa. Con su partida y la llegada de Sousa, Matias perdió protagonismo y vuelven a rondar los fantasmas de los críticos, con sus lanzas afiladas de recuerdos y viejas glorias. Ya solo queda el recuerdo de ese 14 de camiseta blanca que se paraba donde quería, que esperaba cerca de la jugada para girar y encarar a una velocidad más que su marcador, pero aun así es uno de los chilenos que más partidos acumula en Europa -incluso sobre Claudio Bravo- y varias veces ha estado dentro de los mejores asistidores de la Serie A. ¿fracaso?
Por la Selección Chilena su historia tiene todo. El 2005 mostró sus primeros destellos en el Sudamericano sub 20, que permitió que Chile clasificara al Mundial de la categoría, en Holanda. Con la Selección adulta tuvo una gran clasificatoria con Marcelo Bielsa, siendo uno de los pilares del equipo que llegó a Sudáfrica 2010, después de 12 años sin ir a una cita planetaria. En las clasificatorias al Mundial 2014, Matías tuvo que tomar las riendas de la selección cuando Gary Medel tenía problemas con las expulsiones y Arturo Vidal, junto a otros jugadores, eran marginados por indisciplina. Indisciplinas que terminaron con Claudio Borghi fuera de la selección. Ese proceso terminó con Jorge Sampaoli en la banca, con Chile clasificado a su segundo mundial consecutivo y con Matías auto marginándose para darle el lugar a un compañero que estuviera al 100%, ya que él se había lesionado el tobillo en un partido contra la Juventus y se debía operar. El 2015 fue campeón de América, con el recordado primer penal de la tanda frente a Argentina. Ese perfecto disparo, al ángulo de Romero, que dio la vuelta al mundo. El 2016 nuevamente quedó marginado de una convocatoria, esta vez, de la Copa América Centenario, por una lesión en el menisco de la rodilla izquierda. Con todo esto sigue sin ser el del 2006, dicen los expertos.
OFICIAL: Mati Fernández es nuevo jugador del @ACMilanSphera. ¡Mucha suerte y gracias por todo, chileno! pic.twitter.com/MrIPNamZYM
— ACF Fiorentina (@ViolaSphera) 31 de agosto de 2016
Precisamente estando con la Selección Chilena, es que Matías Fernández recibió la noticia de que será jugador del AC Milán la próxima temporada. Salió de Chile como jugador de la Fiore, el vuelo lo hizo como jugador del Cagliari y aterrizó, en Paraguay, como fichaje Rossonero.
Puede ser que ese 14 de los blancos, del 2006, ya no exista. Quizás esa llama de joven rebelde se apagó en algún rincón de El Madrigal, cuando lo encasillaron como puntero. O antes. O después. Lo que sí es claro, es que el 14 de los rossoneros ve recompensado su esfuerzo, su trabajo. El adaptarse para mantenerse vigente. Montella vuelve a entregarle la confianza que tanto valora Fernández y puede ser, a sus 30 años, el momento de comenzar a disfrutar. Sacarse la mochila que cargó por 10 años y volver a divertirse, en otra posición, de otra forma, pero volver a divertirse. Ojala triunfe, ojala ayude al Milán a volver a donde siempre estuvo, aunque para la prensa, y los especialistas, siempre sea el jugador que pudo ser mucho pero que no lo logró. O quizás sí, depende de cómo se mire.
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