Llevo diez minutos con la mirada fija en una página en blanco experimentando el miedo al vacío que supone enfrentarse a una actividad con la que no estoy familiarizado. Estoy muy agradecido a este medio por la oportunidad que me han brindado de poder experimentar con la escritura para abrir por esta vía mis pensamientos y sentimientos a vosotros, los lectores. Antes que nada, todos mis respetos a los periodistas y escritores por la labor que hacen, nunca pensé que me pondría delante de una hoja en blanco a escribir y menos de la dificultad que supone. Ojalá pudierais entrar en mi cabeza para poder compartir con vosotros lo que siente un chaval de Xàtiva que está a pocos días de vivir la que será una noche inolvidable, pase lo que pase.
Estoy en la cama del hotel de concentración previo a un partido ante el FC Barcelona, algo que debería ocupar la totalidad de mi mente, pero que difícilmente puedo gestionar. Soy humano y en apenas seis días jugaré la primera final de mi carrera profesional ante el Real Madrid. Sé que lo “profesional” sería pensar en el partido que tengo que disputar en unas horas en el Camp Nou, pero también sé que mis sentimientos respecto a la final no voy a poder domarlos, y creo que, en el fondo, tampoco quiero. Estoy disfrutando cada segundo de esta sensación de finalista y no quiero culparme por ello, quizá sea mi primera y última final, quiero guardar en mi retina cada uno de los momentos que me regala esta condición.
Estoy viviendo este momento desde la generosidad, siento que es un logro colectivo y así lo estoy disfrutando y me están haciendo disfrutarlo. No sé cómo conseguir sonar realista cuando tengo que utilizar la frase: «primero el partido ante el Barça y luego ya, a pensar en la final», una frase que repito desde hace días con cada vez menos convicción. ¿Cómo hacerlo si difícilmente me la puedo aplicar yo mismo?
Cuando uno consigue llegar a un hito como el que estoy a punto de vivir se da cuenta de la importancia que tiene el poso que se deja en cada uno de los sitios en los que ha estado, quizá una de las cosas de las que más orgulloso me siento es que me recuerden con cariño allí donde he tenido la oportunidad de competir. Este sábado jugaré con la camiseta de Osasuna representando a una tierra y una afición a la que le debo mucho. Me adoptaron como un hijo y consiguieron que sintiera a Navarra como lo que ahora es MI CASA, pero detrás de todos ellos siento también el empuje de mi familia del Levante UD, de la afición del Real Sporting de Gijón, de toda la gente de L’Attilio (mi colegio) y de la ciudad que me vio nacer, Xàtiva.
Todo este apoyo no me genera una mayor responsabilidad en la final, no siento una mayor presión por ganar, ni mucho menos. Lo que siento es un inmenso orgullo de saber que tanta gente está disfrutando con esta final “solo” por el simple hecho de que desean que yo sea feliz.
Y como decía al principio de este artículo, pase lo que pase en La Cartuja el próximo 6 de mayo, estar ya es un premio para la mayoría de mis compañeros que, como yo, nunca han disfrutado de algo parecido y que posiblemente sea difícil de repetir en nuestras carreras, pero eso no quita que vayamos a salir a por todas con la intención de brindarle a todos los rojillos el primer título de su historia. ¡Aupa Osasuna!
Foto cabecera: @RubenGarcia14
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