El Liverpool se impuso al Chelsea en Stamford Brdige por 1-2 con goles de Dejan Lovren y Jordan Henderson, el tanto Blue fue obra de un enrachado Diego Costa. En las primeras cinco jornadas de Premier League, los Reds han ganado a domicilio a Arsenal y Chelsea y empatado ante el Tottenham.
En contraposición, perdieron en casa del modesto Burnley. La regularidad, la losa que lastra sus opciones de ganar la Premier League. Mientras el técnico alemán busca la tecla del éxito y poder llevar a Anfield el trofeo que anhelan desde los ’90, el Liverpool se erige como un equipo capaz de ganarle a cualquiera, especialmente en campo de los grandes, donde se crece, pero también capaz de perder con cualquiera.
Jürgen Klopp firmó por el Liverpool en octubre de 2015 y se estrenó en el banquillo de White Hart Lane cosechando un empate a cero con apenas días de entrenamiento. Desde su llegada, en competición liguera, ha visitado en seis ocasiones los 5 grandes estadios del fútbol inglés actual (Manchester United, Chelsea, Arsenal, Manchester City y Tottenham. El sexto sería Anfield, el suyo propio) con un registro de 4 victorias y 2 empates y un balance de 13 goles a favor por 6 en contra. Es ahí, en los grandes escenarios, donde Jürgen Klopp se divierte.
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El rock and roll del alemán funciona cuando más complicado es el contexto, cuando la afición rival está en contra, donde todo parece perdido. Y es capaz de transmitírselo a sus jugadores. La sobreexcitación de esos partidos hace aflorar el talento y calidad de sus futbolistas. Incluso en un encuentro de pretemporada, en Wembley, ante el Barcelona, la intención del Liverpool fue demostrar desde el minuto uno que no es inferior a nadie. Además, en competición europea tampoco perdió la pasada temporada en estadios de renombre internacional como Old Trafford y el Signal Iduna Park. La asignatura pendiente de algunos de los mejores entrenadores de Europa es rendir en las grandes citas pero Jürgen Klopp tiene sobresaliente en esa materia. Sus puntos débiles son otros.
Por ejemplo, la búsqueda de la regularidad que le permita luchar por conquistar una competición larga y exigente como es la Premier League, donde hay que rendir cada domingo y donde los puntos valen lo mismo en campo del líder que del colista. El Leicester City de Ranieri, a pesar de tener una plantilla con menos variantes y calidad que la del Liverpool, entendió perfectamente lo que la Premier requería y pudo alzarse con el trofeo. Si no es capaz de extrapolar esa competitividad a todos los 38 partidos de liga por igual, jamás podrá ganarla.
Su otro gran defecto reside en la obtención de la matrícula de honor. Jürgen Klopp tiene sobresaliente a la hora de competir en los grandes partidos pero la excelencia se gana en las finales. Como entrenador, cinco finales disputadas y cinco derrotas. Dos DFB Pokal en Alemania, una Champions League, una Capital One Cup y una Europa League. Ganarlas todas es utópico, y en algún caso haber llegado al gran partido ya era un hito, pero los datos están ahí y seguro atormentan al alemán cada madrugada.
Jürgen Klopp es un hombre de amores verdaderos. Nunca lo verás entrenar en un país exótico únicamente motivado por incentivos económicos. Si se hace cargo de un equipo es porque lo siente. Porque se sabe importante y quiere imprimir su sello en esa ciudad. En Dortmund lo hizo, lo amaban y el amor era recíproco. En su primer año en Liverpool devolvió la ilusión a una afición histórica devastada por los resultados de los últimos años y el adiós de figuras como Jamie Carragher, Luis Suárez y Steven Gerrard. Les hizo creer que juntos todo es posible y llevó un equipo no diseñado a su medida a dos finales. Las perdió, sí. Pero está en el camino correcto. El reto es mayúsculo: devolver al Liverpool a la élite europea. Solo un loco sería capaz de creer que es capaz. Y Jürgen está loco, por el fútbol, pero solo las mejores personas lo están.