Tras el parón de selecciones volvía la Serie A y con ella la pugna entre Juventus y Roma por dominar la máxima división del fútbol italiano. La victoria de la Roma en Bérgamo, 1-2 contra el Atalanta, obligaba a la Juventus ganar en el Olímpico de la capital contra la Lazio; un resultado para nada descontado. Además de las dificultades de naturales que presenta jugar de visitante en Roma, estaba el hecho que hasta seis defensas eran baja para los bianconeri y sin embargo, la ‘Vecchia Signora’ no sólo sacó los tres puntos sino que lo hizo con goleada y sin recibir goles en contra.
Desde aquella fatídica derrota contra el Genoa a finales de octubre, algo cambió radicalmente en el equipo turinés. Fue entonces cuando Massimiliano Allegri decidió que había llegado la hora de que su Juventus jugara a lo que él sabía: con defensa a 4.
Cuando el técnico toscano fue llamado de emergencia para hacerse cargo de la Juventus el pasado mes de julio, la gran incógnita era qué cambios sufriría el equipo a nivel táctico siendo que Conte había consolidado el 3-5-2, un esquema que Allegri jamás había utilizado. Sobre este tema habría dos corrientes: una que afirmaba convencida que cambiaría obteniendo malos resultados y otra que no cambiaría nada y el equipo caminaría solo. Como suele pasar, la verdad ha estado a mitad de camino.
Con el 3-5-2 contiano, la Juventus de este inicio de temporada obtuvo los resultados desde la inercia pero sin brillar particularmente; le costaba encontrar un equilibrio y los automatismos de iban desgastando. Para poder mantener ese sistema, Allegri se vio obligado por las lesiones a poner a Ogbonna, zurdo natural, como stopper por derecha y luego de líbero, pasando a Bonucci, el líbero histórico, al lugar de stopper diestro.
Conforme pasaban las semanas la herencia dejada por Conte se iba agotando y a la Signora le costaba anotar, conseguir los resultados y las alarmas saltaron tras el empate en el campo del Sassuolo y, sobre todo, con la derrota en Génova. A esto se le unieron las innumerables lesiones en defensa y fue sólo así cuando Allegri decidió finalmente pasar al 4-3-2-1.
En dos partidos con este sistema (Parma y Lazio), la Juventus ha anotado 10 goles y ha mantenido el arco en 0. El esquema favorece notablemente al mediocampo que ahora es el centro del juego, y no la defensa: se trata de recibir el balón y jugar, con fluidez. Así de sencillo. Pirlo y Pogba están mostrando su mejor cara, Marchisio es el gran recurso para el trabajo sucio en una Juve que no juega con un ‘5’ natural mientras que Roberto Pereyra en la segunda línea de volantes está siendo la grata sorpresa de estos días. Tévez ahora está un poco más cerca de los centrocampistas, aprovecha mejor su velocidad y es simplemente letal.
A la defensa habría que ponerle un cartel con escrito “work in progress”. Ciertamente Buffon tuvo algo de trabajo ante Parma y Lazio, pero nada que preocupe en demasía. Bonucci, de quien siempre se dijo era incapaz de jugar de central en una defensa a 4, ha mostrado buenos movimientos; Lichtsteiner está readaptándose a la que fuera su posición hace unos años mientras que está por verse el rendimiento del lateral izquierdo (presumiblemente Evra). Todo esto a la espera de que Barzagli y Cáceres vuelvan de sus respectivas lesiones.
En la Serie A la fórmula Allegri parece funcionar, la gran incógnita es si puede bastar en Europa, donde el nivel medio es evidentemente superior al de la Serie A, pero los buenos resultados en Italia pueden y deben servir como inyección moral para afrontar una Champions League que de unos años para acá representa un fantasma y un tabú para la Juventus.