Podríamos hablar de la infinita capacidad del Real Madrid para remontar resultados adversos, podríamos hablar del tifo de Rodri besando el Balón de Oro que grabó el propio jugador desde la grada, de la persistente y desesperante situación general de un equipo que ha sido un auténtico rodillo con una maquinaria perfecta que ahora, totalmente desajustada, mantiene sus tornillos colgando y por el camino ya ha perdido alguna pieza, y los papeles.
También podríamos hacerlo de las estrellas que siempre están en el foco porque acompañan al protagonista de este deporte: el gol. Los hubo tanto de Haaland como de Mbappé, los delanteros más esperados y destacados mediáticamente. De cómo al noruego le bastó la primera para ver portería, de cómo repitió desde los once metros o del remate más extraño de Kylian.
Sin embargo, de lo que más se debería hablar hoy, y tantos otros días, es de la importancia de defender. De lo que no supo hacer el Manchester City en su feudo. Un arte, vocación, personalidad. De aquellos jugadores tan relevantes en el rectángulo, imprescindibles para construir, que suelen pasar desapercibidos en las alfombras de las grandes galas.
Ambos equipos salieron al terreno de juego con la sorpresa debajo del brazo para dibujar sus líneas defensivas. El City saltó al campo con cinco centrales y el Real Madrid jugó al Tetris para solventar su línea defensiva con un centrocampista, un canterano y un polivalente Fede Valverde que sirve de extremo, interior, pivote o de lateral. Puede vender helados, trajes o edificios.
Guardiola amaestró una zaga ejemplar, efectiva y responsable. Sin embargo hoy es un sinónimo de caos y debilidad, tanto para sacar el balón como para proteger los espacios. También para mantener un resultado favorable que, una vez más, se esfumó en un delirio. Cinco minutos le bastaron al Real Madrid para aprovechar la descompensación y los errores de la defensa de los locales, quienes solo encontraron la clemencia en el infortunio blanco. Los de Ancelotti volvieron a casa con su primera conquista en el Etihad y una gran dosis de confianza para encarar el duelo definitivo. Lo merecieron y, a la misma vez, los de Pep lo dejaron escapar. Un síntoma recurrente.
¿El fútbol inicia en los pies o en la cabeza? El City sigue siendo su peor enemigo y Guardiola sigue buscando, sin éxito, la manera de curar sus propios golpes. Los defensas, una vez más, recordaron su vital importancia. Sin goles no hay paraíso y sin defensas a la altura no sobrevives. La casa jamás se empieza por el tejado.