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Fútbol Internacional

La profecía inconclusa de Pelé

A finales de los 80 y principios de los 90, Nii Lamptey llamó la atención del fútbol mundial. Un chico ghanés, con desparpajo y sin miedo a nada, se codeó con algunos de los mejores del mundo y se convirtió en uno de ellos. Pelé le bautizó como su sucesor natural y aquella losa persiguió al chico durante años. Lo que no sabíamos es que, en el fondo, él había tenido una infancia durísima, que sufriría una desgracia tras otra, que su agente, aquel de quien se fiaba porque solo era un crío, le engañaría y que viviría toda su vida en una mentira muy dolorosa.

Nii Lamptey se crio en el barrio de Nima, en Accra, Ghana, jugando al fútbol en la calle con las naranjas del puesto de fruta cercano a su casa. Pasaba más tiempo en la calle que en la escuela y se acostumbró a dormir en la calle porque le daba pánico volver a la tiranía que habían impuesto sus tías en casa. Lamptey vivía en una casa con sus 3 hermanos y otros 4 primos, además de sus dos tías. Ahí no estaba su padre, pues se ha había divorciado de su madre al poco de nacer Nii y había terminado marchándose a Kumasi, otra ciudad del país.

Como Nii no hacía labores en casa, pero sus primos sí, sus tías empezaron a castigarle y a pegarle, motivo por el que, muchas veces, prefería no volver a casa y dormir debajo de los autobuses o bajo las mamparas de los quioscos de la calle. Su madre tenía poca decisión, pues las tías de Nii eran las hermanas mayores y así es como funcionaba todo en Ghana entonces. Los mayores tenían todo el poder.

A los 9 años empezó a jugar en la Great Farcos, una academia de fútbol de la zona. Como no tenía muchos minutos porque los demás chicos eran mucho mayores, buscó registrarse en otro equipo: Mohammedans. Cuando trató de hacer el cambio de registro, los emisarios de ambas academias empezaron a pelearse por la ficha de Nii, motivo por el que la policía los acabó llevando a los calabozos y dejando a Nii en casa. Cuando la madre lo vio llegar acompañado de un agente y le contó el altercado que se había producido por su hijo, decidió enviarlo a Kumasi a vivir con su padre. Con ello también buscaba protegerlo de sus tías, pero no sabía que había cometido un gran error.

Nii no conocía de nada a su padre. Él se había vuelto a casar y había tenido otros tres hijos con los que apenas congenió y su madrastra siempre le hizo saber que no iba a ser bienvenido en su casa. Su padre bebía mucho y solía reprenderle con bastonazos y con latigazos de su cinturón, aunque Nii recuerda que aún tiene en su espalda y abdomen las marcas de las quemaduras de los cigarrillos que le apagaban para castigarle una vez se había vuelto inmune al dolor de los golpes.

A los meses de que Nii llegara a Kumasi, cuando tenía solo 11 años, su madrastra le dio un ultimátum a su padre. O Nii, o ella y sus hijos. Y Nii se quedó sin casa, abandonado. En vez de volver a la tiranía de sus tías, decidió preguntar al Kaloum Star, un equipo menor del país, si podían hacer algo por él. Acabó viviendo en la casa del presidente del club y jugando para su cantera. Dos años después, el club no pudo retenerle e, incluso, le ayudó a irse. Había progresado muchísimo y era buenísimo. El Cornerstones, que tenía equipo profesional en primera división y era un club con buenos mimbres, se fijó en él y Nii acabó rechazando al Asante Kotoko, uno de los mejores equipos del país, porque en el primero le prometían más tiempo de juego.

Con 13 años debutó con Ghana Sub16 y con 14 disputó el Mundial de la categoría celebrado en 1989. Durante el torneo, Pelé reveló a la prensa que había visto en Nii Lamptey su sucesor natural e incluso fue el brasileño el encargado de elegirle como MVP de varios partidos. “Me gustó oír aquello en ese momento, pero esas infames palabras me acompañaron el resto de mi vida”.

Los ojeadores del Anderlecht acudieron a aquel certamen y pusieron sus ojos en 3 jugadores: Luis Figo, Roberto Carlos y Nii Lamptey. Solo lograron fichar al tercero. Pero el traspaso no fue sencillo. Lamptey no tenía papeles. O sí, pero no. Porque en Ghana habían visto potencial en aquella selección. Tanto, que decidieron confiscar los pasaportes de todos sus jugadores con vistas a que ninguno se pudiera escapar y todos tuvieran que volver al país para preparar el Mundial Sub17 que se iba a jugar en 1991.

Pero el Anderlecht, que quería a Nii a toda costa, tuvo una idea. Entonces, en sus filas jugaba Stephen Keshi, jugador nigeriano que era una de las personalidades más importantes del país y una de las figuras con más poder en el continente. Los directivos del Anderlecht le pidieron que mediara en la llegada de Nii al club. Lamptey acabó fugándose del centro de entrenamiento de la selección, subiéndose un autobús para llegar a Nigeria, cruzando a pie las fronteras con Togo y Benín para no ser descubierto sin documentación por las autoridades, y lo hizo con nada más que unas bermudas, una camiseta y unas chanclas.

A Nii le hicieron un pasaporte falso. Ahora se llamaba Stephen Keshi Jr., era nigeriano y era el hijo de Keshi. Él, eso sí, no lo sabía. En el club belga, tampoco. No le pusieron ningún problema en el aeropuerto en Lagos, pero cuando llegó a Bruselas fue detenido por falsificar su identidad. Todo había sido obra, por iniciativa propia, de Keshi. Después de varios días durmiendo en el aeropuerto y gracias a la mediación del Anderlecht, Nii consiguió un permiso temporal con su nombre real y más tarde se haría con el permiso de residencia definitivo en Bruselas.

Aquello había sido casi un secuestro e, incluso, se llegó a acusar al club de tráfico de personas. Nada más lejos de la realidad, el equipo belga, una vez enterado de lo sucedido, se puso en contacto con el Cornestones y decidió pagarle 100.000 dólares para oficializar un traspaso y obrar de buena fe. Todo esto tardó años en salir a la luz, pero durante aquello, que duró semanas, los compañeros, los técnicos y los familiares de Nii no sabían nada de él. Los rumores de secuestro, muerte y fuga corrieron por todos lados. Nii nunca le contó a nadie sobre sus planes y a ojos de todo el mundo, salvo Nii y Keshi, la estrella de la selección juvenil de Ghana estuvo cerca de un mes en paradero desconocido.

Nii vivió en Bruselas junto a Keshi los primeros meses, para luego ser llevado con una familia de acogida. Tras un año en el equipo juvenil, en verano de 1990, cuando aún no había cumplido los 16, pasó a formar parte del primer equipo. Tenía 15 años cuando debutó a las órdenes de De Mos, un técnico que había dado oportunidades a otros chicos jóvenes como Rijkaard o Van Basten. Empezó a jugar por ambas bandas, como extremo, pero también detrás del punta. Era rápido, eléctrico, regateador. Ya había firmado un contrato profesional con el club y, de hecho, el presidente le pidió que recomendara a algún compañero de su país para fichar. Él nombró a sus compañeros de selección juvenil Yaw Preko e Isaac Asare. Y los acabó fichando.

Al final de temporada, Nii fue convocado con Ghana absoluta, con la que terminó debutando y convirtiéndose en el jugador más joven en la historia en jugar con el equipo y, poco después empezó una subasta entre agentes por ficharle. Él cedió sus servicios a Antonio Caliendo, un empresario con mucha reputación que entonces trabajaba con Baggio, Schilacci, Dunga, Aldair o Passarella y que era uno de los mayores agentes del mundo.

Aquello, según la gente del Anderlecht, hizo perderse al ghanés. “Me prometió mucho dinero si firmaba con él y también llevarme a jugar al Milan o al Inter, pero no sabía mucho de él. Firmé el contrato sin saber qué ponía, solo por buena fe y, como era menor de edad, no sabía ni lo que ganaba, ni lo que me pagaban, ni nada, solo que mi dinero estaba manejado por alguien y a mí me daban una pequeña parte al mes”.

En el verano de 1991, Nii acudió como la estrella al Mundial Sub17 que se celebró en Italia. Allí, Ghana dio la sorpresa imponiéndose a Brasil en cuartos de final y a España en la final. Nii Lamptey quedó empatado como Máximo Goleador del Torneo (aunque el premio fue para el brasileño Adriano por haber jugado menos minutos) y recibió el galardón al Mejor Jugador, eclipsando a otros talentos como Del Piero, Verón o Marcelo Gallardo. No había cumplido aún los 17 años y ya vio cómo su nombre se anunció en la lista a Jugador Africano de 1991 (donde terminó tercero tras Abedi Pelé y Weah).

Pero algo había cambiado en Lamptey. Quizás preso de su éxito, su conducta empezó a cambiar. De Mos se marchó del club y él empezó a tener menos minutos de juego. También se lesionó. Eso no evitó que, en 1992, fuera convocado a los JJOO y conquistara la medalla de bronce para su país, pero sí que sus días en Bélgica se terminaran. “Fui honesto con el club. Había estado mucho tiempo jugando infiltrado por dolores en la ingle, pero lo pienso ahora y lo digo sin pudor. En aquella época no me cuidaba. Solo quería jugar sin que me importara el dolor. Quizás debería haber parado a tiempo”.

Después de perderse muchos partidos también por culpa del calendario de selecciones africano, Lamptey se marchó cedido al PSV en 1993. Tenía solo 18 años aún y al club neerlandés acababa de llegar De Mos como técnico. Iba a relanzar su carrera en Eindhoven. Poco antes, había visto frustrados traspasos al Nápoles, al Lecce y a la Juventus. El club de Turín estaba dispuesto a pagar lo que hoy serían cinco millones de euros, pero su agente había pedido una prima de fichaje desorbitada que echó por la borda la transferencia.

En Holanda, Lamptey se salió. Metió 10 goles jugando como extremo en apenas 22 partidos. Se perdió más de un mes de campeonato por la Copa África 1994 y aquello no terminó de gustar en la entidad, que decidió que no podía pagar un dineral en un traspaso definitivo por un futbolista que, cada cierto tiempo, tenía que irse concentrado a su país en mitad de la temporada.

Después de que el Anderlecht echara por tierra varias opciones al pedir tanto dinero, se presentó la oportunidad de que acabara en Inglaterra con el mercado casi cerrado. “Desde los años 80, el club mantenía una relación estrecha con el Aston Villa, así que hacíamos acuerdos entre nosotros muy a menudo”, diría Michel Verschueren, el hombre que descubrió a Lamptey en aquel Mundial Sub16 y que rogó ayuda a Khesi para lograr su traspaso.

Aquel verano de 1994, el Aston Villa consiguió la cesión del jugador (aunque realmente fue un traspaso, pero eso se sabría más tarde), que llegó tarde y sin hacer pretemporada. Quizás la peor decisión de su vida. “No sabía mucho sobre la Premier League, pero creí que mi agente iba a elegir el mejor equipo posible para mí”. Los medios ingleses se encargaron de recuperar las palabras de Pelé sobre el africano y las expectativas sobre el nuevo fichaje del equipo villano fueron altísimas. Pero la realidad fue otra. Tuvo que cambiar mucho su juego y nunca se adaptó.

Lamptey era un pingajo que no llegaba al 1’70m, tenía piernas finitas y en aquella Premier League se jugaba en un estilo totalmente físico y directo. Aún no habían llegado futbolistas como Juninho o Zola, aquellos que demostraron que los locos bajitos podían ser aceptables en las Islas y Ron Atkinson, técnico de aquel Aston Villa, apenas le dio oportunidades.

De manera inexplicable, Atkinson fue despedido del club y firmó por el Coventry. Y su primera decisión fue fichar a Nii Lamptey. Pero Atkinson acabó como Director del club, dejando las labores técnicas a Gordon Stracham, y este nunca confió en el ghanés.

Estando en Coventry, el padre de Nii falleció. Finalmente, se lo llevó el alcohol. Vivía en Kumasi, en una casa que Nii había mandado construir para él, para su madrastra y para sus medio hermanos. Con la distancia, había recuperado la relación con su padre y sus hermanastros. Nunca se llevó mal con ellos, pese a lo que habían hecho en el pasado. Poco después, nació su segunda hija. Lamptey acababa de cumplir los 20 años y ya tenía dos hijos con Gloria, su novia (entonces ya era su mujer) de toda la vida, una chica ghanesa que le había traído algunos problemas cuando iniciaron el romance, pues su familia pertenecía a otra etnia que la de Nii. Fueron demasiadas sensaciones en poco tiempo. Y él solo quería huir de Inglaterra.

Italia, por fin. Caliendo lo llevó a Venezia, que jugaba en la Serie B. El paso atrás era evidente, pero la realidad es que Nii llevaba dos años sin jugar apenas nada, salvo los compromisos de selecciones. Inglaterra había sido un gran retroceso. Su caché había bajado. Podía haber ido al Torino, pero allí jugaba Abedi Pelé, compatriota suyo que le rogó a la directiva que no lo fichara considerándole un jugador mediocre y que jugaba “como un niño pequeño”. Aquello enfrentó para siempre a los dos grandes jugadores de Ghana del momento y en el país se aseguró que el motivo era que Abedi no quería ver su trono amenazado por otro compatriota.

La aventura en Venezia fue una odisea. El club realizó 20 fichajes aquel año y la adaptación de todos fue imposible. En dos meses pasaron cuatro técnicos y, en diciembre, Lamptey pidió a su agente que le traspasara en busca de estabilidad. Y apareció Boca Juniors, allí donde jugaba Diego Armando Maradona. Y es que, pese al idilio con Pelé, a Nii siempre le había gustado más el argentino. Pero, tras la reunión con Boca, resultó que no podía firmar. El equipo ya tenía sus cuatro jugadores extracomunitarios. Mientras duraba la negociación (le instaban a ir unos meses a Santa Fe hasta que liberasen una plaza en la plantilla) nació el tercer hijo de Nii, que vio la luz en Argentina. Le bautizó como Diego, en honor a Maradona.

Pero Diego no nació sano. A los pocos meses, falleció. No quedó muy claro nunca el motivo. “Me sentí más solo que nunca en mi vida”. Nii estuvo durante meses a su lado, se gastó casi todo su dinero en cuidados intensivos en los mejores hospitales y apenas pudo jugar con Santa Fe por ello. Solo seis partidos. De hecho, nada más morir Diego, se había cerrado el periodo de transferencias, por lo que no pudo ser inscrito con Santa Fe, ni firmar con Boca, y tuvo que buscar una alternativa.

Llamó al Anderlecht para ver si tenía hueco en el equipo. Quería empezar de cero casi 10 años después de haber llegado a Bélgica. Entonces le dijeron que ellos ya no eran sus dueños. Nii no lo sabía, pero el Anderlecht le había vendido cuando se había marchado al Aston Villa por 2 millones de euros y Caliendo nunca le había dicho nada de aquello ni, obviamente, había cobrado la parte proporcional que le tocaba por el traspaso. Entonces supo que aquel empresario se había estado aprovechando de él y que, como nunca le presentaba las cuentas (que tampoco habría entendido), le habría estado robando mucho tiempo.

Rompió con él y encontró un agente en Alemania gracias a la mediación de Tony Yeboah, hizo pruebas con varios equipos europeos que resultaron complicadas después de varios meses de inactividad y de que los principales mercados del continente ya estuvieran cerrados. El Kaiserslautern quiso reclutarle con vistas a la próxima temporada, pero Lamptey necesitaba jugar y acabó recalando en Turquía, uno de los pocos mercados abiertos a los traspasos. Hizo una buena campaña en el Ankaragucu y más tarde acabaría en el Leiria de Portugal.

En 1999, con 24 años, firmó con el Greuther Furth, equipo de la Segunda División de Alemania. Allí jugó muy bien el primer año, pero vivió episodios racistas constantes incluso dentro del propio vestuario. Con todo, afirma que fue una época muy buena. Pero en su segundo año sufrió una grave lesión de rodilla, le operaron y le dijeron que podría volver a jugar porque los músculos que sujetaban su articulación eran muy poderosos, pero que ya nada iba a ser igual. Si aún tenía alguna esperanza de volver a progresar, se había dilapidado.

Sabedor de aquello, se marchó a jugar a China, donde la oferta económica era mucho mayor y, tras dos años en Alemania donde se reencontró con su mejor versión, vivió una experiencia exótica en Asia. Sabía que no iba a poder estirar su carrera mucho más. También que no tenía mucho ahorrado, pues lo había gastado todo en construir una casa para cada uno de sus padres, en los médicos por su hijo y también estaba lo que le había robado su agente. China era una gran salvación. Lamptey había dejado la selección de Ghana en 1996, por decisión propia tras problemas con los que dirigían la federación. Pero su gran nivel en Alemania y China llevaron a los dirigentes a tratar de convencerle para que volviera, cosa que no sucedió.

Poco después nació Lisa, su cuarta hija. También fallecería a los meses de llegar al mundo, y tampoco ha encontrado explicación a día de hoy (o quizás sí…). “Presentó los mismos problemas y los mismos cuidados que Diego, ninguno podía respirar por sí mismo. Envié muestras a laboratorios en EEUU y Alemania y la única conclusión es que podía ser algo genético”.

Entre 2002 y 2004, en China surgió un brote de SARS, motivo por el que la vida se vio totalmente alterada en el país, que sufrió severas restricciones. Lamptey viajó a Ghana, buscando regresar a casa y anhelando construir una escuela en Accra. De manera paralela, hizo pruebas con equipos de Qatar y Arabia Saudí, pero fue él quien descartó jugar allí. Ni le gustaba la vida, ni su rodilla daba para más. Decidió dejarlo a un lado, pero no retirarse.

En 2004 abrió su escuela, llamada Glow Lamp International School. En el primer año, solo contó con una alumna. En el segundo fueron 18. A día de hoy, cerca de 400 alumnos acuden cada año a la escuela de Lamptey, que ha comprado autobuses para hacer diferentes rutas que vayan recogiendo a los alumnos de diferentes barrios. Cada aula tiene un nombre, y coincide con los países donde ha jugado al fútbol.

En 2005, el Kotoko se puso en contacto con él. Lo habían hecho cuando tenía 12 años y ahora, casi 20 años después, querían contar con sus servicios. Lamptey no se había retirado, pero hacía casi tres años que no se vestía de corto. Jugó un curso, fue campeón y decidió retirarse al cumplir los 31 años. “En internet se dice que jugué un año más en un equipo de Sudáfrica, pero no es verdad. Estuvimos hablando, estuve negociando e incluso hice un par de entrenamientos, pero nada más”.

En 2008 montó su academia de fútbol y también comenzó a obrar como técnico asistente de un equipo del país. Para entonces, Moesha, su quinta hija, había nacido sana. No tuvo los problemas de Diego y Lisa, algo que le aterraba y a lo que luego encontraría respuesta. Poco después, comenzó un periodo terrible. El mayor revés de su vida. Gloria, su mujer y madre de sus 5 hijos, le pidió el divorcio. Lamptey no entendía nada. Pronto empezó a tirar de la manta y encajar piezas. Durante el juicio por el divorcio escuchó rumores que no quería creer y, tras diferentes pruebas de ADN, se resolvió que los únicos tres hijos vivos que tenía Lamptey no eran suyos. Su mujer le había estado engañando toda su vida.

Nunca sabría realmente si Lisa y Diego eran suyos o no, y según los médicos expertos, lo más probable es que aquel problema genético que se les había llevado no fuera suyo, sino de otro padre desconocido. Por lo que Nii no tenía hijos verdaderos y nunca los había tenido.

Conduciendo de vuelta a casa tras aquella vista, Nii Lamptey pensó en suicidarse. “Toda mi vida se había derrumbado y ya nada tenía sentido”. Llegó a casa y cogió la pistola que tenía. Poseía los permisos necesarios para guardar una para defensa propia. “Al final no pude hacerlo y hoy me alegro de estar con vida”. “Gasté toda mi vida en mis cinco hijos, incluso en tres que sé seguro que no eran míos, y en la mujer que me traicionó y me engañó. Ella me robó muchas de mis pertenencias. Días antes del divorcio, sus amigas robaron de mi casa todas mis medallas, incluidas las del Mundial Sub17 y la de los Juegos Olímpicos”.

En 2014, Lamptey vio cómo nacía su primera hija biológica. Malaika. Llevaba cuatro años de relación con otra mujer y lo recuerda como el día más feliz de su vida. Tres años después, el juez dictaminó el veredicto de su divorcio y se conoció que Gloria tenía que irse de la casa de Nii, donde había estado viviendo los 10 años que había durado el proceso de manera provisional. Con todo, fue recompensada con tres apartamentos en Accra, un automóvil y una cuantía de dinero. Pero como Gloria quería la casa, apeló. A día de hoy, en 2025, el caso no está resuelto y, mientras dura, la ley establece que Gloria puede seguir quedándose en la casa de Nii. Hace casi 20 años que empezó el proceso y ahí sigue pese a las dos sentencias firmes que la obligan a marcharse.

Hoy, Nii Lamptey tiene varias granjas, una academia de fútbol y una escuela con más de 400 alumnos en Accra. Busca ayudar a todos los niños que una vez estuvieron en su lugar. Quiere conducir el camino de aquellos proyectos de futbolistas para que no caigan en el engaño de los agentes, como le sucedió a él con su representante italiano. Lamptey acaba de cumplir los 50 años y tiene tres hijos, suyos y vivos, con Ruweida Yakuba, la actriz con la que empezó una relación allá por 2009 cuando se divorció de Gloria.

Una vez fue nombrado el sucesor de Pelé por el propio brasileño. Conquistó Europa y el Mundo antes de tener los 17 y ha pasado por todo en la vida. Aquella etiqueta de promesa le perseguirá siempre y, los que le recuerdan, lo hacen como un juguete roto que pudo ser y no fue. Él, en cambio, no se denomina como un perdedor, sino como un superviviente endurecido que se niega a ser destruido. “Ahora, por fin, soy feliz”.

En 2019, Nii Lamptey contó su historia en un libro llamado ‘De Vloek van Pelé’, que estuvo nominado al Mejor Libro de Fútbol del año. Cuatro años después, con la traducción al inglés, actualizó los últimos años de su vida.

Periodista | Profesor | Deporte en general y fútbol en particular | 📚Escribí 'Atleti, historia de un despertar' | A veces hago hilos 🧵

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