La relación entre un entrenador y un equipo se puede extrapolar perfectamente a las relaciones sociales, las que tenemos todos en la vida. Como en toda historia de amor, en el fútbol también tienen sus altibajos. Y, como en la vida, toda historia, tarde o temprano, tiene un final siempre triste, o porque aunque aún os queréis pero no podéis dar más de vosotros, o porque ya no os quéreis, ya no os hacéis ningún bien mutuo y decidís que lo mejor es seguir por separado, que cada uno siga con su vida.
Qué desagradecido es a veces el fútbol. Eso de que este deporte del balompié no tiene memoria es tan cierto como que las relaciones que están acabadas es mejor no alargarlas. Me viene a la mente, ahora que estamos en semana de Champions, como hace dos años el Liverpool de Jürgen Klopp levantaba el título en el Metropolitano. Un título que llevaba grabado la sonrisa de ‘The Normal One’.
Una de esas personas que caen bien (menos si eres Mourinho, The Special One’ o Guardiola), siempre sonriendo como en un anuncio de televisión. Así es Jürgen Klopp, un tío con carisma y con personalidad que me cae bien. El año pasado los ‘Reds’ ganaron la Premier League después de 30 sin hacerlo, y sobrados… y aunque fue una Premier descafeinada por no poder celebrarla con sus aficionados por la pandemia mundial que a día de hoy nos sigue afectando, fue un título muy ‘Special’ para ‘The Normal One’. Insisto, de esas personas que me caen bien sin conocerlas.
Esta temporada la sonrisa de ‘The Normal One’ es un poco menos esporádica y algo más forzada. Las cosas no van todo lo bien que desearía, de hecho, el equipo está viviendo su peor momento desde que el técnico aterrizó por allá en 2015.
Los números, nada halagüeños: sexto, fuera de Europa y superando la barrera de los 10 puntos con respecto al City. Eso en cualquier equipo haría tambalear el banquillo o por lo menos acrecentar el run-run entorno a la figura del entrenador. Pero el de Anfield no es cualquier banquillo. Hacía años, muchos años, que en Liverpool no tenían a un líder como Jürgen, capitán de barco pero de los de verdad, de los que seguirías hasta el fin del mundo. Un tipo normal para una afición que no lo es.
Independientemente de los resultados, ahí están, siguiendo fieles a su líder. ¡Qué envidia! Esa sensación de simpatía también me la provocó Rainieri. Además de ser un hombre que me cae bien, consiguió algo histórico, ‘el milagro del Leicester’. Primero, puso en el mapa futbolístico para los que no siguen habitualmente la Premier League, al equipo y a jugadores como Vardy, Mahrez y Kanté. Segundo, consiguió un sueño para una ciudad que sólo podía imaginar algo así. Los ‘foxes’ superaron todas las expectativas, desafiaron a la lógica y a los ‘grandes’ de Inglaterra y cantaron el alirón.
Pero cómo es el fútbol de desagradecido, los malos resultados 8 meses después dictaminaron su salida del club. 8 meses son suficientes para acabar con la más bonita historia de amor que escribió Ranieri en el Leicester. Una historia que ya no daba más de sí y que acabó separando sus caminos. Quizás ninguna de las dos partes será nunca tan feliz como lo fueron juntos. Una pena. Espero que ‘The Normal One’ y el Liverpool no tengan el mismo final.
Imagen de cabecera: Michael Regan / Getty Images